En realidad, no sé si Indiana Jones es más popular ahora que en el año que lo vio nacer, pero lo cierto es que su figura provoca un consenso de entusiasmo y simpatía que ni siquiera George Lucas y Steven Spielberg hubieran podido imaginar en 1981.
La última (por el momento) entrega de sus aventuras, como todas las obsesiones, a veces parecía improbable y, con frecuencia, era desmentida por los hechos. Y eso que Lucas, desde mediados de los ochenta, no ocultaba su intención de rodar cinco películas con el personaje. Incluso llegó a contratarlas con Paramount Pictures, asegurándose el control absoluto de la franquicia.
En todo caso, Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal (Indiana Jones and the Kingdom of the Crystal Skull) llega por fin a las pantallas, y más que como un blockbuster, se presenta como un alegato nostálgico.
Quizá por eso mismo una parte de la crítica ha reaccionado como suele hacerlo en estos casos: con un rigor del que nunca se sabe si es sincero o un tanto artificial. ¿Conserva la nueva entrega el espíritu de la saga? ¿Está a la altura del cine moderno de aventuras o es un anacronismo disparatado? ¿Son tan horrendas las secuencias filmadas con criaturas digitales? Estas y otras preguntas sobrevuelan los titulares, tal como ocurre en la calle. Pero no se dejen confundir. Cada época tiene sus manías predilectas, y en la nuestra, no hay nada que guste más que el odio compartido y la decepción tuiteada.
Empecemos por lo positivo. En sus diferentes niveles, nos hallamos ante un espectáculo de destila amor por el Hollywood clásico. Muy bien rodado, impecablemente interpretado, y lo mejor de todo, tan ameno que uno acaba creyendo que Lucas y Spielberg fijan sus propias reglas a la hora de ofrecer cine con mayúsculas.
En esto estoy con Roger Ebert: si les gustaron las otras, puede que también les guste esta. Si no, de poco o de nada les servirá mi recomendación.
La cinta, como todos esperaban, está repleta de guiños a sus predecesoras. Nada pretencioso, el guión recibe aportes del cine popular de los cincuenta, con sus oportunas dosis de guerra fría y ficción científica. Quizá el hecho de introducir toques de ciencia-ficción no sea lo esperado, y de ahí la decepción de más de uno.
¿Problemas? Desde luego que los hay. Para empezar, Spielberg se ha empeñado en que todo el rodaje ha de realizarse dentro del estudio, y eso añade una artificialidad que complica las cosas. Tampoco Shia LaBeouf da la talla, y eso sí que termina de resultar incómodo, sobre todo en determinados momentos. Sobre todo en aquellos que tratan de resultar graciosos, pero maldita la gracia que tienen.
A todos los efectos, Harrison Ford se mantiene espléndido, y además tiene la suerte de enfrentarse a una dama con agallas, Cate Blanchett, para quien el respeto de sus subordinados debe convertirse en puro y simple pánico.
A primera vista, y a juzgar por la cronología establecida por las tres cintas previas, era casi obligatorio ubicar las aventuras otoñales de Indy en la Guerra Fría. Por lo demás, aunque la peripecia tenga su fecha en el año 1957, la verdad es que su esquema es previsible. El veterano Indiana (Ford), aliado en este caso a un bala perdida, arrogante y ambicioso, llamado Mutt (LaBeouf), explora unos secretos yacimientos en el Perú, en busca de la fabulosa Calavera de Cristal de Akator. Para complicarles la existencia, un grupo de agentes soviéticos al mando de Irina Spalko (Blanchett) persigue el mismo trofeo.
Al escribir esto, uno teme que el lector esté a punto de rememorar cien argumentos idénticos, reiterados por los seriales y el clásico cine de aventuras. Pero es justamente ahí donde reside el atractivo que le encuentro a esta película. Me refiero a su fidelidad (casi anacrónica) a un género que, para lo bueno y para lo malo, tuvo su razón de ser en libros baratos y en cintas de consumo dominical. Un género que, poco a poco, va siendo sustituido por aparatosas superproducciones, recargadas de efectos digitales y de explosiones.
El argumento de la nueva entrega se basa en una calavera de cristal auténtica, adquirida por el Estado francés en 1875. El vendedor fue el arqueólogo y coleccionista Alphonse Pinard, quien la describió, en su momento, como una reliquia azteca.
Luego supimos que la calavera de Pinard es una falsificación elaborada en el XIX, pero eso no resta interés a la fantasía urdida por Lucas y Spielberg. En cualquier caso, es probable que este último se lo haya echado en cara a su amigo. Por lo que sabemos, a Spielberg no le convencía ese tesoro azteca, y quizá por ello rechazó tantos guiones desde 1989.
Desde esa fecha, Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal ha sido objeto de borradores, observaciones y tratamientos por parte de guionistas tan prestigiosos como Frank Darabont, Lawrence Kasdan, Jeb Stuart, Jeff Nathanson, Jeffrey Boam, Stephen Gaghan, Tom Stoppard y M. Night Shyamalan. Dicho de otro modo: la realeza de la moderna escritura cinematográfica.
El guión con el que la cinta llega a las salas lleva la firma de David Koepp, pero es fácil imaginar que el equipo de Lucas habrá introducido enmiendas y mejoras a cada momento, obteniendo en cada página el famoso sello rojo con el que el productor da su visto bueno.
El primer plano se rodó el 18 de junio de 2007, y los escenarios fueron acondicionados en Deming (Nuevo México), New Haven (Connecticut), Hawai y Chandler Field (Fresno, California). A ello hay que sumar los cinco estudios (Downey, Sony, Warner Bros., Paramount y Universal) que Spielberg tuvo a su disposición en Los Ángeles, y en los que el largometraje adquirió toda su espectacularidad.
«Dos décadas después –añade Spielberg–, estoy muy contento de volver a trabajar con George, Harrison Ford, Frank Marshall, Kathy Kennedy y… Karen Allen. Aunque echo de menos a muchos de los incondicionales de los repartos y equipos anteriores -tanto a los que se han retirado, como Dougie Slocombe, Rober Watts, Sean Connery, como a los que ya no se encuentran entre nosotros, como David Tomblin, Denholm Elliot y tantos más-, me alegra tener ahora conmigo a un nuevo grupo para esta entrega: Cate Blanchett, Shia LaBeouf. Ray Winstone, John Hurt, el director de fotografía Janusz Kaminski, el diseñador de producción Guy Hendrix Dyas, y el guionista David Koepp, por mencionar a unos pocos. Nunca antes habíamos trabajado tan rápido y frenéticamente».
Sinopsis
La última aventura de Indiana Jones empieza en el desierto del suroeste Estados Unidos en 1957, en plena Guerra Fría. Indy y su amigo Mac (Ray Winstone) acabar de escapar por los pelos de las garras de unos infames agentes soviéticos en un remoto aeropuerto.
El profesor Jones regresa a casa y se entera de que las cosas van de mal en peor. Su mejor amigo, el decano de la Universidad (Jim Broadbent), le dice que muchos sospechan de las últimas actuaciones de Indy y que el gobierno presiona a la Universidad para que le despidan. Indiana, a punto de irse, conoce a un joven rebelde llamado Mutt (Shia LaBeouf), que le propone un trato. Si el arqueólogo le ayuda a resolver un problema personal, podría hacer uno de los descubrimientos más espectaculares de la historia; se trata de la Calavera de Cristal de Akator, un objeto legendario que despierta la fascinación, la superstición y el miedo.
Indy y Mutt viajan al rincón más perdido de Perú, tierra de antiguas tumbas, exploradores olvidados y rumores de una ciudad de oro. Pero no tardan en descubrir que no están solos; los agentes soviéticos también quieren apoderarse de la Calavera de Cristal. Los miembros de una unidad militar de élite, dirigidos por la fría, calculadora y letalmente bella Irina Spalko (Cate Blanchett), quieren apoderarse de la Calavera, convencidos de que ayudará a los soviéticos a dominar el mundo… si consiguen descifrar su secreto.
Indy y Mutt deberán despistar a los despiadados soviéticos, seguir la pista de un misterio insondable, sortear a enemigos y amigos dudosos y, sobre todo, impedir que la Calavera de Cristal caiga en las manos equivocadas.
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