Charlotte Perkins Gilman nació el 3 de julio de 1860 en Hartford, Conneticut. Es considerada una escritora feminista, aunque ella rechazaba esa etiqueta. Las razones de Perkins Gilman para no considerarse feminista eran muy razonables, pero también hay buenas razones para considerar que sí lo era, del mismo modo, por ejemplo, que podemos considerar a Mark Twain un escritor abolicionista, puesto que estaba en contra de la esclavitud.
Perkins Gilman también estaba en contra de la esclavitud o servidumbre de la mujer, así que es razonable que aparezca en la lista de aquellos que finales del siglo XIX y principios del XX lucharon por los derechos de las mujeres.
Otros feministas de la época fueron Bertrand Russell y John Stuart Mill. Cualquier persona razonable debería haberlo sido, pero la verdad es que muchas personas inteligentes y razonables no sólo no se unieron a una de las mayores y más justas revoluciones sociales que han tenido lugar, sino que se alinearon en su contra. Esa es una buena muestra de cómo los prejuicios de nuestra época y nuestra sociedad (lo que Francis Bacon llamaba “los prejuicios de la tribu”) pueden afectarnos sin que siquiera seamos conscientes de que se trata de prejuicios, pues hoy en día nadie en su sano juicio se mostraría contrario a la iguladad entre hombre y mujeres, aunque todavía hay muchos que dan poca importancia al cambio colosal que se produjo en el siglo XX en la relación entre hombres y mujeres (que todavía está pendiente en el mundo musulmán).
Perkins Gilman escribió una novela utópica llamada Dellas (Herland). Es curioso, porque mi madre, que no conoce a Perkins Gilman, creo, hace muchos años se propuso escribir una novela o un guión cinematográfico acerca de una sociedad utópica en la que sólo existían mujeres: los hombres se habían extinguido por alguna razón y las mujeres se reproducían por partenogénesis, es decir, sin participación del varón.
Hoy en día eso ya no es una teoría utópica, sino que es posible que a partir de un óvulo pueda nacer un ser humano, sin necesidad de semen. No estoy seguro de que se haya conseguido hacer lo mismo sólo con semen, creo que no.
Las mujeres de Dellas o Herland, como sucedía en la utopía de mi madre, se reproducen por partenogénesis. No hay hombres allí desde que fueron exterminados 2000 años antes (no por las mujeres, sino a causa de una guerra). Es una sociedad aislada y protegida del mundo, que recuerda un poco el Erewhon de Samuel Butler.
Además, las mujeres tienen sólo hijas por alguna extraña razón genética. Han prescindido de casi todos los animales domésticos, como los perros, ya que atacan a las niñas, pero tienen gatos (tanto hembras como machos), a los que han educado para que no cacen a los pájaros.
Además, practican un cierto control de la población debido a la escasez de alimento y han desarrollado una agricultura intensiva y repoblado los bosques con sólo árboles frutales.
Las mujeres de Dellas son vegetarianas, practican la incineración, no creen en divinidades castigadoras patriarcales, sino en una difusa Diosa madre, e insisten más en la educación que en la genética, una educación flexible y tolerante, fundada sobre todo en juegos y diversiones y no en el esfuerzo o el castigo.
Existe en Dellas una cierta organización social, pero no parece demasiado rígida: hay unas guardianas, robustas y que han pasado ya de los cuarenta. Están también las niñas, que son, no literalmente pero si psicológicamente, hijas de todas las habitantes de Dellas (“cada niña tiene dos millones de madres”) y están las jóvenes. Estudian toda la vida y no una sola cosa, sino todo tipo de cuestiones, evitando la especialización.
Yo comparto o siento simpatía casi con todas estas características, así que parece una buena sociedad utópica, incluso para alguien como yo, que soy contrario a las utopías. Dellas es una de las pocas utopías que no se mantiene con el recurso a la fuerza o la violencia, característica casi obligada en todas las sociedades utópicas, no sólo las del mundo real, sino incluso las de la ficción, como la Utopía de Tomas Moro o la República de Platón.
Un aspecto curioso de Dellas es que allí no existe el sexo, la atracción y el acto sexual. Perkins Gilman lo dice explícitamente, pero también deja claro que las habitantes de Dellas no son lesbianas.
Tampoco existen sentimientos como los celos y es curioso que en un momento de la obra se diga que a las mujeres de Dellas no les interesan las historias del mundo exterior (que les cuentan tres hombres que llegan allí), en las que los celos son el argumento principal.
A mí me sucedió lo mismo cuando vi la película Closer: no entendía el absurdo comportamiento de los personajes (motivado por los celos), lo que me hacía difícil identificarme o preocuparme por sus problemas. Es algo semejante a lo que pasa al leer las obras de Calderón que tienen que ver con el concepto del honor, que hoy a todo el mundo le parece tan absolutamente ridículo como a mí me lo parecen las historias que se basan únicamente en la idea de los celos y que presentan las infidelidades como si algo tremendo, o la fidelidad como algo que tuviera que ver con el amor.
En Dellas hay amor, pero no hay sexo y tampoco celos. Perkins Gilman sugiere que el sentimiento de los celos tiene mucha relación con el sexo, pero ninguna con el amor, lo que es hasta cierto punto razonable. Pero quizá tampoco tengan que ver los celos con el sexo, sino con el sentido de posesión, que es un rasgo muy masculino, pero que también comparten muchas mujeres. Otro día hablaré de la interesantísima y lúcida distinción que hace Perkins Gilman entre lo femenino, lo masculino y lo humano.
La ausencia de sexo es, en mi opinión, casi el único rasgo negativo de Dellas, pero tal vez sea ese un prejuicio del que yo no he sabido librarme, y respecto al cual no siento por el momento ninguna necesidad de abandonar, pues en el sexo sólo veo placer y maravilla.
En el estupendo prólogo a Dellas escrito por Elizabeth Rusell, se añaden algunos defectos más de la obra, como cierto racismo, común en la época. Es cierto, pero ese racismo se muestra muy atenuado en comparación con otras opiniones vergonzosas de autores de la misma época, porque en general las feministas también eran antiesclavistas. En cuanto a opiniones cercanas a las teorías eugenésicas o de la lucha por la vida en el sentido de Spencer o de Galton, yo no lo he visto tan claro en la novela: aunque es cierto que se habla de “supermadres” (a semejanza de los superhombres nietzschianos), también hay una pasaje en el que se dice de manera explícita que sin duda es más importante la educación que la genética.
En cualquier caso, se trata de una novela de ciencia ficción o utópica, no de un ensayo propiamente dicho, que plantea una situación insólita, por lo que tampoco se puede atribuir a la autora todas las opiniones o situaciones en las que se encuentran sus personajes, supongo.