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Crítica: «Wonderstruck. El Museo de las Maravillas» (Todd Haynes, 2017)

Todd Haynes hay que agradecerle, además de sus excelentes dotes como director, su amor sin complejos por el melodrama clásico, una afición casi punk en estos tiempos de cinismo y agresividad. No es que su películas sean blandas o edulcoradas, pero sí que recurren a personajes y situaciones que van, emocional y artísticamente, un poco más allá del drama realista. Es algo que también le ocurre a nuestro Pedro Almodóvar, sin que los films de ambos cineastas se parezcan demasiado.

Con WonderstruckHaynes intenta acercarse a un público más amplio. Se podría calificar como una cinta familiar, si bien tampoco es una película infantil estándar. No aborda temas tan oscuros como su magistral Lejos del cielo (2002), y estaría más cerca del modelo Charles Dickens que de Douglas Sirk, pero no tiene nada que ver con Disney.

El film, basado en la novela de Brian Selznick Maravillas, narra dos historias muy similares que transcurren en dos tiempos muy distintos, protagonizadas por niños sin capacidad para hablar, que escapan a Nueva York por su propia cuenta. Las dos historias tienen una conexión misteriosa, y ese enigma es el que hace que el relato avance. Una fórmula clásica que siempre funciona.

Entre otras cosas, Wonderstruck se plantea como una especie de canto de amor a la ciudad de Nueva York, mostrando dos de sus caras más reconocibles: el glamouroso y mágico Manhattan de los años 30 y la sórdida pero vitalista Gran Manzana de la década de los 70. Además, gran parte de la acción se sitúa en uno de los lugares más fascinantes de esa ciudad: el Museo Americano de Historia Natural, escenario de novelas adaptadas al cine como The Relic y Noche en el museo.

Así, en esta extraña película van de la mano los misterios familiares, la pasión por los museos, las dificultades de mudos y sordomudos, el valor infantil y la mística neoyorquina. Una mezcolanza que a muchos les sabrá a barullo discordante, pero que no deja de ser una apuesta por la originalidad, sin salirse de un estilo de cine clásico que casi nadie maneja ya.

Como los objetos que se muestran en los “gabinetes de las maravillas” que aparecen en la película, Wonderstruck es una pequeña rareza asequible a todo tipo de público, y que bien merece una ojeada tan curiosa como desprejuiciada.

Sinopsis

Ben y Rose son niños de dos épocas distintas, que desean en secreto que sus vidas sean diferentes. Ben sueña con el padre que nunca conoció, mientras Rose lo hace con una misteriosa actriz cuya vida narra en un libro de recuerdos. Cuando Ben descubre una pista en casa y Rose lee un tentador titular en el periódico, ambos comienzan una búsqueda que se desarrollará con una fascinante simetría.

Cualquiera que haya leído la novela de Brian SelznickLa invención de Hugo Cabret, o que haya visto Hugo, la aclamada adaptación cinematográfica de Martin Scorsese, probablemente no se sorprenda al enterarse de que El museo de las maravillas documenta los miedos de un niño que descubre un mundo adulto marcado por la soledad, la confusión y el arrepentimiento. Y al igual que su predecesora, El museo de las maravillas logra infundir a su historia las sensaciones infantiles de que la magia existe y de que todo es posible. Un maestro de lo que él llama «hacer libros», las novelas de Selznick están tan bien nutridas de asombrosas ilustraciones como de personajes vívidos e imaginativos.

«Muchas personas que leyeron La invención de Hugo Cabret me dijeron que les gustaban las secciones de ilustraciones, porque es como si todo se calmase», recuerda Selznick, a propósito de la inspiración de Maravillas. Y continúa: «Cuando lees tu imaginación escucha las palabras, y entonces la narración continúa en imágenes, sin palabras: todo se traslada a una parte diferente de tu cerebro. Las palabras se desvanecen y vemos lo que sucede. Esa sensación de calma al mirar las imágenes me intrigaba mucho». Algo similar se le ocurrió a Selznick cuando vio el documental de 2007 de PBS Through Deaf Eyes. Un hombre describía la sordera como una cultura visual, porque el lenguaje es un algo visual», dice Selznick. Describiendo con su voz y en lengua de signos, Selznick continúa: «Pensé: tal vez si hago un libro en el que haya imágenes que cuenten la historia de un personaje sordo, eso sería de alguna manera paralelo a la forma en que experimenta la vida, porque ambos serían visuales».

El resultado es un libro que es diferente a cualquier otra experiencia lectora. Tras su publicación en 2011, Maravillas se convirtió en una lectura obligada para gente de todas las edades. El impulso inicial de contar la historia de un viaje extraordinario desde la perspectiva de un niño sordo se convirtió en dos historias y dos viajes, contados alternativamente. Una historia se muestra únicamente a través de las ilustraciones exquisitamente detalladas y delicadas de Selznick, en la línea de la mejor novela gráfica, pero sin texto alguno: se trata de la vida vista a través de los ojos de la joven Rose, en 1927. Sorda de nacimiento, Rose vive con un padre que la esconde del mundo, de forma que decide escapar a Nueva York para encontrarse con una actriz famosa, Lillian Mayhew. El lector experimenta el gran paisaje urbano en pleno apogeo de la era del jazz a través de los ojos de Rose: el sabor del silencio transmitido con toda pasión.

La segunda historia ocurre cincuenta años más tarde, y también la protagoniza un joven héroe, Ben, que también viaja a Nueva York, pero esta vez buscando pistas de su padre, al que perdió hace mucho tiempo. Ben es sordo desde hace poco, y por eso su historia se cuenta en prosa, ya que experimenta muchos de los desafíos y obstáculos que también vive Rose, pero con unos recuerdos, intenciones y habilidades diferentes.

La adaptación de La invención de Hugo Cabret al cine fue sólo posible cuando Martin Scorsese se involucró en el proyecto. Sólo alguien con un brillante sentido de la narración cinematográfica, así como una técnica depurada, sería capaz de capturar la magia del libro. «A veces la gente me pide consejos sobre cómo entrar en la industria del cine», bromea Selznick. «Y yo digo, ‘Oh, es fácil. Haces libros durante unos 15-20 años, y luego esperas a que Martin Scorsese te llame». De hecho, incluso tras el asombroso éxito de Hugo de Scorsese (cuyo guión adaptó John Logan), Selznick estaba seguro de que Maravillas sería aún más difícil de trasponer a la gran pantalla, aunque sólo fuera por la naturaleza inusual de los personajes principales de la novela. «Pensé: este libro no puede adaptarse», explica Selznick. «A diferencia de Hugo, donde se narra una historia con palabras e imágenes, Maravillas está diseñado para ser dos historias: una sólo visual, y una sólo textual. Hice el libro pensando que no podría adaptarse al cine».

Pero cuando terminó el libro y vio cómo Scorsese y Logan hacían posible el éxito de Hugo, el escritor reconsideró su postura. «Comencé a pensar que tal vez había alguna manera», dice. Se propuso el ejercicio inicial de elaborar un guión por su cuenta, con algunas aportaciones de John Logan. «Él me ayudó mucho, y me dio notas y orientación. Su primer vistazo fue el más duro», recuerda Selznick entre risitas. «Eliminó la mitad de las primeras 50 páginas». Con la ayuda del ojo experimentado de LoganSelznick se propuso que su técnica en la gran pantalla fuera tan digna como la literaria. La historia de Rose, ambientada en 1927, se rodaría en blanco y negro, y con la estética de una película muda, mientras que la de Ben se filmaría a todo color y con una banda sonora original. «Podemos unir ambas historias y jugar con el sonido dentro del silencio, e incluir música. No existía el límite de palabras e imágenes que existía en el libro, y pensé que eso funcionaría en la gran pantalla», explica Selznick.

Una de las personas a las que Selznick mostró su proyecto de versión cinematográfica de El museo de las maravillas fue otro miembro del equipo de Hugo, la experimentada diseñadora de vestuario (y tres veces ganadora del Oscar) Sandy Powell, cuya pasión por el proyecto y su visión creativa tuvieron como resultado que se embarcó en el papel de productora ejecutiva, así como diseñadora de vestuario. «Incluso antes de que Brian pensara en escribir el guión», Powell recuerda, «ya le había dicho, ¿no sería genial que tu libro fuese también una película? E incluso en aquel momento, pensaba que sería genial si Todd Haynes lo llevara a cabo». Tras leer uno de los primeros borradores de SelznickPowell sabía que su instinto había dado en el clavo: «Voy a preguntarle a Todd si está interesado», se dijo. Haynes estaba en la postproducción de su película más reciente, Carol, y Powell sabía que andaría demasiado ocupado. «Pero al final de ese proceso, al menos conseguí que Todd y Brian se conociesen. Sabía que a Todd le llamaría la atención, y se interesaría más por el guión. Lo leyó de inmediato, fue muy emocionante para todos».

Selznick, que se considera muy cinéfilo, se sintió halagado de que el prestigioso Haynes quisiera formar parte de El museo de las maravillas, aunque en principio, como opinarán muchos espectadores, la adaptación pueda parecer un poco fuera de lo común. Al fin y al cabo, Haynes es conocido por hacer películas provocativas sobre situaciones muy «adultas» relacionadas con la sexualidad, la identidad y la responsabilidad social. Por un lado es cierto que sus películas a menudo cuentan con personajes infantiles, pero definitivamente, no es la persona en la pensaríamos para realizar una película sobre niños para el público en general.

«Nunca había pensado en Todd«, admite Selznick, «pero en cuanto Sandy le mencionó, pensé: ‘es el único que podría hacerlo’. Todd es uno de los pocos directores cuya inteligencia queda patente en su producto artístico. No sientes ningún tipo de distancia ni de frialdad cuando ves una película suya. Al contrario: sientes a los personajes, la vida de estas personas, y comprendes que él tiene el control total de su mundo. Es un maestro del género. La sensibilidad que aporta, el sentido de verlo todo desde una perspectiva externa, era exactamente la forma en que yo imaginaba en el libro que estos niños, sordos, entendían el mundo que les rodea. Ambos buscan a su familia, su identidad… su historia. Y Todd lleva trabajando en eso durante toda su carrera».

Copyright del artículo © Vicente Díaz. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © Killer Films, FilmNation Entertainment, Cinetic Media, Picrow, Amazon Studios. Cortesía de Diamond Films. Reservados todos los derechos.

Vicente Díaz

Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad Europea de Madrid, ha desarrollado su carrera profesional como periodista y crítico de cine en distintos medios. Entre sus especialidades figuran la historia del cómic y la cultura pop. Es coautor de los libros "2001: Una Odisea del Espacio. El libro del 50 aniversario" (2018), "El universo de Howard Hawks" (2018), "La diligencia. El libro del 80 aniversario" (2019), "Con la muerte en los talones. El libro del 60 aniversario" (2019), "Alien. El 8º pasajero. El libro del 40 aniversario" (2019), "Psicosis. El libro del 60 aniversario" (2020), "Pasión de los fuertes. El libro del 75 aniversario" (2021), "El doctor Frankenstein. El libro del 90 aniversario" (2021), "El Halcón Maltés. El libro del 80 aniversario" (2021) y "El hombre lobo. El libro del 80 aniversario" (2022). En solitario, ha escrito "El cine de ciencia ficción" (2022).