Rompen en las orillas de Brighton las olas provenientes de Francia, como ondas sonoras de un bramido fragoroso enviado desde otro tiempo, un eco del pasado que sigue percutiendo en el tímpano de la memoria.
Bernie Jordan (Michael Caine), un nonagenario veterano de la Segunda Guerra Mundial, recibe este mensaje desde las costas al otro lado del Paso de Calais. Es la llamada de sus compañeros caídos en las playas de Normandía una mañana de junio de hace setenta años, de sus voces silenciadas que nunca callaron en su mente, juveniles, aterradas, anhelando la vida y el amor al que nunca pudieron regresar.
La gran escapada narra deliciosamente -al ritmo pausado y contemplativo que requiere la historia-, la peripecia real de un anciano que siete décadas después se volvió a embarcar en el ferry de Dover a Normandía, para rendir tributo a los caídos durante el famoso desembarco aliado del Día D en la conmemoración de su 70º aniversario. Y lo hizo en solitario, sin previo aviso, armado esta vez de su andador, sin más munición que sus recuerdos, e impulsado por las heridas nunca cicatrizadas abiertas en su alma, que no en su carne.
Bernie vive los rescoldos de una vida que en verdad resultó plena, junto a su amada Irene, encarnada por Glenda Jackson (Sin duda, ha pasado mucho tiempo desde que la actriz protagonizó con Caine Una inglesa romántica en 1975).
Ambos viven en una residencia para mayores donde, entre medicamentos y menús bajos en sodio, su antigua gesta ha sido olvidada. Irene revisa viejas fotos, canciones y cartas, recuerdos de una vida sencilla y disfrutada dulcemente en pareja. La memoria es un jardín que el tiempo desertiza o plaga de malas hiervas, salvo que se cuide con esmero hasta agotar las fuerzas. Y a esa tarea se entrega el senil matrimonio en su cotidiano devenir.
Una juventud lejana
Pigmentos pardos y grises tiñen los fotogramas de esta cinta como los mórbidos tonos de aquellos viejos uniformes, de los carros de combate, las playas sin sol, y el hormigón de los siniestros búnkeres. Flashbacks de una juventud lejana a un presente crepuscular, van componiendo el mosaico de lo soñado y lo vivido, de lo que fue y de lo que se truncó. Y traza los capítulos desiguales tanto de las biografías completas como de aquellas que quedaron a medio escribir, y que permitieron, todas ellas, el futuro de otras vidas que irían llegando a un mundo no siempre fácil, pero posible y en paz.
Como se puede ver en el tráiler (aquí no hay spoilers), Bernie desembarca por segunda vez en su vida en las ahora pacíficas playas de Normandía, junto con su nuevo amigo Arthur (John Standing), otro veterano de la RAF.
Ambos se confesarán sus perpetuos duelos y traumas, motivos de pesadillas e insomnios crónicos que les acompañaron décadas después de que las bombas dejaran de caer sobre campos y ciudades, y de que las lágrimas dejaran de ser vertidas sobre ausentes tumbas lejanas. Tumbas en las que yacen muchachos de quienes únicamente sobrevivió su imperecedero fantasma.
La aceptación del destino
La narración discurre contenida, emocionante en la hondura de su significado, y serena en la reflexión. La historia brinda -tanto a sus protagonistas como al espectador-, una reconciliación con el alma propia, la aceptación del destino, y la gratitud a una vida llena de sentido, el que cada uno de nosotros seamos capaces de darle según las cartas que nos han tocado, y la determinación a la hora de jugarlas.
Oliver Parker, director del filme, nos cuenta esta pequeña y sencilla historia, emotiva y tierna, que se agranda junto con la figura de su protagonista a medida que el presente recupera un vigor insuflado por la fuerza del pasado. Y demuestra que siempre hay un buen papel para grandes actores y actrices veteranos, capaces de expresar y estremecer con las herramientas básicas, gastadas pero expertas.
Pasar a limpio la memoria de un drama que hoy nos resultaría traumático afrontar, es obligado. Y no cabe el olvido y menos aún el desprecio, sino todo lo contrario: el agradecimiento y la honra a quienes dieron su vida por la libertad, combatiendo el horror y la barbarie. La gran escapada es un hermoso canto del cisne, una cálida elegía cargada de optimismo y luz.
Sinopsis
En el verano de 2014, Bernard Jordan (Michael Caine), un veterano de la Segunda Guerra Mundial de 89 años, se escapa de su residencia en la que vive junto a su mujer Rene (Glenda Jackson), para unirse a sus compañeros veteranos de guerra en una playa de Normandía, conmemorando a sus camaradas caídos en el 70 aniversario del Desembarco del Día D.
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