El Hobbit: Un viaje inesperado es, como dice el tópico, una lección de buen cine y audacia técnica. Profunda y reposada cuando debe serlo, y frenética y espectacular cuando hace falta, la nueva película de Peter Jackson es una poderosa demostración de talento, llena de entusiasmo, épica e imaginación.
Lo sé: también es la prueba de que un relato breve puede ser hinchado para convertirlo en un artefacto ampuloso, pero no creo que, cuando pasen unos años, sigamos empeñados en destacar este defecto.
Los seguidores de El Señor de los Anillos no se sorprenderán de que esta cinta sea más ingenua que la anterior trilogía. Ya sé que es una obviedad, pero conviene recordar que la novela de 1937 en la que se inspira es un clásico de la literatura infantil. Jackson es consciente de ello, y sin embargo, aquí consigue que pequeños y mayores se sientan atrapados por el relato, limando ‒no siempre con sutileza‒ las profundas diferencias de tono existentes entre El Hobbit y El Señor de los Anillos.
Toda la memoria cinematográfica y literaria del director aflora en los fotogramas de El Hobbit: desde los cuentos tradicionales al cine de ese heredero de David Lean que es Steven Spielberg. El músculo narrativo que exhibe en la película es incontestable. Con un montaje de primera y un estilo clásico, este largometraje consigue que los efectos digitales y los alardes de los maquetistas queden integrados en un producto razonablemente equilibrado.
En el guión de Jackson, Guillermo del Toro, Fran Walsh y Philippa Boyens, la peripecia de Bilbo, Gandalf y los trece enanos queda enriquecida con aportes de otros escritos de Tolkien, de forma que la historia adquiere el empaque necesario como para justificar el rodaje de una trilogía.
Es cierto que sobran algunas secuencias, y que a ratos a uno le invade la sensación de que la ampliación es artificiosa. Pero son muchos los aciertos que compensan este problema de partida.
El equipo técnico, como era de esperar, se luce. Basta con fijarse en el preciosista estilo visual marcado por el operador Andrew Lesnie.
¿Y qué decir del elenco? Martin Freeman, en el papel de Bilbo Bolsón, da todo un recital, y consigue que nos creamos a este hobbit de alma curiosa, con un sentido del humor y una inteligencia a flor de piel. Ian McKellen repite un Gandalf para el que ya se nos agotaron los elogios. Y gracias a sus intérpretes, el grupo de enanos, liderado por el excelente Richard Armitage, conforma una compañía de guerreros tan variopinta como encantadora.
Párrafo aparte merece Andy Serkis como Gollum. Capaz de inspirar repulsión y simpatía en el mismo plano, esta criatura es una composición de tal densidad que cuesta pensar en ella como un diseño digital. Parece real, y en el terreno que nos importa, acaba siéndolo.
Si por puro capricho narrativo he de elegir un elemento de El Hobbit, me quedaría con la trágica rivalidad entre el príncipe Thorin Escudo de Roble (Armitage) y Azog (Manu Bennett), un orco pálido que encarna la crueldad y la fiereza en estado puro.
Nos hallamos ante una superproducción en toda regla, con la densidad que uno encontraba en el cine de décadas pasadas.
No obstante, leyendo bastantes comentarios sobre esta película, uno puede sentirse como un abstemio entre borrachos. Ya saben: acabas contagiándose de los vapores etílicos, y terminas por decir cosas que no tienes demasiado claras.
Así se consolidan ciertas opiniones en las redes sociales: hay quien empieza diciendo que Peter Jackson ha cedido a la presión infantil de los fans, otro añade que esto lo hace solo por dinero, y un tercero asegura que la película estira el libro original como un chicle, con la intención de recaudar una fortuna con una nueva trilogía inspirada en Tolkien.
Añadamos un coro de blogueros corta-pega a la mezcla, y ya tenemos un titular explosivo. «La crítica arremete contra El Hobbit«.
Supongo que a los fans de Michael Haneke les atraerá poco o nada esta aventura fantástica, rodada con un sentido de la maravilla impropio de estos tiempos. Obviamente, a este sector del público –muy respetable– es muy posible que tampoco le atraiga Tolkien, bien sea por su amor a la épica, por su trasfondo católico o por su afición a las viejas sagas y a los cuentos de hadas. En todo caso, esa opinión despectiva no es superior a la de los miles de espectadores que disfrutarán de lo lindo con esta adaptación de El Hobbit. Conviene dejarlo claro, aunque algunos prefieran analizar el espectáculo con cara de catador de vinagre, mirando al resto por encima del hombro.
Sinopsis
El hobbit: Un viaje inesperado (The Hobbit: An Unexpected Journey, 2012) es la primera de las tres partes de la adaptación al cine de la popular novela de J.R.R. Tolkien. La historia está ambientada en la Tierra Media, 60 años antes de El Señor de los Anillos. La aventura sigue el viaje del protagonista Bilbo Bolsón, que se embarca en la recuperación del tesoro y del reino enano de Erebor, arrebatados por el terrible dragón Smaug.
Por indicación del mago Gandalf el Gris, Bilbo une a la compañía de trece enanos dirigidos por el legendario guerrero Thorin Escudo de Roble. Su viaje les hace adentrarse en tierras peligrosas, donde se encontrarán con trasgos, orcos, wargos salvajes, arañas gigantes y hechiceros. Aunque su objetivo es la Montaña Solitaria de Oriente, primero deben escapar de los túneles de los trasgos, donde Bilbo se encuentra con la criatura que cambiará su vida para siempre: Gollum.
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