Con esta nueva película, Baz Luhrmann vuelve a confirmar que la suya es una de esas personalidades ancladas en un estilo del que nadie logrará sacarlas. Convirtiendo la obra maestra de Francis Scott Fitzgerald en estímulo creativo, el realizador australiano traduce el original literario en un caleidoscopio visual que más bien parece una mezcla de anuncios de Chanel, Martini y Moët Chandon, con efusiones que no desentonarían en un reportaje de Vogue o en un videoclip de Beyoncé o Christina Aguilera.
Voluptuosa, excesiva y acalorada, la película es un espectáculo lleno de efectismo, con una escenografía Art Deco que tumba de espaldas.
Over the top. Ese parece haber sido el lema de Luhrmann a la hora de traducir a imágenes el clásico de Scott Fitzgerald. Y aun siendo ésta una adaptación relativamente respetuosa, lo cierto es que uno acaba despistándose de lo esencial para dejarse arrebatar por planos imposibles y por delirantes movimientos de cámara, más propios de una superproducción musical o de una película de superhéroes.
A pesar de forzar la máquina para que Scott Fitzgerald no desentone en la pista del Studio 54 –escandalizando, de paso, a los puristas–, el director sabe obtener partido del drama original, de suerte que la suya aventaja a las tibias adaptaciones de 1949 (con Alan Ladd y Betty Field) y 1974 (con Robert Redford y Mia Farrow).
Puramente pop, El Gran Gatsby es un prodigio de ritmo, que no aburre en ningún momento, y que tampoco rechina a la hora de servirnos este cóctel de elegancia vintage y hip hop de diseño. ¿Extravagante? Desde luego que sí, pero nadie, a no ser un ingenuo o un despistado, esperaba otra cosa de Luhrmann.
En cuanto a los intérpretes, sólo cabe decir que el cast es un acierto absoluto. No me imagino a otro mejor que Leonardo DiCaprio para dar vida a un fascinante Jay Gatsby.
Tobey Maguire construye un espléndido Nick Carraway, y queda claro que Carey Mulligan nació para encarnar a Daisy Buchanan. Por su parte, Joel Edgerton demuestra su enorme talento en la piel del infame Tom Buchanan.
En un guiño al mercado indio, una veterana estrella de Bollywood, Amitabh Bachchan, interpreta al empresario Meyer Wolfsheim.
En cierto modo, Luhrmann viene a ser el equivalente cinematográfico de las canciones de Peter Allen y de los concursos de bailes de salón: dos modalidades del kitsch que triunfaron en su tierra natal, Australia, y que a pesar de todo, nos hacen disfrutar sin que nos culpemos por ello.
Sinopsis
El Gran Gatsby sigue los pasos de Nick Carraway, un hombre parecido a Fitzgerald que aspira a ser escritor, cuando abandona la región central de los EE.UU. y llega a Nueva York en la primavera de 1922, una época de decadencia moral, jazz palpitante y de los reyes del contrabando de alcohol. Persiguiendo su propio Sueño Americano, Nick acaba siendo vecino de Jay Gatsby, un millonario misterioso que da fiestas continuamente. Al otro lado de la bahía vive su prima Daisy, y su marido mujeriego y aristócrata, Tom Buchanan. De esta manera Nick entra en el mundo cautivador de los súper ricos con sus ilusiones, sus amores y sus engaños. A medida que Nick es testigo de aquello, tanto dentro como fuera del mundo que habita, escribe una historia de amor imposible, sueños incorruptibles y grandes tragedias, y alza un espejo a nuestra propia época y luchas actuales.
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