Todo parece mejorar cuando leemos a Julio Camba. Incluso la posibilidad de indultar al periodismo español –transformado, muy a nuestro pesar, en un gremio decadente– se convierte en certeza gracias a este maravilloso articulista.
¿Qué no daríamos por tener a Camba vivo y firmando nuevas crónicas? Ahí es nada: un periodista ingenioso, culto, de ritmo voraz, que encima redacta con claridad, equilibrio y sentido común.
Sus escritos son un do de pecho narrativo, y no obstante, Camba escribe como quien enciende pitillos, con naturalidad, y al mismo tiempo, cuidando el gesto, decidido a seducir. Su plan funciona, y el lector no se pierde un detalle. En el fondo, su gran secreto es que sigue demostrando que el periódico es un gran invento.
En esta antología apreciamos con absoluta nitidez todas las facetas de Camba como escritor viajero. Las crónicas aquí reunidas transmiten el tono y el colorido de las ciudades por las que transita, ya sea a través del relato de un suceso, ya sea por medio de pinceladas pintorescas.
Lo cotidiano y lo fugaz se convierte aquí en literatura urbana. Prosa ligera, despreocupada, libre… De hecho, uno acaba entendiendo por qué, como señala en su extraordinario preámbulo Francisco Fuster –responsable asimismo de la edición– Camba quería ser un hombre-anuncio, como esos que ilustran la portada del libro.
«En realidad –nos dice don Julio–, esto de ser hombre sandwich no constituye precisamente una profesión, sino algo infinitamente más elevado: una filosofía. El hombre sandwich no hace nada. Anda, callejea, curiosea, huele… No se diferencia del vago ordinario más que en que tiene cartel. Es decir, que el hombre sandwich es un vago, sólo que un vago que administra su vagancia poniéndola al servicio de las agencias de publicidad. ¿Puede haber algo más seductor para un español?»
Fuster agrupa los artículos en capítulos dedicados a las distintas ciudades que componen la travesía de Camba como enviado especial. De ese modo, lo que en su día fueron escritos de ocasión, destinados a este o aquel periódico, adquiere la textura y la continuidad de un libro ideado como tal, de suerte que, al final, parece que es el propio Camba quien –aún vivo y sonriente– nos presenta esta magnífica novedad editorial.
Sinopsis
Si por algo es conocido Julio Camba es justamente por su faceta de cronista viajero, por haber descollado en un género cultivado por escritores de la talla de Azorín, Josep Pla, César González-Ruano, Rubén Darío o Enrique Gómez Carrillo. Como pone de manifiesto esta antología –creada ex novo por Francisco Fuster bajo el título de Crónicas de viaje–, Camba no ejerció nunca como el turista que visita los lugares de interés recomendados por las guías.
Su ideal fue el del flâneur ocioso. Su filosofía, «escéptica y peripatética», la del hombre-sándwich: el que «no hace nada», el que solo «anda, callejea, curiosea, huele…». Camba fue un español que recorrió el mundo en un viaje interior al centro de su propia persona, trabajando durante más de dos décadas como enviado especial de los principales periódicos españoles de la época: El Mundo, La Correspondencia de España, La Tribuna, ABC o El Sol.
Esta antología ofrece al lector las ciento cincuenta mejores crónicas publicadas por el periodista gallego, incluyendo varias decenas de ellas –rescatadas de la hemeroteca– que permanecían inéditas en formato libro y se publican ahora por primera vez, agrupadas en una serie de capítulos que giran en torno a las distintas ciudades en las que Camba trabajó como corresponsal de prensa.
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