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Crítica: «Infierno azul» («The Shallows», Jaume Collet-Serra, 2016)

¿Quién, sino un gran tiburón blanco, sería capaz de atemorizarnos tanto? Desde aquella época en que Spielberg convirtió a esta criatura en un fantasma de los abismos, todos los horrores del océano se identifican con las fauces de este majestuoso depredador.

Infierno azul es una historia de supervivencia acerca una de estas bestias, empeñada en devorar a la protagonista, Nancy (Blake Lively), cuya afición por el surf y por las playas desiertas va a jugarle una mala pasada.

Cualquier aficionado al cine de serie B comprenderá que este tipo de material narrativo suele estar relleno de estereotipos. Y sin embargo, qué agradable es encontrarse con un film sin pretensiones, dotado de esos viejos recursos y diseñado con la única intención de entretenernos.

Aunque el elenco incluye a algún actor secundario ‒Óscar Jaenada es el más destacado‒, la parte substancial de la trama gravita sobre la bella y la bestia: esa veraneante que nada y bucea mejor que el resto de los mortales y ese monstruo capaz de captar la sangre desde una distancia de medio kilómetro.

Pese a ser tan diferentes en tono y objetivos, resulta tentador establecer paralelismos entre este film de Jaume Collet-Serra y Buried (2010), de Rodrigo Cortés. Lo digo por dos motivos. En principio, porque ambos nos presentan a un personaje solitario que a lo largo de todo el metraje trata de evitar la muerte usando todos los recursos a su alcance, y en segundo lugar, porque Buried demostró la valía de Ryan Reynolds, marido de Lively, la actriz que ahora hace lo propio, cambiando una caja enterrada en Irak por un mínimo islote azotado por la marea.

Aunque el guión de Anthony Jaswinski podría resumirse en menos de un folio, la entrega de Blake Lively y la habilidad narrativa de Collet-Serra consiguen que la tensión sea constante. Llegado cierto punto, lo menos importante son los detalles que caracterizan a la protagonista. En realidad, ésta es una película muy física, con su propia lógica y con unos resortes que apelan a emociones bastante primarias.

La belleza del escenario, fabulosamente fotografiado por el operador Flavio Martínez Labiano, brinda al realizador la posibilidad de sumergir ‒literalmente‒ al espectador en la acción. Y hay que reconocer que Collet-Serra sale muy bien librado de ese reto.

Infierno azul es una película sencilla, pero es precisamente en esa franqueza y en esa simplicidad donde podemos encontrar sus mejores virtudes. Al fin y al cabo, no olviden que esta es una cinta veraniega, protagonizada por una chica en bikini que ha de plantar cara a un escualo descomunal.

Sinopsis

«Esta película te atrapa a un nivel muy primario», afirma Blake Lively. «Trata sobre la fuerza para sobrevivir, la fuerza de voluntad. Cuando leí el guion, pensé: ‘¿Qué haría yo en esa situación?’, Nancy lucha por sobrevivir de una forma verdaderamente increíble».

En Infierno azul, Nancy busca algo de consuelo tras la muerte de su madre. Aunque es una estudiante de Medicina muy decidida, Nancy también ha hallado la paz en una tabla de surf, y ahora ha encontrado lo que estaba buscando: la playa secreta que era un lugar especial para su madre. Aunque sabe que es peligroso hacer surf sola, decide arriesgarse cuando su compañero de viaje la deja en la estacada, e incluso llama a casa para hacer saber a su familia, con la que está muy unida, que ha encontrado ese lugar tan especial. Mientras hace surf en ese lugar hermoso y oculto, cree que será un buen momento para aprovechar y reflexionar.

Collet-Serra estaba entusiasmado de incorporarse al proyecto porque, asegura, «tenía un gran número de factores que, considerados en su conjunto, suponían un reto enorme para un director. Tiene una sola localización. Tiene agua. Animales. Y un personaje generado por ordenador. Cualquiera de estos elementos por separado ya constituye un reto, así que tenerlos juntos en una sola película la hacía muy interesante».

«Tuve que entrenar, no solo para aprender a hacer surf lo mejor posible, sino que necesité mucha preparación de resistencia para que mi cuerpo pudiera aguantar las exigencias físicas del papel», comenta Lively. «Ni siquiera tuve una doble hasta las dos últimas semanas de rodaje, yo misma hice todas las escenas arriesgadas hasta ese momento. ¡Salvo por el surf, por supuesto! Tuve la suerte de contar con la increíble Isabella Nichols, la surfista junior número uno del mundo, como mi particular heroína del surf. En cuanto al resto de las escenas arriesgadas, sufrí unas cuantas ‘heridas de guerra’, pero ser capaz de hacer todo eso me hizo sentirme orgullosa».

En 2010, Lively pasó tiempo en el agua, buceando con grandes tiburones blancos y conservacionistas, lo que le proporcionó un vínculo más fuerte con la historia. «Buceé con grandes tiburones blancos en Gansbaai, Sudáfrica», recuerda. «Estuve cara a cara con esas majestuosas criaturas. Fue increíblemente revelador, porque los grandes tiburones blancos siempre me habían aterrado pero, al estar en el agua con ellos, en su hábitat, no parecen enormes criaturas monstruosas, sino que son hermosos, pacíficos y serenos. Eso me resultó muy útil porque, en esta película, no veo al tiburón como un atacante, el tiburón es una criatura extraordinaria, que trata simplemente de sobrevivir, al igual que Nancy».

La localización principal del filme fue la isla de Lord Howe, una pequeña isla situada aproximadamente a 600 millas náuticas al este de Sidney. A los espectadores les atraerá el lugar por los mismos motivos por los que le atrae a Nancy: es uno de los pocos parajes naturales vírgenes y no explotados por el hombre que quedan en este planeta.

La mayor parte de la isla está cubierta por vegetación prácticamente virgen, con numerosas plantas y animales que no se encuentran en ningún otro lugar del mundo. En las aguas de color turquesa que la rodean, se pueden encontrar almejas gigantes, tortugas marinas, peces payaso, peces león, atunes, peces reales, peces mariposa y peces napoleón. «Es un lugar protegido como Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, está bajo el control de un parque nacional, todas las aguas que la rodean están bajo el control de un parque marino y toda la gente que vive en la isla son isleños de quinta o sexta generación, que dan un profundo valor intrínseco a todo lo que sucede en la isla. El lugar es verdaderamente el alma de la película», explica Duncan Jones, responsable de localizaciones del filme.

El equipo de rodaje estuvo diez días filmando en mar abierto en la isla de Lord Howe. «No se debe subestimar la fuerza del mar», sentencia Collet-Serra, al describir el proceso.»Imagina intentar dirigir a un equipo para que coloque un enorme set en mar abierto con olas enormes, mientras Blake se encuentra en una tabla de surf y un cámara tiene que captarlo todo, mientras el tiempo no deja de cambiar, lo que hace que cambie la luz para una determinada toma, que tiene que coincidir con la luz de la toma que acabas de grabar».

Como ejemplo de las dificultades que entrañaba rodar en el agua, Collet-Serra menciona una de las escenas aparentemente más sencillas. «La escena más imposible que filmamos fue una escena de diálogo, con Blake sentada en su tabla, hablando con los dos surfistas, que se encuentran a unos 30 metros de distancia», prosigue Collet-Serra. «Para poder grabar una escena de diálogo, necesitas que la cámara esté estabilizada. Así que anclamos una grúa a cuatro puntos de un barco, con varios maquinistas intentando enderezar la grúa. Teníamos buzos sujetando a Blake para que no la arrastrara la marea, y a los dos surfistas intentando mantenerse en su posición. Teníamos nueve barcos, 70 personas y buzos en el agua para grabar lo que parece una escena sencilla».

A la hora de crear el tiburón, Jaume Collet-Serra quería conseguir un adversario digno que mantuviera a los espectadores en vilo. «Quería que el tiburón fuera una presencia durante la mitad de la película», explica Collet-Serra. «Quería desvelarlo poco a poco, y que luego fuera como una fuerza de la naturaleza. Mi razonamiento es que si Nancy no consigue ver bien al tiburón, entonces los espectadores tampoco deberían poder verlo bien».

Scott E. Anderson fue el supervisor de efectos visuales del filme. «Tanto Jaume como Diana Ibáñez, la productora de efectos visuales de la película, realizaron una intensa labor de documentación», comenta. «A partir de las anotaciones de Jaume y nuestra conversación, Diana y él prepararon paquetes de documentación, con momentos de tiburones que le gustaban a Jaume, conductas y acciones generales de los tiburones. Esa fue realmente la base para nuestra biblioteca, esos pequeños momentos que le gustaban a Jaume«.

El enorme tamaño del animal suponía una gran diferencia para los animadores. «No dejaba de repetirles a los animadores que pensaran en el tiburón como un gran camión diésel con mucha potencia y par de torsión, frente a un coche de ingeniería alemana, capaz de alcanzar muchas revoluciones», prosigue Anderson. «Es grande y elegante, con una forma de nadar llena de fuerza y gracia. Utilizamos esa masa cuando está atacando la boya o golpeando cualquier otra cosa; posee un gran tamaño y es muy pesado».

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © Ombra Films, Weimaraner Republic, Columbia Pictures. Cortesía de Sony Pictures. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de la sección cultural de 'The Objective'. Escribió de forma habitual en 'La Lectura', revista cultural de 'El Mundo'. Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador de las páginas de cultura del diario 'ABC' y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Ha trabajado en el sector editorial y es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.