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Crítica: «Perdidos en la nieve» (Petter Naess, 2012)

Bajo la dirección de Petter NaessPerdidos en la nieve (Into the White) se inscribe en la vieja tradición de los films antibélicos que muestran cómo prospera una amistad entre soldados de bandos enfrentados. El film, escrito por el realizador junto a Ole Meldgaard y Dave Mango, cuenta con un sólido reparto, encabezado por David KrossStig Henrik HoffFlorian Lukas y el potteriano Rupert Grint.

De entrada, la película se beneficia de los impresionantes escenarios naturales de Grotli, en Noruega, y de los creíbles decorados construidos en Trollhättan y Brålanda, en Suecia. En ellos se evoca una historia real, acaecida en 1940: la convivencia forzosa de dos tripulaciones, la de un avión de la Luftwaffe y la de un cazabombardero británico que se estrellaron en la nieve.

Después de intercambiar disparos, los soldados acaban recluidos en una cabaña. El invierno arrecia, y las suspicacias y las pistolas en alto, poco a poco, ceden paso a la colaboración y a la solidaridad entre los tres alemanes y los dos ingleses supervivientes.

En opinión de los estudiosos de la materia, el guión se ciñe con relativa fidelidad a las memorias de dos de los pilotos que protagonizaron aquella insólita aventura, el alemán Horst Schopis (Luftkampfgegner wurden Freunde) y el británico R.T. Partridge (Operation Skua).

Curiosamente, Schopis, a quien da vida un impecable Florian Lukas, aparece con su nombre auténtico en el film, pero Partridge figura en pantalla con un nombre ficticio, Charles P. Davenport. En todo caso, el actor Lachlan Nieboer, en la piel del capitán inglés, consigue que el espectador no repare en esas libertades y sutilezas, que interesarán primordialmente a los historiadores de la Segunda Guerra Mundial.

Lo relevante es que buena parte de lo que se cuenta en pantalla es cierto, o como suele decirse: se non è vero, è ben trovato.

Como gancho comercial, el film cuenta con Rupert Grint en el papel del artillero Robert Smith, una oportuna decisión de Grint –o de su agente– en su esfuerzo por alejarse de su papel de Ron Weasley en la saga Harry Potter.

Perdidos en la nieve no es una película de acción –buena parte del film evoluciona entre las cuatro paredes del refugio– y tampoco pretende ser un espectáculo ligero. Como drama, busca conmover al espectador, y en buena medida lo consigue, sobre todo en su tramo final.

Aunque a veces uno eche de menos una realización más cálida, Petter Næss sabe transmitir la esencia de un relato que resalta lo mejor de la condición humana, y que más allá del tópico buenista, me parece sumamente aleccionador. El elenco, sobre el que recae todo el peso de la cinta, está a la altura de esta bella historia.

Sinopsis

Basada en hechos reales que tuvieron lugar durante la Segunda Guerra Mundial. Después de un encuentro fortuito y hostil en el aire, un avión británico y otro alemán caen en una aislada región de Noruega. El azar hace que ambas tripulaciones se refugien en la misma cabaña. Luchan para sobrevivir al duro invierno y poder volver al campo de batalla. A pesar de ser enemigos es difícil mantener la animosidad día tras día, las necesidades hacen nacer amistades inesperadas, y las reglas bélicas pierden importancia. Sea como sea, la guerra es absurda.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © Studio   Zentropa International Norway, Film i Väst Trollhättan Film AB, Zentropa Entertainments, Scanbox Entertainment. Cortesía de Golem Distribución. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de la sección cultural de 'The Objective'. Escribió de forma habitual en 'La Lectura', revista cultural de 'El Mundo'. Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador de las páginas de cultura del diario 'ABC' y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Ha trabajado en el sector editorial y es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.