La aspiración de quien produce una película bíblica es provocar una adhesión a gran escala con el mundo de los creyentes. Si ellos aprecian el film y acuden a los cines, el resultado en taquilla puede resultar óptimo, y de hecho, así era en los lejanos tiempos en los que el peplum religioso era un subgénero en auge.
Supongo que esa referencia comercial es la que tenían en mente los ejecutivos de Paramount que intentaron estrenar esta película en una versión más amable para los evangélicos norteamericanos. Para alegría de sus fans, Darren Aronofsky ha conseguido que se respete su edición final de Noé, con el evidente disgusto de los protestantes más intransigentes y con el respaldo de críticos católicos como Steven D. Greydanus, felices con el resultado final.
Téngase en cuenta que en un par de secuencias del film se describe la evolución de las especies, un detalle que no significa gran cosa para el catolicismo –la Iglesia aceptó sin problemas la teoría de Darwin desde fecha muy temprana–, pero que irrita enormemente a los creacionistas norteamericanos, cuya ciega cruzada anticientífica nunca dejará de asombrarnos.
Si uno se remite a la literalidad de la Biblia, se encontrará con que el Diluvio Universal es relatado por Aronofsky con ciertas libertades pero sin demasiados excesos.
Así, esos gigantes de los que habla el texto original –los Nefilim, mencionados en el Génesis 6:4 y en el Libro de los Números 13:33– han sido convertidos en leviatanes de roca que a uno –ay– le recuerdan demasiado a los titanes de piedra que aparecen en La historia interminable o El hobbit.
Túbal Caín (Ray Winstone), «artífice de toda obra de bronce y de hierro» (Génesis 4:22) es transformado en un brutal señor de la guerra, recién salido de un relato de Robert E. Howard (Está claro que si tomáramos su alma con pinzas y la observáramos bajo el microscopio, descubriríamos facetas tan humanas como la ambición, la crueldad y la violencia.)
En la película, Sem (Douglas Booth), Cam (Logan Lerman) y Jafet (Leo McHugh Carroll) tienen una perspectiva sentimental mucho más complicada que en el Génesis, que los muestra subiendo al Arca con sus esposas. De hecho, incluso la relación de Sem con su amada Ila (Emma Watson) tiene en la cinta vaivenes dignos de un melodrama.
Matusalén (Anthony Hopkins), de quien la Biblia dice que alcanzó los 969 años (Génesis 5:27), ejerce en la película el papel de mago patriarcal, con rasgos que, una vez más, parecen extraídos del universo de Tolkien. Otro aspecto tolkieniano del film es la oposición entre el mundo industrial y carnívoro de Túbal y el chamanismo ecológico practicado por Noé (un espléndido Russell Crowe, metido de lleno en el personaje).
Más novedades: al comienzo de la cinta, el constructor del Arca es mostrado como un héroe, enamorado sin reservas de su mujer (Jennifer Connelly), pero luego va adquiriendo un perfil distinto, inesperado, que quizá incomode al espectador más tradicional.
Nadie puede negar que la aproximación de Aronofsky al texto bíblico resulta original. En su primer tramo, interpreta la peripecia de Noé en clave de fantasía heroica. Quien esté familiarizado con ese género, reconocerá de inmediato muchas de sus claves: el maniqueísmo, la magia, y sobre todo, la épica inspirada en la Edad del Bronce.
A partir del segundo acto, la película se transforma en un drama existencial de gran densidad, centrado en dos dudas. ¿Es posible la redención del ser humano después del Diluvio, o ya acumula suficiente culpa como para justificar su aniquilación total? ¿Es preferible el camino de la compasión al camino de la justicia implacable?
En un giro de guión que no adelantaré, Noé sigue un camino que explica el dolor, la locura y la desolación que transmite Aronofsky en buena parte de este drama.
Los amantes del cine de Aronofsky encontrarán en ese tramo final muchos de los rasgos de su cine: las almas torturadas, los primeros planos claustrofóbicos, las reflexiones psicoanalíticas y ese toque new age que ya descubrimos en La fuente de la vida (The Fountain, 2006), una película que tiene más de una conexión narrativa y emocional con Noé.
Desde el punto de vista estético, nos encontramos ante un film tan oscuro y detallado como un cuadro de El Bosco. Lástima que los efectos visuales no queden, en determinadas secuencias, a la altura poética que pretende alcanzar el realizador.
En todo caso, no creo que Noé sea una obra para todos los paladares. Aunque se presenta como un producto mainstream, puede resultar sombría y tortuosa para quienes acudan a verla como si fuera una aventura bíblica convencional.
Si uno es admirador de Aronofsky, aceptará Noé como la nueva aportación de un visionario. En cambio, si el realizador no figura entre sus predilectos, está claro que la cinta puede ser bastante indigesta.
A modo de curiosidad, será interesante comparar la película con la novela gráfica que, a partir del mismo material, han realizado el guionista Ari Handel y el ilustrador Niko Henrichon, con el visto bueno del propio Aronofsky.
Sinopsis
En un mundo asolado por los pecados humanos, Noé recibe una misión divina: construir un Arca para salvar a la creación del inminente diluvio.
Inspirado por la épica historia de valor, sacrificio, esperanza y redención, Darren Aronofsky (Cisne negro, El luchador, La fuente de la vida) lleva a la gran pantalla su personal visión de Noé. El oscarizado Russell Crowe interpreta al hombre elegido para llevar a cabo una trascendental misión de rescate antes de que una inundación apocalíptica destruya el mundo. La historia completa nunca antes se había llevado a la gran pantalla en una vívida epopeya, invitando al público a vivir esos espectaculares acontecimientos a través de la mirada y las emociones de Noé y su familia en su periplo por el miedo y la fe, la destrucción y el triunfo, la calamidad y la esperanza.
La producción embarcó a este reparto y equipo técnico de primera clase en su propio e inesperado viaje al introducirlos en una intensiva investigación del mundo de Noé para hacerle justicia al texto y embarcarse en un Arca de verdad, construida a mano según las indicaciones de la Biblia. En todos y cada uno de los aspectos de las interpretaciones, la acción y los innovadores efectos especiales de la película, el objetivo del equipo creativo estaba claro: elaborar una versión de Noé que resultara inmediata, vibrante y personal. El resultado es el primer retrato cinematográfico de Noé como un hombre imperfecto cuya sobrecogedora tarea se enfrenta contra lo peor de la humanidad a la vez que reafirma nuestra fe en lo mejor de ella.
«El público puede contar con todos los grandes momentos de la historia de Noé… el Arca, los animales, los Nefilim, el primer arco iris, la paloma. Pero espero haberlas reflejado de una manera nueva e inesperada. En vez de repetir lo ya visto con anterioridad, repasamos meticulosamente lo que está escrito en el Génesis, y luego creamos un escenario en donde sintiéramos que esos milagros podrían suceder», dice Darren Aronofsky
«Hay versiones en clave de comedia, hay versiones en animación, e incluso hubo una versión para Broadway con Danny Kaye que era un musical», dice Aronofsky. «Históricamente, su enfoque ha estado siempre orientado hacia el folklore, el humor y las historias para niños. Pero si uno se fija en el lugar que ocupa la historia en el Génesis, hay mucho más que animales entrando por parejas. Se trata de la historia de diez generaciones de hombres malvados que alcanza su clímax cuando llega un momento en que Dios decide que quiere rehacerlo todo. Para mí, se trata de la primera historia sobre el fin del mundo».
También la pareció una historia que finalmente iba a poder ser narrada de una forma visceral mediante las técnicas cinematográficas del siglo XXI, respetando a la vez la fuerza indeleble del texto bíblico. Dice: «No quería seguir ciñéndome a los clichés preconcebidos de la cultura popular que ya tenemos… quería que este Noé pareciese fresco, inmediato y real».
La fascinación de Aronofsky por Noé comenzó cuando tenía 13 años: al escribir un poema sobre Noé para la escuela. Fue después, al comenzar su carrera cinematográfica, cuando empezó imaginar la manera de dar vida a esta colosal historia antigua en la moderna pantalla cinematográfica. Sabía que iba a ser el mayor reto de su carrera, un largometraje tremendamente ambicioso que requeriría tanto pasión como meticulosidad en los detalles. Al mismo tiempo, se sentía profundamente atraído por el aspecto personal de la épica historia, la de la familia de Noé, queriendo investigar sus miedos y esperanzas, sus conflictos y su búsqueda de respuestas en medio de todos aquellos extraordinarios acontecimientos.
«Al ser la historia del primer Apocalipsis, me resultaba enormemente interesante imaginar como podría sobrevivir a eso una familia», dice el director.
Eso se convirtió en el punto de partida de un proceso de escritura que iba a meter a Aronofsky y al co-guionista y productor ejecutivo Ari Handel de cabeza en lo desconocido. Puesto que el texto del Génesis es breve, no contiene prácticamente ningún diálogo y ofrece pocas pistas acerca de los sentimientos de Noé respecto de la inminente inundación, consultaron una ingente cantidad de fuentes religiosas, históricas y eruditas para entender mejor la época de Noé y la relevancia de sus acciones. No se propusieron atenerse literalmente a los escritos, centrándose por el contrario en dramatizar lo que ellos consideraban como los temas esenciales de la historia de Noé e investigando las cuestiones que planteaba la narración bíblica.
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