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Crítica: «Robin Hood» (Ridley Scott, 2010)

Cine de época, resuelto con menos ambición de lo deseable, pero con solvencia. Eso ha logrado Ridley Scott con este Robin Hood: una obra digna, irregular, y sin embargo, con un hechizo que recuerda aquellas viejas aventuras en las que la acción era tan contundente como su vena dramática.

Pese a hallarse acoplado a su tiempo, Scott deja entrever los rasgos de estilo que le consagraron en los ochenta: técnica brillante, sentido del ritmo, imaginería pictórica y elegancia en cualquiera de sus encuadres. Obras así abundan poco en el cine de nuestro tiempo, sobre todo cuando se trata de revivir relatos del pasado.

En este sentido, conviene perdonar los fallos de este Robin Hood, que intenta encuadrarse en el mismo catálogo que las superiores El último mohicano, de Michael MannMaster and Commander, de Peter Weir, o Acantilado Rojo, de John Woo, por citar tres ejemplos ilustres y recientes de lo que debe ser una sólida aventura histórica.

El realizador planifica sin titubeos una obra entretenida, cuyos momentos más espectaculares –los asaltos, las cargas a caballo, las lluvias de flechas cruzando el aire– son tan profesionales como esos momentos en los que un actor construye cómodamente un personaje.

Esto último, por cierto, se nota sin esfuerzo cada vez que cruzan la pantalla intérpretes como Max Von Sydow o Eileen Atkins. Y no pierdan de vista a William Hurt, Danny Huston y Oscar Isaac. Todos ellos arropan a la perfección a la formidable pareja protagonista, formada por Russell Crowe y Cate Blanchett.

Scott, un director veterano, enormemente dotado para la épica, cultiva una costumbre de la vieja guardia, y nunca descuida los personajes secundarios. Destacan a este respecto los aliados tradicionales de Robin: Little John (Kevin Durand), Will Scarlet (Scott Grimes) y el bardo Allan A’Dayle, encarnado por el cantante folk Alan Doyle. Los tres manejan un ingrediente tan sutil como poco frecuentado en el cine de acción: el encanto.

La presencia de Doyle, por cierto, contribuye a enriquecer la banda sonora de Marc Streitenfeld con pasajes musicales tan conocidos como Women of Ireland, esa canción canción que popularizaron The Christians pero que, en realidad, fue compuesta por Seán Ó Riada a partir de un poema del siglo XVIII.

¿Y qué decir de la nueva orientación del arquero de Sherwood? Hasta hace una década, y aún antes, lo habitual era respetar las convenciones de los personajes mejor asentados en la cultura popular. Sin embargo, ya hemos comprobado que es posible desmitificar y reinventar con éxito a héroes tan estilizados como Batman o James Bond.

Dentro de un tono general más oscuro, realista y acorde con la documentación histórica, el Robin de Scott es un veterano de las Cruzadas –y en esto recuerda las interpretaciones de Douglas Fairbanks, Kevin Costner y Sean Connery–, pero nada tiene que ver con el gallardo héroe de los bosques inmortalizado por Errol Flynn.

Russell Crowe convierte a su personaje en un buscador de fortuna, un tipo noble pero sin linaje, que reencuentra su verdadera identidad a través de una impostura que, salvando las distancias, trae a la memoria la película francesa El regreso de Martin Guerre (1982), de Daniel Vigne. Libertario y adelantado a su época, este Robin le sirve a Scott para introducir esa reflexión sobre la tiranía que ha ido desarrollado en otras películas.

Su esperado romance con Lady Marion (Blanchett) es aquí resuelto con inteligencia y humor, dejando siempre un margen para la serenidad.

En su papel de caballero malvado, Mark Strong sigue en el mismo estado de gracia que ya demostró en Red de mentiras. Strong es un actor soberano, y el tiempo confirmará que se mueve a la altura de villanos tan sofisticados como Basil Rathbone.

Ya lo decía Raoul Walsh: el cine nace del corazón y va destinado también al corazón. Pese a tratarse de una obra de gran presupuesto, y aunque probablemente defraude las expectactivas de quienes quieren reencontrarse con un justiciero de mallas verdes y flamante sonrisa, el Robin Hood de Ridley Scott confirma esa lección del viejo maestro.

Sinopsis

En la Inglaterra del siglo XIII, Robin y su banda de ladrones luchan contra la corrupción en una pequeña ciudad, hasta el punto de enfrentarse a la corona y cambiar el reparto de poder entre el rey y sus súbditos. Héroe o forajido, un hombre de humilde cuna se convertirá en un símbolo de libertad para su pueblo.

Robin Hood relata la vida de un experto arquero al que sólo le interesaba proteger su vida mientras estaba al servicio del rey Ricardo Corazón de León.

Al morir el rey, Robin vuelve a Nottingham, una ciudad aplastada por los impuestos recaudados por un sheriff despótico.

Allí se enamora de lady Marion (la oscarizada Cate BlanchettEl aviadorElizabeth), una mujer que duda de la identidad y de las motivaciones de este cruzado del bosque. Decidido a conquistar el corazón de la dama y a salvar la ciudad, Robin reúne a una banda cuyas inesperadas habilidades sólo son igualadas por sus ganas de vivir.

Las interminables guerras han debilitado el país, ahora en manos de un gobernante débil, incapaz de hacer frente a las insurgencias internas y a las amenazas externas. Pero Robin, el héroe más inesperado, y sus hombres deciden lanzarse a la aventura impidiendo que el país caiga en una sangrienta guerra civil y devolviendo la gloria a Inglaterra.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © 2010 Universal Pictures, Image Entertainment, Relativity Media. Cortesía de Universal Pictures Spain. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de la sección cultural de 'The Objective'. Escribió de forma habitual en 'La Lectura', revista cultural de 'El Mundo'. Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador de las páginas de cultura del diario 'ABC' y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Ha trabajado en el sector editorial y es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.