Un discurso de Nixon negando cualquier acusación de corrupción sirve como botella de champán en la botadura de este prometedor transatlántico llamado Trump («triunfo» en nuestro idioma, como el palo ganador en un juego de cartas).
The Apprentice, dirigida por el versátil Ali Abbasi, es cualquier cosa menos una caricatura maniquea sobre el carismático personaje de rostro anaranjado y flequillo amenazante; es una sobria y atinada exégesis de su construcción y mito, rozando lo documental. La cinta narra, de forma incisiva y cruda, el proceso que lleva a una piraña corriente a convertirse en el gran tiburón blanco, hasta hacerse amo y señor del acuario.
Un joven Donald Trump (Sebastian Stan), ambicioso y emergente hombre de negocios, conoce en un elitista club neoyorkino al inmoral abogado Roy Cohn (Jeremy Strong), quien le adopta percibiendo su potencial, decidido a legarle las malas artes que llevan al éxito por el atajo de las cloacas.
«Estas son las tres normas básicas -instruye Cohn a su aún timorato pupilo-; primera: ataca, ataca, ataca; segunda: niégalo todo; y tercera: pase lo que pase, no admitas la derrota».
Los escrúpulos, como las amígdalas, se extirpan. Tras tomar el pertinente helado, nuestro protagonista ya puede seguir su camino sin obstáculos. Tiene la seguridad de que ningún remilgo moral se va a interponer entre él y sus metas.
Entre turbias relaciones sociales y mafias financieras, Donald comienza a moverse con ligereza por una decadente y caótica Nueva York, asfixiada por el déficit público. Esta ciudad tiene un plan de renovación inmobiliaria que no pasa necesariamente por la casilla de Hacienda. Donald juega al Monopoly con varias vueltas de ventaja y muchas cartas de exención en la manga.
Amor y ambición
En un arranque de romanticismo, vemos al futuro presidente enamorarse de Ivana (Maria Bakalova), un capricho que se muestra a sus ojos como un reto. Este es el de conseguir ese bonito juguete que resplandece en el escaparate y al que no está dispuesto a renunciar, llevado por sus deseos de poseer todo aquello que no le pertenece, pero que brilla y tiene un precio al alcance de su chequera.
Extorsión, chantaje, puertas traseras, manipulación son los métodos que Donald aprende de su mentor para desafiar al poder. Su objetivo es despejar de maleza la selva política. Estos métodos al principio parecen incomodarle, pero pronto los adoptará y perfeccionará hasta un grado pocas veces visto.
Depredadores y perdedores
«Ir a por el rival, no a por el balón», es la táctica «bilardista» con la que Roy entrena al joven magnate en ese juego sucio de campo embarrado y zancadilla preventiva. «Crea tu realidad», añade, subrayando la técnica para apoderarse del relato y privar al contrincante de la más mínima posibilidad de victoria.
Depredadores y perdedores, una filosofía binaria que aprende desde la cuna, algo que ya inició su padre imponiendo a sus hijos una estricta educación. Ego y narcisismo marcan su trayectoria en lo familiar y en lo público sin distinción. Trump se convierte poco a poco en la apisonadora que la historia nos ha ido mostrando, ese hombre al que nada detiene porque el tablero de juego lo va construyendo él mismo a medida que avanza en cada tirada con sus dados trucados.
La construcción de un imperio
Rodeado de un barroquismo opresivo y del lujo más hortera y rancio, la hueca existencia de este contemporáneo ciudadano Kane galopa a lomos del desenfrenado purasangre de los negocios espurios. Este proceso le lleva a amasar una fortuna y llegar con sus tentáculos cada vez más lejos y más alto.
Una música incómoda acentúa la aspereza de las situaciones que el potentado va afrontando en su escalada al infierno, junto a algunas festivas canciones pop que nos sitúan en un tiempo concreto. Colorean los encajes de su frívola y amoral conducta.
El siniestro «Palpatine» de Cohn llevará a su «Anakin» al lado oscuro de los grandes negocios, hasta dejarle en las puertas del asalto al poder. Allí, el discípulo demostrará con creces haber superado al maestro.
Así, el brillo de un siniestro imperio se refleja en los ojos de Trump como la visión incipiente de una «estrella de la muerte» llamada Estados Unidos, a la que considera el jardín privado de su finca, mero terreno urbanizable.
El monstruo está terminado y listo para echar a volar. El resto ya lo vimos en los telediarios.
Sinopsis
The Apprentice (La historia de Trump) es un apasionante examen de la relación mentor-protegido que acabaría cambiando la historia de EEUU y del mundo.
Nueva York, años setenta. Decidido a salir de la sombra de su poderoso padre y hacerse un nombre en el sector inmobiliario de Manhattan, el aspirante a magnate Donald J. Trump se encuentra en los primeros días de su carrera cuando conoce al hombre que se convertirá en una de las figuras más importantes de su vida: el manipulador político Roy Cohn. Éste, un influyente abogado -que consiguió condenas por espionaje contra Julius y Ethel Rosenberg e investigó a presuntos comunistas junto al senador Joseph McCarthy– cambiaría la vida de Trump, y de forma indirecta la de EEUU. Percibiendo en el joven Donald una promesa de futuro, enseñará a su nuevo acólito cómo amasar riqueza y poder mediante el engaño, la intimidación y la manipulación mediática. El resto, es historia.
Para Abbasi, la película nunca pretendió ser un relato convencional de la vida del propio Trump. Más bien, quería elaborar un estudio más íntimo de un capítulo de la vida del hombre, un capítulo que llegaría a tener amplias implicaciones en la cultura estadounidense y en el mundo en general. «Esto no es un episodio de History Channel», dice Abbasi. «No es un biopic de Donald Trump. No nos interesan todos los detalles de su vida de la A a la Z. Nos interesa contar una historia muy concreta a través de su relación con Roy y de la relación de Roy con él».
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