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Crítica: «Open Water» (Chris Kentis, 2003)

Susan (Blanchard Ryan) y Daniel (Daniel Travis) son un matrimonio de yuppies que decide pasar las vacaciones en una isla tropical. Lo que no esperan es que, al participar en una excursión organizada de buceo, son abandonados accidentalmente en medio del mar.

Así de simple es la historia que se narra en Open water, y esa es una de sus mayores bondades. Otra es su ajustado metraje, y otra, la más relevante, es la ausencia de perifollos digitales o complejas escenas de acción, permitiendo al espectador involucrarse en lo que realmente importa, que no es más que la historia de dos personas pedidas en La Nada.

La mayor parte del metraje es básicamente eso, un plano de una pareja con el agua al cuello, pasando por todos los estados anímicos y físicos que esta situación puede provocar. Y aun así, la película es cualquier cosa menos aburrida. De hecho, lo más aburrido sucede antes de que los personajes lleguen a esa situación, todo demasiado parecido a un video de vacaciones (de hecho SE TRATA de un vídeo de vacaciones). Estas imágenes responden, obviamente, a una estrategia para dar veracidad casi documental a la historia, amén de dar cierto background a los personajes, pero sin ellas la película hubiera sido más original y habría arrancado antes.

De todos modos, esto es un pecado venial. Posiblemente la pésima calidad de las imágenes no sea intencionada, y los actores tampoco pertenezcan a la Royal Shakespeare Company. Tampoco se puede decir que la realización sea un alarde del dominio del suspense. Pero todo esto, llámenme ingenuo, se transforma en algo positivo a la hora de dar una agobiante credibilidad a este pequeño cuento de suspense. Bueno, eso y los tiburones auténticos chapoteando entre los actores.

Como en la superior Tocando el vacío (¡vayan a verla!), Open water nos recuerda algo que todos sabemos, pero que parecemos olvidar a cada instante: no somos nadie frente a la Naturaleza. Con cualquier tontería podemos sentirnos los amos del universo, la acumulación de bienes nos da seguridad y, qué diablos, somos Seres Racionales, amos de la tecnología y creadores de mundos virtuales. Vamos de vacaciones a la playa y el océano parece una bella franja azulada que da un bonito aspecto al horizonte.

Pero si entramos en el mar, se ve que es muy grande, y si fuéramos abandonados en mar abierto (Dios no lo quiera), descubriríamos que a esa masa de agua le importan un pimiento nuestro chalet adosado y nuestro móvil con cámara digital.

En la juguetona superficie nos daríamos cuenta de que no somos más que motitas a la deriva, y la mala suerte podría enseñarnos, finalmente, que uno puede pasar con gran facilidad de comer pescado en el chiringuito a convertirse en el tentempié de peces glotones.

De eso va y así se siente la película. Todo el que se haya topado con una medusa mientras disfrutaba de un baño relajado en la playa se sentirá identificado con los protagonistas. Con todo, hay que agradecer unos toques de humor realista basados principalmente en la absurda mecánica de las relaciones de pareja, incluyendo la típica discusión de “la culpa ha sido tuya” o el cabreo monumental por parte del marido, combatido con un femenino “castigo de silencio” casi más detestable que los afilados dientes de los escualos.

Se ha comparado este film con la polémica El proyecto de la bruja de Blair, pero exceptuando el uso de cámaras digitales y el tono amateur, poco tiene que ver aquel film de raíces lovecraftianas con este sketch de agobios, fatalismo, peces carnívoros y honestidad. Una honestidad que supera sus carencias cinematográficas, pero que resulta gratificante entre tanto derroche de vanidades artísticas y vacuidad fallera.

Copyright del artículo © Vicente Díaz. Reservados todos los derechos.

Vicente Díaz

Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad Europea de Madrid, ha desarrollado su carrera profesional como periodista y crítico de cine en distintos medios. Entre sus especialidades figuran la historia del cómic y la cultura pop. Es coautor de los libros "2001: Una Odisea del Espacio. El libro del 50 aniversario" (2018), "El universo de Howard Hawks" (2018), "La diligencia. El libro del 80 aniversario" (2019), "Con la muerte en los talones. El libro del 60 aniversario" (2019), "Alien. El 8º pasajero. El libro del 40 aniversario" (2019), "Psicosis. El libro del 60 aniversario" (2020), "Pasión de los fuertes. El libro del 75 aniversario" (2021), "El doctor Frankenstein. El libro del 90 aniversario" (2021), "El Halcón Maltés. El libro del 80 aniversario" (2021) y "El hombre lobo. El libro del 80 aniversario" (2022). En solitario, ha escrito "El cine de ciencia ficción" (2022).