El regreso de Arnold Schwarzenegger al mundo del cine después de su sonada carrera política y sus escándalos personales ha sido, cuanto menos, modesto. Las nuevas películas de la otrora estrella austriaca han destacado por sus moderados presupuestos (justo por encima de la frontera que separa las películas de cine de las «directas a DVD») y los guiños autorreferenciales, en especial los que tienen como objetivo la edad de Schwarzenegger.
A pesar de la simpatía de El último desafío, sus nuevos films no están siendo memorables, menos cuando nos estamos acostumbrando a verle relegado a papeles de apoyo a Stallone.
Podríamos achacar esta bajada de caché a su tiempo de inactividad y su declive de popularidad, pero lo cierto es que antes de ser gobernador de California, Schwarzenegger enlazó, para desconcierto de nosotros sus fans, una serie de películas más bien de chichinabo, justo después de algo tan brillante como Mentiras arriesgadas.
Desconcertante, y no del todo de una manera negativa, es Sabotage, un film que en su cartel –y en su comienzo– nos promete las aventuras de un rudo equipo táctico de la DEA, encabezado por Arnold, pero que resulta ser una extraña combinación de drama policial, slasher, humor negro y sordidez, todo dentro de un tono visual «realista».
Tras la cámara y el libreto se encuentra David Ayer, famoso por su guión de Training Day y realizador de interesantes policíacos callejeros como Sin tregua o Los dueños de la calle.
Ayer, tanto en sus guiones como en sus películas, se mueve en un mundo propio donde las influencias de Colors y The French Connection conviven con la acción palomitera (no olvidemos que suyos son los libretos de Fast & Furious o Los hombres de Harrelson), y eso es lo que el espectador va a hallar en Sabotage.
Se trata de una historia repleta de giros de guión, donde pronto se nos muestra que los pretendidos héroes de la película en realidad son una panda de capullos con exceso de testosterona y escasez de ética, y que tampoco son unos genios por aquello de tratar de robar a los narcos mexicanos (a todas luces una idea estúpida).
Investigando a los «héroes», una agente del FBI con agallas, la verdadera protagonista de la película, junto a Arnold, claro. La agente está interpretada por Olivia Williams, con bastante acierto, al igual que el de un contenido y sombrío Arnold, destacando ambos por encima de un reparto demasiado vehemente. Tanto taco, grito y obscenidad por parte de policías macarras, lejos de divertir, resulta tan forzado que uno parece estar viendo Brigada Central en algunos momentos de la cinta.
Sabotage es una película que se mueve entre los momentos interesantes y la tontería, entre el Walter Hill de los buenos tiempos y la partida de PlayStation, pero quizá sea el mejor papel de Arnold Schwarzenegger en mucho, mucho tiempo. Al fin nos libramos de los chistes sobre su vejez, o de los chascarrillos sobre sus tiempos en Planet Hollywood. ¡Ni una chanza relativa a un gobernador! Como mucho, vuelve a fumar puros como sólo él sabe hacerlo, y protagoniza una secuencia final tan potente que redime los pecadillos del resto de la película.
Los fans de Arnold no se la pueden perder, ¡pero que no vayan a verla con sus hijos menores!
Sinopsis
El comandante John Breacher (Arnold Schwarzenegger) dirige un equipo de élite de agentes encubiertos de operaciones especiales de la DEA. Breacher dirige a este equipo de operaciones especiales en una redada, una misión sumamente peligrosa contra el refugio de un cártel de la droga en Atlanta. Llegan al escondite y Monster (Sam Worthington), Sugar (Terrence Howard), Neck (Josh Holloway), Pyro (Max Martini), Tripod (Kevin Vance), Grinder (Joe Manganiello) y Smoke (Mark Schlegel) capitaneados por Breacher asaltan el edificio.
El equipo de élite ejecuta lo que parece ser una redada táctica pero, en realidad, se convierte en una compleja operación de robo planeada previamente por los miembros de la propia brigada de la DEA.
Después de esconder los diez millones de dólares robados, los agentes corruptos creen que su secreto está a salvo, hasta que alguien empieza a asesinar metódicamente a los miembros del equipo, uno por uno. A medida que aumenta el número de cadáveres, todos son sospechosos, incluso los propios componentes del equipo.
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