Salvo los muy entendidos en música, prácticamente nadie conoce en España al grupo Kino, aunque fueron grandes en Rusia a finales de los 80. Por desgracia, el líder de esta banda, Viktor Tsoi, murió por culpa de un accidente de tráfico en 1990.
Esto último aumentó su leyenda. Sin embargo, en esta película, el director Kirill Serebrennikov prefiere centrarse en los inicios de la banda. El director retrata a un grupo de jóvenes apasionados por la música y la vida en un Leningrado tocado por la Nueva Ola, pero en absoluto comparable a lo que sucedía en lugares como Reino Unido o incluso España. Al fin y al cabo, aquello todavía era la Unión Soviética.
Con un blanco y negro muy al estilo del cine independiente de los 80, la película juega al engaño. Serebrennikov nos hace creer que vamos a ver un film repleto de furia punk y personajes autodestructivos, pero constantemente se nos recuerda que la escena rusa del momento no era una versión esteparia de Bristol.
De vez en cuando, asistimos a unos excelentes números musicales adornados con animaciones y con canciones míticas “occidentales” (incluyendo el «Psycho Killer» de Talking Heads o el «Passenger» de Iggy Pop) con un espíritu punk y juvenil. Pese a ello, una especie de coro griego en forma de modernillo aclara siempre al espectador que aquello nunca sucedió.
La película se centra en un trío amoroso bastante inocente y tranquilo, formado por el músico Mike Naumenko (Roman Bylik), su mujer Natalia (Irina Starshenbaum) y Viktor Tsoi (Tee Yoo). Asimismo, refleja cómo eran los conciertos de rock y pop cuando existía el “telón de acero”, en centros cívicos, bajo la supervisión de miembros de partido y con un público sentado tratando de controlar su euforia.
El film evita excesos de drogas o explosiones de violencia, más que nada porque al parecer no había mucho de eso en aquel tiempo y lugar. Intenta ser (o más bien parecer) una película positiva y tranquila, aunque bajo esa capa se siente constantemente la rabia y la melancolía de unos personajes que aman la libertad y la música, pero que se lamentan de ir con retraso respecto a la gran música popular del siglo XX. Esto es algo que se advierte en su devoción casi religiosa por Lou Reed, David Bowie o Blondie.
Ese extraño enfoque, por inesperado, es lo más gratificante de la película. En ningún momento se intenta hacer un Sid y Nancy al estilo ruso. Este es un film con personalidad propia sobre unos artistas a los que la mayoría hemos descubierto a través de esta misma película.
Muy recomendable para los espectadores saturados de productos cinematográficos estándar.
Sinopsis
Leningrado, un verano a principios de los 80: la escena del rock está en pleno apogeo. Viktor Tsoï, un joven músico que creció escuchando a Led Zeppelin, David Bowie y T-Rex, está tratando de hacerse un nombre. El encuentro con su ídolo Mike y su esposa, la bella Natacha, cambiará su destino. Juntos construirán una leyenda que les llevará a la eternidad.
El cineasta ruso Kirill Serebrennikov retrata en Leto la escena rock underground soviética a través de la historia de un trío amoroso bañado por la despreocupación, en un país ahogado por las restricciones.
Leto («verano» en ruso) supone un verdadero espectáculo formal, tanto por el tratamiento de la imagen (llama la atención el exquisito blanco y negro, pero también el uso de diversos formatos y animaciones) como por el sonoro (con numerosas versiones de clásicos de Lou Reed, Talking Heads o Iggy Pop perfectamente integradas en la narración). La historia está basada en los acontecimientos reales que vivieron Mike, Natacha y Viktor. En concreto en las memorias de Natasha (nombre real del personaje femenino).
En palabras de Serebrennikov, Leto «trata de la fe necesaria para sobreponerse al contexto social y de la actitud despreocupada de los héroes frente a la opresión heredada. Es, por encima de todo, la historia de un simple e inalterado amor, como una oda a estos futuros iconos del rock, a su forma de vida. Es la historia del último verano antes de la Perestroika, antes de la transformación total hacia la Rusia contemporánea».
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