Lo que empezó como una película espectacular, pero sin mayores ambiciones –Depredador, 1987–, terminó creando toda una mitología basada en esa raza de cazadores espaciales.
Al contrario que en la saga hermana Alien, las distintas historias que han surgido tras Depredador no han seguido a un personaje humano recurrente –el caso de Ellen Ripley en los distintos Alien–, sino que han contado con distintos protagonistas, siempre con la presencia amenazadora –a veces aliada– de los extraterrestres.
Así, en 1990 llegó la secuela Depredador 2, considerada como inferior durante muchos años, pero que ha ido ganando adeptos con el tiempo.
Con un esquema muy similar al de la primera entrega –el guión también estaba firmado por los hermanos Thompson–, esta nueva película se sitúa en un futurista Los Ángeles de 1997, durante una ola de calor –losdepredadores cazan siempre en esos ambientes–. Una ciudad infernal donde las calles son un auténtico campo de batalle entre bandas de narcotraficantes y la policía.
Un nuevo alienígena llega a L.A. y se encuentra en su salsa despedazando narcos colombianos y jamaicanos, algo que desconcierta al duro detective de policía Hartigan, el nuevo héroe interpretado por un Danny Glover que por entonces andaba inmerso en la saga de Arma Letal, producida por Joel Silver, al igual que los films de la saga Depredador.
En un principio, el protagonista de esta nueva entrega iba a ser nuevamente Arnold Schwarzenegger, pero las negociaciones sobre su salario no llegaron a buen puerto.
Manteniendo el tono de cómic de la primera entrega, Depredador 2 saca provecho del entorno urbano con tensas escenas de acción opresiva –la masacre en el Metro o la persecución por los bloques de viviendas– orquestadas por el eficiente artesano Stephen Hopkins, director procedente de la saga Elm Street y posteriormente responsable de una joyita oculta del cine de aventuras, Los demonios de la noche (1996).
Hopkins, nacido en Jamaica, condimenta la película con interesantes sabores ancestrales, tales como referencias visuales al vudú o a las civilizaciones precolombinas, con lo que dota de ciertas resonancias míticas lo que podría haber sido un mero thriller de ciencia–ficción.
El film también resulta jugoso para el aficionado al cine de género por la presencia de un reparto plagado de actores de culto dentro de ese mundillo: Bill Paxton, Gary Busey, Robert Davi, Adam Baldwin, Rubén Blades o María Conchita Alonso, quien encarna a una nueva heroína latinoamericana, algo común en las tres entregas de la saga.
En Depredador 2 conocemos algo más sobre esta raza de nobles cazadores, incapaces de disparar a presas desarmadas ni preñadas, y de paso vemos una de sus naves por dentro.
Lo que, al parecer, fue una broma de Stan Winston, se convirtió en el detalle más recordado del film: un cráneo de Alien luciendo en la pared de trofeos de los depredadores.
Nunca sabremos si, realmente, se trataba de un detalle improvisado o de un paso hacia nuevas direcciones comerciales, ya que en ese mismo 1990 la editorial de cómics Dark Horse publicó su celebrada primera serie Alien Vs Predator, iniciando un nuevo e inabarcable universo extendido en cómics, videojuegos, novelas y películas que dura hasta hoy.
En dicho universo expandido, los depredadores se han enfrentado a otros enemigos de lo más variado en distintos entornos y épocas, desde héroes anónimos (en cómics como Big Game, Bad Blood o Race War)a otros tan conocidos como Batman, Superman o el mismísimo Rey de los Monos, quien combate a estos monstruos en el mundo subterráneo de Pellucidar en Tarzán Vs Predator en el Centro de la Tierra.
En 2010, el productor Robert Rodríguez retomó la saga, olvidándose de estos crossovers y, sobre todo, de las dos erróneas entregas cinematográficas de Alien Vs Predator dirigidas por Paul W Anderson y los hermanos Strause en 2004 y 2007, respectivamente.
Ya en los tiempos de Desperado (1995), Rodríguez tenía preparado el guión de una tercera entrega de Depredador, pero los productores lo rechazaron por ser un proyecto demasiado caro –esta saga siempre se ha movido en presupuestos más bien modestos–, con lo cual el guión quedó aparcado sin demasiadas esperanzas de madurar.
De manera algo inesperada, en 2010 nos llegó Predators, un noble intento de recuperar la serie con una reescritura del guión de Rodríguez, quien ejerce de productor de la película.
Basándose en el nuevo guión reelaborado por los prácticamente novatos Alex Litvak y Michael Finch, el director Nimród Antal (Control, Vacancy, Blindado) trató de recuperar el aspecto y el tono de la película original de McTiernan, que uno de los personajes resume para los iniciados, sin contar los múltiples guiños destinados al fan de la saga: la ametralladora Gatling, las trampas o la banda sonora, que hasta incluye la canción de Little Richard Long Tall Sally.
En Predators se volvía a la selva, a la música de tam-tams y, lo más importante, al suspense, un elemento poco apreciado en el cine de acción actual y que suele ser material de trabajo del director Nimród Antal.
El film se plantea en todo su primer tercio como un misterio, como si el espectador no supiera nada acerca de las otras películas. Los protagonistas caen en paracaídas en la jungla, sin saber por qué ni recordar cómo han llegado ahí, siguiendo un modelo clásico de historia que muchos asociarán a Cube (Vincenzo Natali, 1997), aunque en realidad la película tenga más ecos de El malvado Zaroff (Irving Pichel y Ernest B. Schoedsack, 1932) o de los Diez negritos de Agatha Christie.
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