Tras haber sido el líder de un grupo de rock tan popular como White Zombie, y con una carrera en solitario también relevante, no fueron pocos los que se sorprendieron al ver que Rob Zombie se lanzaba a dirigir películas.
Los prejuicios todavía pesan en la recepción crítica de los films de este artista multidisciplinar –también creador de cómics, animaciones y lo que se preste–, y uno de los cineastas más personales dentro del género de terror actual.
Precisamente porque su cine es tan personal, las cinco películas que ha dirigido han provocado amor incondicional y odios viscerales. Las dos entregas de la psicótica familia Firefly –La casa de los 1000 cadáveres y Los renegados del diablo–, el remake de Halloween y su secuela, y la cinta de animación The haunted world of El Superbeasto, le han consolidado como un autor con constantes estéticas y temáticas que incluyen una veneración absoluta a la serie B de todos los tiempos –de los terrores clásicos de la Universal a los Video Nasties de los 70–, los espectáculos de feria, la recuperación de actores de segunda fila, los paletos White Trash y las más variadas psicopatías.
Sin pretender imitar a Tarantino, quizá Rob Zombie sea uno de los directores más similares al creador de Pulp Fiction, tanto por sus influencias como por la recuperación de determinado tipo de actores, y por el sorprendente uso que dan a las canciones en sus bandas sonoras.
No muy satisfecho con su incursión en el mundo de los remakes, el director ha rechazado encargarse de una nueva versión de The Blob para dedicarse a un proyecto propio, The Lords of Salem, que comparte título con una canción de su álbum Educated Horses.
El argumento de la película promete ser un tributo a tramas clásicas del género de terror. No en vano, narra la venganza de cuatro brujas ejecutadas en Salem 300 años antes, un hecho que será provocado involuntariamente por un DJ del pueblo al poner en la radio un disco maldito.
Las maldiciones de brujas y brujos han sido un tema recurrente a lo largo de la historia del género, y han propiciado películas tan dispares como la genial La máscara del demonio (Mario Bava, 1960) o la ochentera Superstición (James W. Roberson, 1982).
Por su parte, las canciones que desatan las fuerzas del mal son también un elemento entrañable de las historias de miedo, como las muy rockeras Muerte a 33 revoluciones por minuto (Charles Martin Smith, 1986) o Black Roses (John Fassano, 1988).
En el reparto de The Lords of Salem volveremos a ver a la versátil Sheri Moon, pareja del director y presencia obligada en todas sus obras, incluyendo sus vídeos musicales.
El film se rueda en escenarios reales de Massachussetts, región en la que sucedieron los hechos históricos de la caza de brujas y tierra natal del director, quien asegura que todas esas historias han formado parte importante en su infancia.
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