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Crítica: «Troya» (Wolfgang Petersen, 2004)

Considerado como el comienzo de la literatura europea, el poema épico de Homero se ha convertido en una base cultural cuyo eco retumba incluso en las paredes craneales del más ignorante.

Aun sin saber quiénes son Héctor, Príamo o Paris, todo el mundo conoce al menos la anécdota del caballo, aunque a veces se pueda confundir la identidad de los ejércitos como al listillo que inventó el nombre de “troyano” para denominar a un virus informático.

Así, se puede decir que La Ilíada es una obra a la vez conocida e ignorada, y ese tipo de naturaleza siempre hace brillar la bombilla de los ejecutivos de Hollywood, ya que se pueden presumir de estar contribuyendo a la expansión de la Cultura con mayúsculas (con otras palabras, opciones al Oscar), y por otro lado, pueden contar una apasionante historia a las nuevas generaciones, siempre tan ignorantes en lo referente a sucesos acaecidos antes de la invención del cederrón.

Aunque, si afilamos más, lo cierto que es que no hay que ser un genio para adivinar que Warner Bros. se ha querido apuntar al éxito de El Señor de los Anillos adaptando una gran obra épico-mítica, muy al gusto del resurgir del género.

Como el tríptico de Peter Jackson, la película aprovecha la herramienta mágica digital para recrear, sin las tradicionales restricciones, espectaculares entornos y ejércitos, estos últimos de manera más realista que los alocados planos aéreos sobre orcos y elfos, por cierto.

Por lo demás, Troya, no alcanza la misma categoría que su referente. Y es que si El Señor de los Anillos ha gozado de la veneración del público, no ha sido tanto por los despliegues visuales, sino por algo tan simple como complicado: personajes extraordinarios interpretados con brillantez.

No se puede decir que el reparto de Troya sea malo, todo lo contrario. Con más estrellas que un film de catástrofes de los 70, lo cierto es que el estelar casting sumado al potencial artístico de la obra de Homero promete maravillas que se van al traste por unos diálogos espectacularmente horribles y una puesta en escena fea y triste.

Es curioso que un artesano efectivo como Wolfgang Petersen, cuya pericia narrativa casi siempre supera los proyectos que se le adjudican, peque de tanta torpeza a la hora de dirigir a los actores, por no hablar de la dirección artística, de aspecto mucho más pobretón que otras producciones más modestas como El Rey Escorpión o la serie Xena (cuyo episodio sobre la guerra de Troya era bastante más divertido que esta larguísima película).

Para que se hagan una idea, Troya es lo más parecido a esas multimillonarias miniseries históricas que suelen llenar las tardes televisivas de los días festivos, y en eso debería haberse quedado. Poco pueden hacer los actores con líneas de diálogo que harían sonrojar al mismísimo George Lucas.

La película se centra en los personajes de Héctor (Eric Bana) y Aquiles (Brad Pitt), y es sorprendente que el soso que el año pasado nos irritó en Hulk gane por goleada al carismático protagonista de El Club de la Lucha, quien se limita a hacer poses (mostrando su estatuaria anatomía mediante desnudos a lo Austin Powers) y a usar todo el repertorio de trucos interpretativos de Joey Tribbiani (los seguidores de Friends sabrán de qué hablamos).

Los demás actores salen del trago con diferente fortuna, como la vergonzosa interpretación de Saffron Burrows o la obvia inexperiencia de Orlando Legolas Bloom (al que equipan con un arco a la hora de luchar, cosa de agradecer), destacando las actuaciones bastante más brillantes de Brian Cox como un divertido Agamenón o Sean Boromir Bean encarnando a un secundario Odiseo. De Peter O´Toole mejor no hablamos, debido al respeto que le tenemos a un brillante actor que vivió mejores tiempos.

Destinada a adolescentes con ganas de carne y poco amantes de las complicaciones, el film se alarga por culpa de escenas de diálogo reiterativas en las que cada personaje explica, una y otra vez, las causas de su lucha.

Se habría ahorrado tiempo y bostezos si el film hubiera comenzado con una serie de presentaciones formales tipo “Hola soy Aquiles y lucho por la Gloria”, “Buenas, soy Agamenón y lucho por codicia”, etc…

Recomendable para las/os admiradoras/es del cuerpo masculino y de las luchas llenas de gore subliminal. Los demás, huyan.

PD: El compositor James Horner tiene un morro que se lo pisa, reciclando, una vez más, uno de los temas de Willow, que ya volvió a usar en otras ocasiones, como en la banda sonora de Enemigo a las puertas. Su evidente homenaje a Prokofiev ya está muy visto.

Sinopsis

Durante los festejos por el acuerdo de paz entre sus dos reinos, el joven príncipe troyano Paris (Orlando Bloom) y la joven reina de Esparta Helena (Diane Kruger) se enamoran. Cuando los amantes huyen juntos hacia Troya, el rey Menelao (Brendan Gleeson) no duda en hacer la guerra para recuperar a su esposa. Para ello pide ayuda a su hermano Agamenón (Brian Cox) quien, en sus ansias expansionistas, ve una oportunidad de oro para hacerse con la codiciada ciudad. Troya se verá así asediada por cincuenta mil soldados griegos, entre los que destaca el invencible Aquiles (Brad Pitt).

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Vicente Díaz

Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad Europea de Madrid, ha desarrollado su carrera profesional como periodista y crítico de cine en distintos medios. Entre sus especialidades figuran la historia del cómic y la cultura pop. Es coautor de los libros "2001: Una Odisea del Espacio. El libro del 50 aniversario" (2018), "El universo de Howard Hawks" (2018), "La diligencia. El libro del 80 aniversario" (2019), "Con la muerte en los talones. El libro del 60 aniversario" (2019), "Alien. El 8º pasajero. El libro del 40 aniversario" (2019), "Psicosis. El libro del 60 aniversario" (2020), "Pasión de los fuertes. El libro del 75 aniversario" (2021), "El doctor Frankenstein. El libro del 90 aniversario" (2021), "El Halcón Maltés. El libro del 80 aniversario" (2021) y "El hombre lobo. El libro del 80 aniversario" (2022). En solitario, ha escrito "El cine de ciencia ficción" (2022).