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Crítica: ‘Odio el verano’ (2024)

Llegan los calores y la capital es un horno (no es el cambio climático, se ha llamado verano toda la vida de Dios). Hora de irse a la playita con la family, ponerse en remojo como los garbanzos, y pasar unos días tumbado a la bartola la mar de tranquilo. Planazo. Vamos a ver lo que tarda en aparecer el listo que te arruina la quincena.

Fer García-Ruiz dirige esta comedia ligera, castiza y simpática, sin más pretensión que hacer pasar un rato entretenido, provocar la risa en la situación más tonta y, por qué no, tocar la fibra sensible apelando a las cosas sencillas y fundamentales de la vida: amistad, cariño, comprensión, y compartir con los demás del mejor modo los cuatro días que pasamos por este mundo. Que no es tan fácil, y tiene su mérito transmitir la belleza simple de este mensaje en una humorada veraniega que el prejuicio podría echar abajo antes de darle una oportunidad.

Tres familias madrileñas de distinto pelaje social, coinciden en un chalecito tinerfeño que una agencia desaprensiva les ha alquilado “en exclusiva”, por lo que se ven forzados, o a litigar y ver quién se queda en la casa, o a ponerse de acuerdo y compartirla por no arruinar las vacaciones.

Esto dará lugar, obviamente, a todo el repertorio previsible de cómicos conflictos, roces y desacuerdos que, no obstante, obligará a los personajes a sacar lo mejor de su paciencia y aceptación para tolerarse, organizarse, y hasta acabar confraternizando.

Nuestras estereotipadas familias parecen sacadas de la Rue 13 del Percebe, o de cualquier tebeo de Bruguera: caricaturescas, tópicas, excesivas y entrañables. Un plantel de personajes que recuerdan al tendero de la Rue, al veterinario, a la dueña de la pensión o a Manolo el moroso, arquetipos modernizados pero reconocibles.

Marisa y Alonso hacen lo que pueden con su estrecha economía vallecana, sus hijos de barrio y su rutina sin brillo, eso sí, con grandes dosis de amor familiar. Torres y Fátima regentan una charcutería, se miran poco el uno al otro, y la obsesión del tendero es que su niña herede el negocio y no caiga en los brazos donjuanescos del hijo de la pareja anterior. Por su parte, Calatrava y Vicky viven en mundos paralelos, familia hiper-pija con chacha filipina que vela por los gemelos y por todo lo que deba ser transportado, fregado o atendido; él es cirujano plástico, pone domingas, ella es instagramer, pone filtros a sus domingas.

El reparto coral lo encabezan Kira Miró, Malena Alterio, Roberto Álamo, Jordi Sánchez, María Botto y un Julián López que está la mar de salao aportando su natural vis cómica en el papel del cirujano plástico, un pobre tipo que se ve arrastrado a un pijerío que en realidad no pega nada con su carácter normalito, que quiere que le dejen tranquilo un rato para leerse sus libros de Pérez-Reverte en la tumbona, que es lo que toca en vacaciones, hombre, por favor.

Sencillota y muy simpática, Odio el veranoremake de la italiana Odio l’estate (2020)- acaba dejando un regusto dulce y placentero gracias a esa celebración del amor, la amistad y la vida en que sutilmente se convierte la película, dando un giro de la comicidad facilona al drama doméstico, ese que a todos nos toca en lo más íntimo, y que llegada una edad nos hace valorar lo esencial y tumbar barreras.

A los cinco minutos me hubiese ido de la sala; a la media hora me estaba riendo de cualquier tontería; al final salí con una sonrisa y un sentimiento de grata complacencia. Creo que necesito unas vacaciones, salir una semanita aunque sea, darme un chapuzón, y volver con el ánimo refrescado. Vayan a verla, y disfruten un rato de esta comedia colorista y salada como una merienda de playa.

Sinopsis

Alonso (barrendero; Roberto Álamo) y Marisa (tarotista; Malena Alterio), Torres y Fátima (propietarios de una charcutería; Jordi Sánchez y María Botto) y Calatrava (cirujano estético; Julián López) y Vicky (influencer; Kira Miró) han reservado una casa aislada en Canarias para pasar las mejores vacaciones de su vida con sus respectivas familias. Lo que no saben es que, por un error de la agencia, han alquilado la misma casa. Ninguno está dispuesto a renunciar a ella, y tampoco hay muchas alternativas, por lo que se ven obligados a compartir habitáculo todo el verano. Las patentes diferencias entre cada uno de sus miembros convierten esos días en un caótico cúmulo de divertidas y desmadradas situaciones. A pesar de ello, tienen que aprender a convivir y comprender a toda esa gente tan distinta… Y a ellos mismos.

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Fernando Mircala

Artista, escritor, traductor y fotógrafo. Premio Lazarillo en el año 2000. Entre otros libros, es autor de 'Ciudad Monstrualia' (2001), 'El acertijo de Varpul' (2002), 'Eclipse en Malasaña. Una zarzuela negra' (2010), 'Lóbrego romance, pálido fantasma' (2010), 'Compostela iconográfica' (2012), 'Pentagonía' (2012), 'En un lugar de Malvadia' (2016; ilustrado por Perrilla), 'Pánico en el Bosque de los Corazones Marchitos' (2019), 'Versos para musas y cuatro cuentos de Edgar Allan Poe' (2019) y 'Concéntrico' (2022).