Entre los estrenos que nos llegan antes y después de Halloween, abunda el cine de monstruos. Pero el que protagoniza esta historia de terror no se cubría con máscaras ni iba asestando traicioneras puñaladas. Todo lo contrario: era un tipo elegante, educado, talentoso, y jamás asesinó a nadie con sus manos, salvo -paradójicamente-, a sus propios hijos y a su esposa, instantes antes de suicidarse.
Joachim Lang dirige esta cinta basada en el siniestro Joseph Goebbels (interpretado por Robert Stadlober), ministro de Propaganda de Hitler (Fritz Karl), uno de los responsables de aquella industria del crimen que fue el Tercer Reich.
Y lo hace con cierta precariedad de recursos, llevándonos a un terreno cercano al mero documental televisivo, y sirviéndose en ocasiones de discursos reales y escalofriantes imágenes de archivo, para acentuar la nota dramática y recordarnos que no estamos asistiendo a una mera recreación ficticia.
La película muestra fielmente a un Goebbels en toda la desagradable crudeza de la cercanía, de su intimidad familiar, y de sus conversaciones con el Führer, para quien fue orquestando toda una maquinaria propagandística al servicio de la causa. La sofisticación de sus métodos le convirtieron en un precursor de las modernas campañas de publicidad institucional, de los redactores de discursos y asesores de imagen, y de la prensa desinformadora y tendenciosa que nos rodea.
Y no lo hizo desde la sombra, sino bajo los focos, al frente de sus propios discursos, como él mismo bien presumía: «¿Quién conoce al ministro de propaganda de Stalin, o al del gobierno inglés? En cambio, mi nombre va a pasar a la posteridad».
Y esta, en efecto, era su gran meta, propia de un ambicioso megalómano que soñó -y logró, aunque no como él la hubiese escrito-, que su biografía entrase en los libros de Historia junto a la de su amado y admirado líder. Más le habría valido al mundo -y a ellos mismos-, que hubiese empleado su talento publicitario para vender a Hitler como «un gran pintor». Porque era capaz hasta de eso.
Manipulación de masas
Goebbels era un experto en la manipulación de las masas y en el arte de distorsionar la verdad, y se empleó con tenacidad valiéndose de todos los recursos a su disposición: prensa escrita, radio, eventos, discursos, documentales, y películas de cine. Su gran «proeza», consistió en convencer al pueblo alemán -seguro de vivir en un estado de paz-, para que desease la guerra, y viese al pueblo judío como «culpable» de todos sus males.
Su filosofía consistía en «informar» de un modo creativo. Lo expresa en la película haciendo una analogía con la pintura: «La propaganda es un arte; el mejor cuadro no es el más fiel a la realidad, sino el que mayores emociones despierta».
Seductor, mujeriego, narcisista; la película nos muestra sus desavenencias con Magda, su esposa (Franziska Weisz), de quien trata de divorciarse, hecho que impide el propio Hitler -amenaza mediante-, quien no está dispuesto al descrédito que puede sufrir su gobierno en un momento tan crucial.
Vemos al histriónico propagandista ensayar sus discursos ante su prole, cinco tiernas niñas y un varoncito, inocentes, risueños, ignorantes de lo que esa actuación supone y de la repercusión mortal que conllevan esas palabras. Actos que condenarán sus propias vidas poco después, cosa que escalofría conociendo el desenlace, pensando que ese padre amantísimo decidirá acabar con sus vidas para evitarles el futuro miserable y macabro al que él mismo les ha abocado.
En una escena, su hijo Helmut lee ante el Führer una breve y simpática redacción escolar que este festeja; Hitler pregunta al niño: «¿Y qué más has aprendido en clase de Historia?», a lo que este contesta sin filtro: «Que Alemania no ha ganado ninguna guerra combatiendo en dos frentes». Está claro que el muchacho carecía del talento de su padre a la hora de ofrecer la información, pero esta sentencia premonitoria y cierta, tiene el valor de ser la única verdad surgida de boca de un Goebbels.
Sinopsis
Joseph Goebbels, el Ministro de Propaganda, acompañó a Hitler durante siete años, desde marzo de 1938 hasta su muerte en mayo de 1945. Mientras Hitler está en el apogeo de su poder, Goebbels es el creador de las imágenes de multitudes ondeando banderas y de las películas antisemitas que preparan al pueblo para el asesinato en masa de los judíos. Tras la derrota de Stalingrado y la situación cada vez más desesperada a finales de 1944, Goebbels planea el acto de propaganda más radical, su última puesta en escena.
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