Basin City es más conocida como «Ciudad del Pecado». Está habitada por hombres rudos y mujeres tan bellas como peligrosas. Marv (Mickey Rourke), un grandullón con tendencia al descontrol, busca vengarse de los asesinos de Goldie (Jaime King), la prostituta que le dio el único momento de felicidad de su vida. El policía Hartigan (Bruce Willis) se dispone en su último día de servicio a salvar a una niña de las garras de un psicópata pederasta, que resulta ser miembro de la familia que domina la ciudad, los Roark.
Por su parte el «ex varias cosas» Dwight (Clive Owen) intenta que la catástrofe no se cierna sobre el Barrio Viejo, feudo de las aguerridas prostitutas locales.
La famosa sentencia de David Cronenberg lo dejaba claro: la única manera de adaptar con fidelidad un libro sería filmando cada una sus páginas. Con los cómics pasaría algo parecido, pese a tratarse de un lenguaje artístico más cercano al cine. Aun así, los aficionados a los tebeos, con ese integrismo característico, siempre estamos exigiendo que no se adultere el modelo original, sin atender a razones.
Pues bien, un seguidor de la cultura popular como Robert Rodríguez ha decidido hacer la prueba. Sin City es un experimento en el que no se adapta un cómic, sino que se trasplanta directamente al celuloide, añadiéndole movimiento, música y actores. Rodríguez usa cuatro historias originales (y retazos de una quinta) como guión y storyboard, y aunque no se incluyan todas las líneas de diálogo, no se altera ni una de las frases que sueltan los mastuerzos de Basin City. Adjudicando el título de co-director a Frank Miller, el realizador derrocha honestidad.
Así pues, lo peor que se puede decir de Sin City es que es demasiado fiel al material de Miller. Todo aquel que haya leído los cómics sentirá una extraña sensación de ya haber visto la película con anterioridad, quedándose con ganas de alguna novedad u ocurrencia por parte de Rodríguez, quien posiblemente no sea un gran director, pero que con la trilogía Spy Kids ha dejado bien claro que imaginación le sobra.
Por otro lado, las voces en off que aportan toda esa psicopatía obsesiva a los personajes funciona mejor en las páginas de la novela gráfica que en la película, y es que este recurso, después de tantos años, no termina de resultar excesivamente cinematográfico. En el segmento rodado por Tarantino, un macabro pasaje de La gran masacre (muy posiblemente influenciado por Quiero la cabeza de Alfredo García), el popular director opta por el monólogo en lugar de la voz en off, elevando la eficiencia dramática del texto y la interpretación de manera notable.
Por lo demás, al ser Sin City una traducción más que una adaptación, comparte todas las bondades de la obra original: apabullante uso del blanco y negro (con aislados destellos cromáticos), pasiones desaforadas, militancia pulp, acción manga y crudeza sin concesiones.
Sin City podría ser una creación de Mickey Spillane, después de haber consumido algún tipo de estimulante para caballos. Una ciudad construida con las fantasías masculinas más primarias y oscuras, donde cada hombre es un guerrero desbocado capaz de llevar a cabo las hazañas violentas más increíbles y atroces con una sonrisa, siempre a causa de las damas.
En este derroche de misoginia, los personajes femeninos llevan las riendas de su propio destino y del ajeno a base de armas de mujer, armas de fuego e incluso armas ninja (No olviden a la pequeña y letal Miho).
La elección del reparto no solo brilla por la presencia de féminas de gran belleza, sino por el hecho de que los principales personajes masculinos se corresponden de manera casi sobrenatural con sus modelos entintados. Destaca en este sentido Mickey Rourke, cuyos años de excesos y decadencia física le han convertido en el perfecto Marv, y no olvidemos a Elijah Wood, una inteligente opción para encarnar al terrorífico caníbal Kevin.
Clive Owen y Bruce Willis derrochan testosterona arropados por secundarios de lo más efectivo, como Nick Stahl (cuyo Cobarde Bastardo hace que le perdonemos por participar en la blasfema Terminador 3), el siempre contundente Powers Boothe o un desquiciado Benicio del Toro que alimenta su fama de actor camaleónico al aparecer irreconocible como el patético Jackie Boy.
Resulta extraño, a estas alturas, ver una película donde los protagonistas fuman como carreteros sin que se les castigue por ello, o donde el protagonista sea capaz de alimentar a un lobo con las entrañas de un ser humano aún vivo, o abofetear a una mujer.
La incorrección política de este canto a las disfunciones emocionales y a los viejos códigos de honor resulta tanto o más espectacular como su puesta en escena. Se trata nada menos que de un nuevo e importante paso en el nuevo cine digital, cuyos resultados superan en efectividad a recientes intentos como Casshern o Capitán Sky y el mundo del mañana.
No es esta una película para todos los públicos, pero quizá guste incluso a los que odian a Robert Rodríguez. Por mi parte, no me importaría nada una nueva entrega de la Ciudad del Pecado, a ser posible partiendo de la trama de Moriría por ella.
Sinopsis
Bienvenido a Sin City. Una ciudad que atrae a los tipos duros, a los corruptos y los solitarios. Para algunos es un lugar oscuro. Insensible. Para otros es su hogar. Policías corruptos. Mujeres sensuales. Vigilantes desesperados. Muchos quieren vengarse. Otros redimir sus pecados. Y también hay quien espera conseguir un poco de las dos cosas.
Un universo de héroes extraños y reticentes que intentan hacer lo correcto en una ciudad que rechaza el bien. La historia central se centra en Marv (Mickey Rourke), un matón callejero de toda la vida.
Cuando Marv acoge en su casa a una diosa de la belleza llamada Goldie (Jaime King), sólo para conservar su cadáver en la cama, peinó la ciudad para vengarse de la pérdida del único amor que había sentido en su corazón.
Otra de las historias es la de Dwight (Clive Owen), un investigador privado que se empeña una y otra vez en dejar atrás los problemas a pesar de que no consigue deshacerse de ellos.
Después de que muera un policía en el casco antiguo de la ciudad, Dwight no se detiene ante nada para proteger a sus amigos entre las damas de la noche. Y finalmente, está la historia de John Hartigan (Bruce Willis), el último policía honrado de Sin City.
Su vida profesional está a punto de terminar. En su último caso trata de salvar a una niña de 11 años de las manos del sádico hijo de un senador… con sorprendentes resultados.
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