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Crítica: ‘Sola’ (2023). Viaje hacia el interior de uno mismo

Uno de los mayores miedos que muchas personas tienen en esta época es escuchar su voz interior. Aunque parezca mentira, hay quienes temen ser quien son, conocer sus inseguridades y miedos, aquello que puede hacerles sentir vulnerables, imperfectos. En una palabra: humanos. Por eso existen tantos mecanismos que posibilitan esos paraísos artificiales que anestesian, tantas actividades que mantienen ocupada la cabeza para evitar ponerla en funcionamiento en torno a lo verdaderamente trascendente. Quien decida cerrar las puertas hacia todo lo exterior para quedarse en la soledad acompañada, apostará por el sentido común. No son muchos los que dirigen la atención a su propio yo, sólo unos pocos valientes lo consiguen de veras. Y, no sólo eso, sino que con ello llegan a crear algo propio para compartirlo ante los demás, ayudándole a reflexionar sobre lo que debe ser la naturaleza humana.

Cuántas voces quieren hablar con su propia personalidad y no llegan a ser escuchadas, a superar la barrera de la invisibilidad. Más allá de las oficiales autorizadas. Por suerte, otras van haciéndose camino progresivamente, llegando finalmente a hacerse un espacio propio e identitario. Este es el caso del joven cineasta gaditano José Manuel Rebollo, que ha tenido a bien regalarnos una película única en su mensaje y en su personalidad.

Sola (2023) es una historia que pueden ser muchas, pues seguramente gran parte del público sentirá empatía e identificación con los sentimientos que transmite. Y lo hace desde la trinchera del espacio privado, algo verdaderamente valiente. En este caso, su personaje protagonista se ha visto abocado al aislamiento por una serie de circunstancias concatenadas: la pérdida de la familia, el desengaño amoroso o la enfermedad. Todo ello le empuja a la melancolía o, lo que es peor: a la ausencia de deseo e ilusión por la vida.

Poco a poco, ese encerramiento en la casa familiar —un auténtico palacio en El Puerto de Santa María— lo va plagando todo de azules —un aspecto más el simbolismo que inunda toda la película, por su asociación con una parte muy concreta de los sentimientos—, rodeando la existencia de Marta de un ambiente viciado o poco saludable. Todo son recuerdos de un pasado doloroso en lo afectivo. Esa atmósfera enrarecida irá tiñendo de nuevos colores la trama, pasando del drama intimista al misterio, suspense e incluso terror psicológico. Y, de ahí, mágicamente, llegaremos a lo emotivo incluso con toques de comedia.

Sólo un creador con todas las letras es capaz de manejar todos estos géneros hasta el punto de condensarlos en un argumento, llevándonos de uno a otro con total naturalidad. Rebollo lo logra de forma sobresaliente, recordándonos elementos presentes en el suspense de Otra vuelta de tuerca, la Repulsión de Polanski o, por qué no, El fantasma y la señora Muir o el Volver de Almodóvar.

Andalucía y su mística, entre lo religioso y lo profano, siempre esotérico y espiritista —fruto del cruce cultural ya milenario— cala hondo en esta cinta, de estética tan clásica en el mejor de los sentidos. Un regreso a las narrativas que nunca debieron abandonarse —no de forma tan radical—, con un perfecto manejo de los tiempos pausados y de los diálogos bien administrados.

La figura de la madre y del abuelo estarán presentes en ese recuento vital de la protagonista, guiándose en su propia aclaración de ideas. En su banda sonora, predomina acertadamente la fusión del folclore y la dulce melodía de caja de música, distorsionados en ocasiones como en una pesadilla o en una alucinación propiciada por los monstruos goyescos de la mente.

La interpretación se abre libremente para el público, que va poco a poco armando y reconfigurando las piezas de este complejo puzle audiovisual que, precisamente, parte de la sencillez formal —valga la paradoja—. Sobrevolarán asuntos tan cruciales y determinantes como la soledad, la salud mental, los afectos y el planteamiento sobre lo que representa para la sociedad conceptos como lo “normal” o lo “diferente”, en términos de binomio locura-cordura: “Nadie quiere juntarse con un loco, ¿pero acaso todo el mundo tiene los pies en la tierra? […] Imagínate a alguien muy normal. Que tenga un trabajo fijo, que se levante por las mañanas de lunes a viernes para ir a trabajar. Que sea super puntual, que no entre en ningún tipo de disputas, que se afeite todos los días y que no diga tacos. Incapaz de infringir ninguna norma. ¿No crees que tanta normalidad rozaría la locura? ¿No crees que tanta perfección podría ser una manía? Sería tan normal que ya resultaría extraño. Nadie es normal, pero todos somos humanos”.

Las interpretaciones de sus protagonistas son auténticos tour de force dramáticos, más cuando se trata de un reducido elenco que debe enfrentarse a la extensión considerable del film. A destacar, la labor de la actriz principal María Andrómeda, sobre la que se sostiene el peso argumental, sin por ello olvidar a los otros dos intérpretes principales: Mabel Carrión y Asencio Salas.

Sola se presenta como la ópera prima de Rebollo, tras una extensa experiencia como realizador de cortometrajes —como Laura (2015) o Historia de una flor (2019), con los que logra quedar finalista en el festival Notodofilmest, o (2021), con el que obtiene el premio AC/E al mejor talento español por el cortometraje—. El 19 de mayo llegará a los cines, por lo que recomendamos encarecidamente al respetable público —desde este humilde púlpito— que tome la decisión de apostar por este ejemplo de genuina calidad.

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Javier Mateo Hidalgo

Javier Mateo Hidalgo (1988) es doctor en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid (2019). Su tesis doctoral "El fragmento como referencia de la modernidad en los procesos de creación de la vanguardia artística española (1906-1936)" propone el estudio de las obras de la vanguardia artística española como un todo fragmentado cuyos elementos refieren al nuevo arte que estaba desarrollándose en el resto de Europa. Ha publicado diversos artículos en revistas académicas como "Aniav", "Asri", "Re-visiones", "Archivos de la Filmoteca", "Cuadernos para la Investigación de la Literatura Hispánica", "Quaderns de Cine", "Anales de Literatura Española" o "Síneris"; en esta última fue pionero en el estudio de la considerada como primera cineasta española, Helena Cortesina. Del mismo modo, ha participado como ponente en diferentes congresos, organizados por el Instituto Cervantes, la UCM, la UAM o las universidades de Valencia y Huelva. También es colaborador asiduo de periódicos como "El Imparcial," "Crónicas de Siyâsa" o "El Periódico de Aquí", así como de las revistas "Zenda (XL Semanal)", "Mutaciones", "El Cuaderno" o "Revista de Letras". Como creador multidisciplinar, ha participado en diversas exposiciones, recibido diversos premios y participado como jurado en festivales. Por su libro de poemas "El mar vertical" obtuvo el accésit del XI Certamen Literario “Leopoldo de Luis” de poesía y relato corto (2019). En 2022 publicó su poemario "Ataraxia" (Editorial Almadenes) y su estudio histórico sobre el séptimo arte "De la llegada en tren a la salida en caravana: 126 hitos de la historia del cine (1895-2021)" (NPQ Editores). En la actualidad, se dedica a la investigación, la creación y la enseñanza.