La importancia de las revistas pulp para la ciencia-ficción fue doble: en primer lugar, incrementó la base de lectores, especialmente en los Estados Unidos (aunque, al mismo tiempo, contribuyeron a enclaustrarlos en un universo autoreferencial de límites bastante restringidos y marginado por parte de la élite cultural). Por otra parte, e igualmente importante, esas publicaciones fijaron por primera vez una estética muy particular y distintiva que favoreció el tránsito del género de un medio verbal a uno visual, un tránsito que cobraría cada vez mayor relevancia.
En este sentido, las ilustraciones que adornaban las revistas eran tan importantes como las historias que acompañaban. Los editores encargan portadas a todo color lo más impactantes posible para atraer al lector potencial, mientras que las ilustraciones interiores eran en blanco y negro. Aunque la calidad de los artistas variaba mucho, la valoración de la misma no debe basarse en criterios meramente representacionales. Porque, precisamente, el logro del arte pulp fue alejarse de lo realista para crear una modalidad gráfica original, muy variada pero inmediatamente reconocible como ciencia-ficción.
Efectivamente, a pesar de la abrumadora variedad de imágenes publicadas entre 1920 y 1950, la mayoría de la gente es capaz de distinguir claramente lo que constituye una escena propia de la ciencia-ficción pulp . Los sujetos de la misma solían ser heroicos humanos o alienígenas grotescos representados en plena acción; o bien tecnología futurista de dimensiones colosales. El estilo, aunque naturalista, estaba muy alejado del fotorealismo sin carecer de una poderosa energía y dinamismo. Se aplicaban a menudo colores primarios de tonos brillantes y la composición tendía a seguir líneas horizontales o verticales, a menudo utilizando una o dos diagonales y alguna curva para transmitir vigor. El grafismo del nombre de la revista y el de los títulos de las historias y autores incluidos en su interior contribuían a redondear el efecto: fuentes gruesas, de colores fuertes, algunas veces insertos en la propia ilustración (como un cohete pasando por delante de la cabecera de la revista, como si las letras formaran parte del mundo representado).
Cuatro artistas en particular han quedado asociados con este estilo tan característico de la ciencia-ficción pulp. Iremos rindiéndoles cumplido homenaje en futuros artículos, pero el más recordado y famoso de todos ellos fue Frank R. Paul (1884–1963). Nacido en Austria, estudió en Viena, París y Nueva York y aunque su formación era la de arquitecto, se centró en la ilustración comercial, desarrollando su carrera profesional en Estados Unidos. Tras ser descubierto por Hugo Gernsback en 1914, ambos nombres quedaron virtualmente unidos en la historia de la ciencia-ficción. Paul ilustró las primeras revistas de Gernsback, se encargó de todo el primer número de Amazing Stories (1926), y cuando su jefe perdió el control de la cabecera y comenzó una nueva etapa en 1929, volvió a ser su principal baza en el apartado gráfico de Science Wonder Stories, Air Wonder Stories y Wonder Stories. Su asociación con Gernsback se prolongó hasta mediados de los cincuenta. Para entonces, había dibujado casi doscientas portadas para diferentes revistas.
Las portadas de Paul son inconfundibles. Aquí podéis ver algunos ejemplos. Sus ciudades y artefactos muestran un extraordinario detalle, sus alienígenas son imaginativos y hasta plausibles, pero las grandes dimensiones de sus motivos dejaban a menudo a los humanos reducidos a figurillas apenas distinguibles. Lo cierto es que no se le daba bien dibujar el cuerpo humano y cuando éstos constituían el foco principal del dibujo, adolecían de una excesiva simplicidad y rigidez. Los colores con los que trabajaba eran siempre intensos y planos, con una predilección por los rojos y amarillos para los fondos, aunque esta restricción venía en realidad impuesta por la obsesión de Gernsback por reducir los costes de imprenta.
A pesar de sus limitaciones técnicas, Paul fue capaz de producir un enorme número de variaciones sobre el mismo tema. Su mérito e importancia fue rápidamente reconocido, como lo demuestra que en 1939 fuera invitado de honor en la primera Convención Mundial de Ciencia-ficción. Su trabajo inspiró a incontables aficionados a escribir y dibujar ciencia-ficción y a explorar los misterios de la ciencia. Por nombrar sólo dos insignes escritores: la primera imagen de ciencia-ficción que vieron futuros maestros como Arthur C. Clarke o Ray Bradbury fue una ilustración de Frank R. Paul. Sólo por eso el suyo es un nombre a reivindicar, si no como padre, sí como padrino de la ciencia-ficción.
Copyright del texto © Manuel Rodríguez Yagüe. Sus artículos aparecieron previamente en Un universo de viñetas y en Un universo de ciencia-ficción, y se publican en Cualia.es con permiso del autor. Manuel también colabora en el podcast Los Retronautas. Reservados todos los derechos.