Allá por mediados de los ochenta, el dramaturgo, guionista y director de cine Christopher Hampton comenzó a recopilar material para un posible guion sobre los primeros pasos del psicoanálisis. Finalmente todo este trabajo cristalizó unos cuantos años más tarde en una obra teatral que trasladaba a los escenarios las tortuosas relaciones entre Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, Carl Jung, un doctor en los inicios de su carrera fascinado por las posibilidades que abre este método revolucionario y Sabina Spielrein, una mujer brillante que desempeñaría un papel fundamental en el desarrollo de las teorías psicoanalíticas. The Talking Cure se estrenó en las tablas londinenses a finales de 2002 con Dominic Rowan (1), Ralph Fiennes y Jodhi May interpretando respectivamente a los tres personajes principales.
La nueva película de David Cronenberg Un método peligroso (A Dangerous Method, 2011) ha supuesto la recuperación de la concepción cinematográfica inicial de ese proyecto. Y es que, atraído por la historia, el cineasta canadiense encargó a Hampton la adaptación de su propia obra de teatro. Finalmente el título de rodaje, The Talking Cure –el mismo que el del original–, fue reemplazado por el definitivo en alusión al libro de John Kerr A Most Dangerous Method: The Story of Jung, Freud and Sabina Spielrein (1993), que había supuesto a su vez la principal fuente de inspiración (y de documentación) del autor británico.
La acción, que arranca en Zúrich en 1904, ilustra los coqueteos de Jung (Michael Fassbender) con el psicoanálisis. El prometedor médico, que por aquel entonces apenas iniciaba su carrera profesional en el Hospital Psiquiátrico de Burghölzli, experimenta con las nuevas técnicas empleando como conejillo de Indias a Sabina Spielrein (Keira Knightley), una joven rusa de origen judío aquejada de una profunda neurosis. Atraída al tiempo que asqueada por la humillación –en lo que tiene mucho que ver una infancia marcada por el maltrato paterno y la represión sexual–, Sabina parece buscar el dolor físico, experimentado como placentero, como mecanismo para exorcizar el dolor psicológico, sintiéndose por ello «vil, sucia y corrupta».
Acicateado por los descubrimientos y progresos en el caso de Sabina, Jung se decide a entablar contacto con Freud, un personaje ofrecido inicialmente a Christoph Waltz –una jugosa oferta que el austriaco tuvo que rechazar por problemas de agenda– y finalmente interpretado por Viggo Mortensen.
Un método peligroso testimonia la lucha de fuerzas entre estos popes de la psicología y la mujer que sirvió tanto de nexo de unión como de catalizador de su ruptura. Una mujer que fue más allá de su rol de paciente (curada) convirtiéndose en amante y colega de Jung, aunque sus importantes contribuciones como psicoanalista no hayan sido reconocidas hasta 1977, año en que se descubrieron el diario y la correspondencia que mantuvo con los dos hombres (2).
Obra elegante y contenida, Un método peligroso aborda –en palabras de su director– «las discrepancias emocionales» de este «extraño ménage à trois» en el marco de una sociedad «ensombrecida por la cercanía de la I Guerra Mundial» que anticipa la ola de antisemitismo que más tarde asolaría Europa. Un triángulo de cariz intelectual y erótico –el componente sexual se halla indisolublemente trenzado en la trama– ampliado a pentágono en virtud de otros dos personajes menores pero de importancia vital: Emma (Sarah Gadon), la sumisa y adinerada esposa de Jung y el también psicoanalista Otto Gross (Vincent Cassel), un malogrado discípulo de Freud ingresado como paciente en Burghölzli. Este médico bohemio, de modos donjuanescos y evidentes adicciones, seguidor de una única máxima –»Nunca reprimas nada»–, actuará como una figura tentadora para Jung, propiciando el ascenso de sus demonios interiores.
A partir del poderoso combate dialéctico entre Freud y Jung –del que no se desdeña su vertiente epistolar–, Cronenberg nos deleita con una historia exquisitamente seductora que, a la postre, le sirve como excusa para explorar las turbulencias internas de sus protagonistas –y, por extensión, de todo ser humano– reflejando «lo que debió significar estar atrapados por sus ataduras mentales y físicas y, al mismo tiempo, liberarse». Una liberación que, en el caso de Jung, incluye la rebelión contra «la infalible figura paterna» en la que se había convertido Freud. Concediendo una atención maniática a los detalles, Un método peligroso apuntará este parricidio simbólico retratando a ambos, discípulo y maestro, ante una de las numerosas esfinges que custodian los jardines de los palacios vieneses de Belvedere.
Subyugado por el misticismo, Jung rechazará el materialismo freudiano. Elevado a la categoría de obsesivo y contradictorio (anti)héroe cronenbergiano, tratará de trascender las servidumbres de la carne proclamando la posibilidad del sujeto de reinventarse a través de la mente. Un método peligroso subraya, en un plano más psíquico que biológico –alejado solo en apariencia de los desvaríos cárnicos de trabajos como Cromosoma 3 (The Brood, 1979) o Videodrome (1983)–, la dupla recurrente de la filmografía del canadiense: la naturaleza monstruosa del sexo enfrentada a una razón enferma que, en última instancia, remite a la lucha incesante entre el cuerpo y la mente.
(1) Las representaciones para la prensa de The Talking Cure comenzaron el 6 de diciembre de 2002, pero Jimmy Hazeldine, que hacía las veces de Freud, enfermó y tuvo que ser hospitalizado. Finalmente el actor, de 55 años, falleció el 17 de diciembre. Dominic Rowan, Bill Paterson y John Carlisle fueron sustitutos ocasionales hasta que el papel fue asignado definitivamente al primero, a pesar de su juventud y de hacer doblete en la obra (también interpretaba el personaje de Otto Gross).
(2) En 2002 la figura de Sabina fue reivindicada en la coproducción italiana, francesa y británica Prendimi l’anima, un modesto biopic en clave de drama romántico dirigido por Roberto Faenza y protagonizado por Emilia Fox e Iain Glen.
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