Alejándose de las superproducciones o las versiones más o menos macarras que se han llevado a cabo en los últimos tiempos, el mito artúrico regresa en esta película de presupuesto más modesto, con un enfoque infantil-juvenil exento de cinismo o posmodernidad que es de agradecer.
Si bien algunos personajes hacen referencia a personajes de mitologías contemporáneas, como La guerra de las galaxias, El Señor de los Anillos o Harry Potter, dichos comentarios no se plantean como guiños oportunistas, sino para hacer ver al público más joven que los héroes que conocen tienen raíces muy profundas.
La historia de El niño que pudo ser rey es sencilla y predecible, pero se apoya en unos sólidos y sanos principios morales. Aunque la palabra “Brexit” no se llega a pronunciar, y no se habla de nombres o casos concretos, lo que se nos viene a decir es que Inglaterra y el propio mundo viven un mal momento, en el que todo se apoya en el enfrentamiento, surgen las tiranías y no hay un verdadero liderazgo.
En este panorama, Morgana (Rebecca Fergusson) comienza a despertar y hacerse fuerte con la intención de acabar con todo. Por otro lado, Excalibur reaparece para ser sacada de la piedra (en este caso, una ruinosa columna en unas obras) por Alexander (Louis Ashbourne Serkis), un chaval valiente y de buen corazón que reunirá un pequeño grupo de “caballeros”, entre ellos los dos abusones que le hacen la vida imposible en el colegio, siguiendo la filosofía de la Tabla Redonda, donde los enemigos de Arturo se transformaron en sus aliados.
Por supuesto, la película incluye un viaje tanto físico como personal, en el que Alex madurará y fomentará los buenos valores: honestidad, valor, amistad y respeto.
A pesar de la aparición de hechizos y monstruos (una versión digital de las criaturas de Harryhausen, incluyendo un ejército de esqueletos) y alguna que otra peripecia, esta pequeña película británica, dirigida y escrita por Joe Cornish (Attack the Block) no puede competir en espectacularidad con los mamotretos de Hollywood. A cambio, ofrece un tipo de cine juvenil y muy británico que ya prácticamente no existe, y que nos remite en cierto modo a aquellas teleseries inglesas de los años 70, destinadas al público joven, escasas en medios pero con personajes sólidos e historias de cierta enjundia.
Quien se lleva el gato al agua en la función es, sin duda alguna, Merlín, que reaparece en forma de búho y de adolescente (recordemos que el mago vive “hacia atrás”). El trabajo de Angus Imrie, el joven actor que le encarna, está dotado de esa energía y extravagancia que solo encontramos en Reino Unido. A ello hay que sumar ocasionales apariciones de Merlín en forma de anciano, nada menos que con el rostro y la voz del siempre colosal Patrick Stewart.
Una película mejorable en lo técnico, pero de buen fondo y estupenda como primer contacto de los más pequeños con la inmortal leyenda de Arturo.
Sinopsis
La magia de la vieja escuela se encuentra con el mundo moderno en la épica aventura El niño que pudo ser rey. Alex cree que sólo es un don nadie más, hasta que se topa con la mítica Espada en la Piedra: Excálibur. Ahora, debe reunir a amigos y enemigos para formar un grupo de caballeros y, junto al legendario mago Merlín, enfrentarse a la malvada hechicera Morgana. Estando el futuro en juego, Alex debe convertirse en el gran líder que nunca soñó que podría llegar a ser.
La semilla de El niño que pudo ser rey ha ido creciendo en la mente del guionista y director Joe Cornish desde que era niño, comenzando en 1982, cuando vio las películas Excálibur, de John Boorman, y E.T., de Steven Spielberg. Ambos filmes causaron un gran impacto en el jovencito Cornish, e inspiraron los inicios de su idea de hacer una película sobre un chico normal y corriente que se topa con la Espada en la Piedra.
Cornish recuerda: «A lo largo de mi adolescencia, dibujaba pequeñas viñetas en los libros escolares donde la espada Excálibur surgía de una bañera; era la yuxtaposición de lo doméstico y lo moderno con un mito ancestral. Aunque después dejé de lado la idea, lentamente ha seguido gestándose en mi interior desde entonces».
Investigando para el guión, Cornish y la productora Nira Park visitaron algunas escuelas y preguntaron a los estudiantes cuánto sabían sobre el Rey Arturo y la leyenda de Excálibur. Descubrieron que los chicos estaban familiarizados con la imagen y la idea de Excálibur –por ejemplo, que quien fue capaz de extraer la espada de la roca se convirtió en rey–, pero se mostraban muy confusos en cuanto a cómo esa historia conectaba con la actual familia real británica. Cornish añade: «Los chicos conocían la espada pero no sus repercusiones, y me pareció que ese era un fantástico e interesante lugar desde el que empezar a construir».
Cornish prosigue: «La idea que hay detrás de esta película es que mitos y leyendas como la historia del Rey Arturo, mayoritariamente, no se basan en hechos históricos. Se escriben y vuelven a escribir para satisfacer las necesidades del tiempo, y, de hecho, es importante que las diferentes generaciones reescriban nuevamente para sí mismas esas leyendas. Así que cuando escribí el guión, prioritariamente tenía eso en mente, que podía coger lo que quisiera de la mitología existente y utilizarla de la forma que quisiera; porque eso fue lo que Malory hizo, eso fue lo que los poetas franceses hicieron, eso es lo que todos los adeptos al mito han hecho con la leyenda artúrica; está ahí para que nosotros la interpretemos a nuestra manera».
Copyright del artículo © Vicente Díaz. Reservados todos los derechos.
Copyright de imágenes y sinopsis © Big Talk Productions, Working Title Films, Twentieth Century Fox. Reservados todos los derechos.