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«Después de que todo se viniera abajo» («After Things Fell Apart», 1970), de Ron Goulart

Ron Goulart es un estudioso de la literatura pulp, un especialista en la historia del comic-book y también escritor de ficción. Es autor de docenas de libros, incluyendo novelas y relatos cortos de misterio y ciencia-ficción en las que abundan el mal uso de la tecnología, una sexualidad nada disimulada y un humor seco y burlón. No es que sea un autor particularmente brillante pero resulta entretenido y ligero. Para muestra un botón.

After Things Fell Apart (Después de que todo se viniera abajo) describe un futuro cercano sin especificar (más o menos a mediados de los noventa del siglo pasado) en el que las cosas no han ido nada bien. Veinte años antes, el gobierno y la sociedad de Estados Unidos se colapsó siguiendo el modelo decadente, no catastrofista. Esto es, nada de guerra nuclear, desastres planetarios, invasión comunista global o chiflados al estilo Mad Max. Sencillamente, América se ha convertido en un territorio balcanizado, dividido en pequeños feudos, ciudades-estado y grupos tribales que viven al margen de todo el sistema –o lo que queda de él. Por supuesto, todos están enemistados con todos.

Como toda buena novela negra que se precie, ésta también comienza en San Francisco. Se han producido una serie de asesinatos, perpetrados por un grupo separatista de lesbianas radicales llamadas Matahombres, S.A. pero más comúnmente conocidas como Lady Day. Jim Haley, un detective que trabaja para la Oficina de Investigación Privada, se ocupa del caso tratando de averiguar quién son las asesinas y qué es lo que buscan.

El libro es, pues, un híbrido un tanto enloquecido de intriga al estilo Chandler y road movie sesentera. En el curso de sus pesquisas, Haley ira visitando pequeños enclaves autárquicos dirigidos por insignificantes individuos que se empeñan en ignorar al resto del mundo mientras tratan de mantener el control de sus ridículos dominios. Entre ellos podemos citar lugares como la ciudad abierta del pecado, San Rafael, gobernada por unos aficionados mafiosos (no se permiten italianos) ; el Instituto Nixon, donde envejecidas estrellas del rock rememoran los días en los que todavía tenían pelo ; o Viena Oeste, un enorme complejo psiquiátrico.

Haley acaba llegando a una especie de perpetuo festival renacentista donde consigue una pista que le conduce hasta una antigua miembro de la banda –que resulta ser una hippy de lo más apetitosa– quien, a cambio de protección, le da información sobre un actor gay aliado con los terroristas. Haley y la muchacha se enrollan –no esperábamos otra cosa– antes de que a ella la secuestren sus antiguas compañeras de tropelías. El detective sale en su busca y corre varias aventuras bastante tontas hasta alcanzar el clímax de la narración.

Una obra menor, intrascendente, de rápido ritmo, con toques eróticos, un tanto triste, cínica y con un humor quizá demasiado absurdo como para poder calificarlo de sátira. Con todo, es uno de los mejores libros de Goulart.

Imagen superior: portada de Paul Alexander para la edición de 1977.

Copyright del texto © Manuel Rodríguez Yagüe. Sus artículos aparecieron previamente en Un universo de viñetas y en Un universo de ciencia-ficción, y se publican en Cualia.es con permiso del autor. Manuel también colabora en el podcast Los Retronautas. Reservados todos los derechos.

Manuel Rodríguez Yagüe

Como divulgador, Manuel Rodríguez Yagüe ha seguido una amplia trayectoria en distintas publicaciones digitales, relacionadas con temas tan diversos como los viajes ("De viajes, tesoros y aventuras"), el cómic ("Un universo de viñetas"), la ciencia-ficción ("Un universo de ciencia ficción") y las ciencias y humanidades ("Saber si ocupa lugar"). Colabora en el podcast "Los Retronautas".