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Crítica: «Max Payne» (John Moore, 2008)

En ningún otro género la violencia y los tópicos del cine negro se dan tan fuertemente la mano. Los juegos del tipo shooter shoot ‘em up– convierten a patrulleros del Bronx y comisarios de West Hollywood en máquinas de matar. Genuinos cazadores de hombres que, al tiempo que resuelven una intriga, desempeñan su papel interactivo con un fusil de asalto o un par de pistolas cromadas. Para conseguir créditos, el jugador enciende la llama de unas fantasías en las que sobreabundan las víctimas, con escenarios que parecen diseñados durante sus horas libres por la Brigada de Narcóticos.

El juego Max Payne, creado por la compañía finesa Remedy Entertainment en 2001, es uno de los más célebres dentro de esta categoría. Inspirado en las cintas de acción de John Woo, presenta numerosos tiroteos a cámara lenta, coreografiados con ese estilo que tiene su primera piedra de toque en los thrillers de Hong Kong.

El entorno de un videojuego no es un simple diseño en 3D, sino un estado mental. Eso es lo que ha intentado captar John Moore en su adaptación cinematográfica de Max Payne. En este sentido, la gran baza de esta película es su diseño de producción. Dicho cometido, por cierto, corre a cargo del veterano Daniel T. Dorrance, que previamente se las ha visto en proyectos tan exigentes como Mission: Impossible IIMission: Impossible IIICollateralSalvar al soldado Ryan (Saving Private Ryan), Braveheart y el Dracula de Francis Ford Coppola.

De acuerdo con los bocetos de Dorrance, la historia de Max Payne discurre en una metrópolis industrial, en la que los callejones más cochambrosos serpentean a pocos metros de soberbios rascacielos plateados. A través de filtros azules, la nieve –cortesía del eficacísimo equipo de efectos digitales– cae con la misma persistencia con la que relampaguean los disparos, y eso crea la impresión de entornos volcánicos, de muy bella factura.

Esa elevada competencia del equipo artístico, sumada al más que correcto nivel interpretativo –Mark Wahlberg cuenta con el apoyo de secundarios tan brillantes como Beau Bridges–, resulta decisiva para el buen acabado de Max Payne. Como valor suplementario, la rotunda belleza de Olga Kurylenko (Hitman) y de Mila Kunis proporciona al espectáculo su buena dosis de encanto.

Una cosa está clara: la fábrica de sueños no ha olvidado cómo se monta un proyecto de estas características. Gracias a esa atmósfera estilizada, Max Payne es un producto tan dinámico como vistoso.

Pero si los miembros del equipo técnico aprueban el curso con notable, lo cierto es que el guionista Beau Thorne no se gana el sueldo, y deja al descubierto un repertorio alarmante de tópicos, ensamblados sin el más mínimo misterio, y con una fidelidad a las fórmulas delvídeojuego que nos lleva a echar de menos la magia narrativa de los viejos tiempos.

Aquí todo da la impresión de que ya lo hemos visto antes, como si ese empaque suntuoso no hubiera servido para realzar la idea de fondo –Max Payne como ángel exterminador–, casi completamente desaprovechada por el guionista.

¿Resultado final? Una cinta pasajera, previsible, idónea para distraernos sin mayores exigencias durante una de estas tardes de otoño.

Sinopsis

Max Payne es un policía heterodoxo –un antihéroe mítico– decidido a dar con los responsables de los brutales asesinatos de su familia y de su compañera. Resuelto a vengarse caiga quien caiga, su obsesiva investigación le lleva a embarcarse en una odisea de pesadilla rumbo al tenebroso mundo del hampa. A medida que el misterio va aumentando, Max se ve obligado a combatir con enemigos de más allá del mundo natural y a enfrentarse con una traición inconcebible.

Mark Wahlberg (Infiltrados), candidato al Oscar, encarna al protagonista, Max Payne, un hombre que tiene muy escaso respeto a las normas –y nada que perder–, y que investiga una serie de misteriosos asesinatos que podrían guardar relación con la muerte de su esposa y de su hijo. Pero existen unas fuerzas gigantescas, reales y que a la vez superan toda imaginación, que conspiran para que la desoladora verdad quede oculta –y para que Max permanezca callado para siempre.

Acompañando a Wahlberg en Max Payne están Mila Kunis en el papel de Mona Sax, una bella hampona y asesina rusa; Olga Kurylenko (que actúa en la próxima película de James Bond Quantum of Solace) da vida a Natasha, la hermana pequeña de Mona, siempre en busca de emociones; Chris “Ludacris” Bridges interpreta al detective de Asuntos Internos Jim Bravura, mientras que Beau Bridges se encarga del papel de B.B., el mentor de Max.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de las imágenes, sinopsis y notas de prensa © Abandon Entertainment, Collision Entertainment, Dune Entertainment, Firm Films, Foxtor Productions, Twentieth Century Fox. Cortesía del Departamento de Prensa de Hispano Foxfilm. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de la sección cultural de 'The Objective'. Escribió de forma habitual en 'La Lectura', revista cultural de 'El Mundo'. Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador de las páginas de cultura del diario 'ABC' y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Ha trabajado en el sector editorial y es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.