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Crítica: «Zatoichi» (Takeshi Kitano, 2003)

Mucho se ha hablado respecto a esta película sobre un cambio de estilo por parte de Kitano. Es cierto que dista bastante en forma y fondo de sus obras más conocidas en Occidente, pero también es verdad que este peculiar artista no puede ser encasillado de ningún modo.

Takeshi Kitano, no lo olvidemos, es el director de comedias locas (loquísimas) como Getting any? Este polémico showman y columnista formó dúo cómico en los setenta con Nirō Kaneko (Beat Kiyoshi). En la década siguiente, su pareja profesional fue otro icono humorístico de la televisión japonesa, Sanma Akashiya. Y no olvidemos Takeshi’s Castle, el demencial concurso presentado por Kitano en los ochenta, que fue conocido entre nosotros como Humor Amarillo. Por lo tanto, pensar que solo se ha limitado a hacer poéticas y trágicas historias de yakuzas sería un error.

Lo que sí es cierto es que por primera vez realiza una película chambara (de época y espadachines, vamos) aceptando el reto de encarnar a un personaje mítico en la memoria colectiva japonesa, el célebre Zatoichi que encarnó durante varias décadas Shintaro Katsu en multitud de películas y en televisión. Algunos recordarán la versión occidental de este personaje que protagonizó en 1989 Rutger Hauer, dirigida por Phillip Noyce y programada hace años con bastante frecuencia por Su Pantalla Amiga.

Pero volvamos al Zatoichi del nuevo milenio. Si en un principio la idea de Kitano era protagonizar y dejar que dirigiera el alocado Takashi Miike, bien es cierto que se nota en la pantalla lo que ha disfrutado llevando a buen puerto esta clásica historia a la que inyecta una buena cantidad de innovación, pero sin dejar de lado la tradición.

Así, se puede apreciar una deuda (confesada por el propio autor) con Kurosawa, patente en unas brillantes escenas de lucha en las que, no obstante, no se huye de las nuevas tecnologías en pro de la violencia más disparatada y creativa.

El uso de los efectos infográficos resulta, en ocasiones, bastante falso a la vista, pero cuando los ojos “se acostumbran” a tanta sangre virtual se puede disfrutar de unas mutilaciones y explosiones carmesí de carácter casi pictórico. Otra de las locuras de Kitano es la incorporación de momentos musicales, con unos campesinos que cavan al ritmo de la banda sonora o un espectacular final en el que los personajes se lanzan a bailar claqué para dar una simpática despedida a la función. Pocos directores en el mundo serían capaces de arriesgarse tanto y encima salir triunfantes.

Pese a momentos de drama, como la subtrama del ronín y su mujer enferma o la historia de la dura infancia de las geishas, lo cierto es que la película está impregnada de un sano aire de buen rollo (que no está reñido con la ultraviolencia de cómic) al que contribuye definitivamente el derroche de humor Kitaniano, sobre todo en lo referente al personaje de Shinkichi , interpretado por el hilarante Gadarukanaru “Guadalcanal” Taka, quien protagoniza escenas de las de caerse de la butaca entre estertores de risa, como aquella en la que intenta enseñar el arte de la lucha a unos vecinos y termina apaleado.

No hay que dejar de lado la incorporación de personajes femeninos fuertes e independientes en la película, ya que por lo general las mujeres en sus films han tenido una posición pasiva o sufriente. Aquí nos encontramos con una campesina de edad madura que vive sola sin problemas y no tiene peros a la hora de albergar en su casa a los protagonistas, aun arriesgando su pellejo, y con una geisha vengativa que no tiene problema en despachar a los asesinos de su padre mediante un shamisen letal.

Aunque echemos de menos al compositor habitual de Kitano, el gran Joe Hisaishi, lo cierto es que pocas, o ninguna pega se puede poner a esta película, en la que aparecen jugadores tramposos, geishas travestis, tontos del pueblo y ninjas, y que supone un perfecto ejemplo de cine popular que no renuncia a la innovación ni al sello autoral.

El aficionado más idealista espera que esta película sea el comienzo de una nueva serie sobre las andanzas del masajista espadachín, ya que Kitano, usando una expresión popular, “se sale” en este papel. Por pedir, pediríamos que las películas de esta supuesta serie fueran dirigidas por los directores japoneses más importantes de la actualidad, pero bueno, estos son ya desvaríos y anhelos.

El poder de la espada samurai empieza a destrozar taquillas, y a la espera de que se estrene Kill Bill de una vez, sólo queda hacernos esta pregunta: Si Kitano y Uma Thurman se enfrentasen en un duelo de katanas, ¿quién perdería? Respuesta: Tom Cruise.

Sinopsis

Zatoichi (Beat Takeshi) es un masajista que, pese a su ceguera, es un extraordinario jugador de dados y maneja con maestría la katana que lleva escondida en su bastón. Cuando llega a un pueblo dominado por criminales se ve obligado a hacer uso del acero al conocer a un par de geishas que quieren vengar la muerte de sus padres. Los criminales contratan al ronín Hattori (Asano Tadanobu), un samurai diestro en la esgrima pero caído en desgracia que se ofrece como guardaespaldas para poder cuidar a su esposa enferma.

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Vicente Díaz

Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad Europea de Madrid, ha desarrollado su carrera profesional como periodista y crítico de cine en distintos medios. Entre sus especialidades figuran la historia del cómic y la cultura pop. Es coautor de los libros "2001: Una Odisea del Espacio. El libro del 50 aniversario" (2018), "El universo de Howard Hawks" (2018), "La diligencia. El libro del 80 aniversario" (2019), "Con la muerte en los talones. El libro del 60 aniversario" (2019), "Alien. El 8º pasajero. El libro del 40 aniversario" (2019), "Psicosis. El libro del 60 aniversario" (2020), "Pasión de los fuertes. El libro del 75 aniversario" (2021), "El doctor Frankenstein. El libro del 90 aniversario" (2021), "El Halcón Maltés. El libro del 80 aniversario" (2021) y "El hombre lobo. El libro del 80 aniversario" (2022). En solitario, ha escrito "El cine de ciencia ficción" (2022).