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Crítica: «Misión: Imposible – Protocolo Fantasma» (2011)

Los jurados de los festivales o el caprichoso gusto de cierta crítica no están hechos para espectáculos tan decididamente comerciales como Misión: Imposible 4. Y es una lástima, porque nos hayamos ante una película bien realizada, amena, seductora y de ritmo endiablado, de ésas que te atrapan sin que a lo largo de su metraje consultes una sola vez el reloj.

Lo que busco al sentarme en una butaca es la intensidad de una historia, y Brad Bird es un narrador de primera, que sabe contar historias con clase. En su filmografía figuran joyas como El gigante de hierro (1999), Los increíbles (2004) y Ratatouille (2007), que figuran ya entre los títulos imprescindibles del moderno cine de animación.

En esta ocasión, Bird nos ofrece una trama que reúne los mejores elementos de la saga Misión: Imposible. De hecho, supera a Misión: Imposible III.

El guión de André Nemec y Josh Appelbaum nos presenta a un villano megalómano, Kurt Hendricks (Michael Nyqvist), empeñado en utilizar bombas atómicas para reordenar el mundo a su gusto.

Con la guerra fría arraigada en su memoria, Hendricks se las arregla para enfrentar a los servicios secretos de Rusia y Estados Unidos. Ello pone en marcha el Protocolo Fantasma: una operación ultrasecreta que –oh, casualidad– desactiva a todos los agentes de la IMF (Fuerza Misión Imposible). Bueno, a todos no. El incansable Ethan Hunt (Tom Cruise) se da cuenta de que es el único capaz de frustrar los planes de Hendricks, y se las arregla para plantarle cara con la ayuda de los agentes Brandt (Jeremy Renner, potencial sucesor de Cruise en la franquicia), Benji Dunn (Simon Pegg) y Jane Carter (Paula Patton).

Rodada en formato IMAX, la película es un festín para los aficionados al thriller de acción, pero su estilo narrativo, su retrato de personajes y escenarios –Dubai, Praga, Moscú, Mumbai, Bengaluru y Vancouver– están mucho más cerca del cine de espías clásico.

Las películas de James Bond tienen un eco que mantiene intacta su capacidad de seducción. Por ello no me sorprende que Bird module Misión: Imposible 4 con numerosos guiños al estilo 007.

El realizador conoce las claves del género y potencia sus posibilidades expresivas de forma admirable, atenuando la violencia para que un público familiar disfrute del largometraje sin reservas.

En cuanto al reparto, está claro que el espectador guardará un buen recuerdo de la volcánica belleza de Paula Patton, pero es evidente que los méritos deben repartirse entre un impecable Cruise, el sólido Jeremy Renner, y sobre todo, el entrañable Simon Pegg, dispuesto a robar todas las escenas en las que aparece.

Aunque Hollywood está enamorado de los efectos especiales que tanto abundan en esta película, también es digno de aplauso el hecho de que uno de uno de los momentos culminantes de la cinta haya sido rodado a la antigua usanza: sin dobles ni trucajes digitales.

Me refiero a la vibrante escena en la que Ethan Hunt se encarama a las ventanas de la Burj Khalifa Tower, el edificio más alto del mundo. Si es cierto que Cruise ha sido capaz de desafiar al vértigo con tanta soltura, entiendo el sueldo que cobra.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de las imágenes © Paramount Pictures. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de la sección cultural de 'The Objective'. Escribió de forma habitual en 'La Lectura', revista cultural de 'El Mundo'. Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador de las páginas de cultura del diario 'ABC' y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Ha trabajado en el sector editorial y es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.