La manera de consumir imágenes por parte del público actual, aquejado de eso que llaman déficit de atención (la falta de paciencia y la concentración de un niño de tres años, hablando en plata), ha complicado la existencia del género de suspense, cuya esencia es, precisamente, forzar el temple del espectador para mantenerlo tenso y pendiente.
“Al borde de la butaca”, se solía decir. Ahora, lo normal es que ese mismo espectador se ponga a mirar Facebook en cuanto pasan cinco segundos sin que se produzca un estruendo o aparezca algo brillante en la pantalla.
El suspense, como tantas otras cosas, se ha mudado a las series de televisión, aunque todavía hay filmes que intentan actualizarlo, mezclándolo con otros géneros e intentando captar la atención del respetable con montajes rápidos y ruidosos.
Entre los ejercicios de suspense de los últimos tiempos, destaca por su contenido y ejecución Déjame salir, escrita y dirigida por Jordan Peele. El realizador demuestra astucia con un guión de trama algo disparatada, pero rico en detalles brillantes, tanto satíricos como perturbadores.
A pesar de ser un film propio del cine comercial contemporáneo, con concesiones al público de multiplex (secundario cómico metido con calzador, deriva al cine de acción en su parte final…), Peele exhibe un estilo visual, si no clásico, sí más cuidado y pulcro de lo que suele ser habitual en este tipo de películas.
Destaca la extraordinaria dirección de actores, por otro lado muy bien escogidos. En este aspecto, resultan soberbias las secuencias en las que los secundarios actúan de manera extraña, para desazón el protagonista y del propio espectador.
El espíritu del escritor Ira Levin planea sobre este ejercicio de humor negro, suspense y paranoia, y es fácil recordar en determinados momentos cintas inspiradas en sus novelas, como Las poseídas de Stepford (The Stepford Wives, 1975), Los niños del Brasil (The Boys from Brazil, 1978) o La semilla del diablo (Rosemary’s Baby, 1968).
En esta ocasión, el enfoque caricaturiza ciertas conductas racistas en las que todos caemos en algún momento. En especial, esa ridícula condescendencia con personas de otra etnia que nos sirve para dejar claro que no somos racistas (generalmente, para ocultar nuestro racismo latente).
Déjame salir (Get Out) no es una obra maestra del género, pero sí un pequeño film de entretenimiento que cumple con lo que promete y va un poco más allá, planteando una serie de apuntes sociológicos sin necesidad de recurrir al sermón.
Incluso puede que, para una parte del público, acabe transformándose en película de culto.
Sinopsis
Un joven afroamericano es invitado a la mansión familiar de su novia blanca y descubre que la invitación se debe a un motivo muy siniestro.
Para Chris (Daniel Kaluuya) y su novia Rose (Allison Williams) ha llegado el momento de conocer a los futuros suegros, y ella le invita a pasar un fin de semana en el campo con sus padres, Missy (Catherine Keener) y Dean (Bradley Whitford).
Al principio, Chris piensa que el comportamiento «demasiado» complaciente de los padres se debe a su nerviosismo por la relación interracial de su hija, pero a medida que pasan las horas, una serie de descubrimientos cada vez más inquietantes le llevan a descubrir una verdad inimaginable.
Al oír el nombre de Jordan Peele, mucha gente piensa inmediatamente en la mitad del brillante dúo «Key and Peele» y en la estrella de Keanu. Conocido por escribir y actuar en comedias de cine y televisión, también es un destacado imitador y además presta su voz a numerosos personajes de animación. Lo que muy pocas personas saben es que este genio cómico premiado con un Emmy es un fanático de un género que no tiene nada que ver con lo anterior. Debuta como realizador con Universal Pictures, el estudio que inventó un cine de monstruos original e innovador, y con una productora muy especializada en el terror, Blumhouse Productions, de Jason Blum.
Jordan Peele, que empezó profesionalmente como guionista y actor en «MADtv», es un loco de las películas de terror y está convencido de que el miedo y la comedia beben de la misma fuente de inspiración… y de que ambos géneros surgen de nuestra necesidad de explorar lo absurdo del ser humano. Entiende que nos enfrentemos a nuestros problemas y a nuestros terrores a través de la experiencia catártica que representa morirse de risa o de miedo. También cree que si somos capaces de controlar nuestras emociones, saldremos indemnes de las experiencias.
El cineasta piensa que la tensión y el posterior desahogo son muy gratificantes para el público: «En un caso intentamos hacer reír, en otro intentamos asustar. Me lo pasé realmente bien utilizando todo lo que me había enseñado la comedia para construir un thriller, mi género preferido».
El personaje principal del thriller es Chris Washington, un fotógrafo y artista en ciernes del que Rose se enamora. El director explica que el protagonista tuvo un pasado complicado: «Chris es muy inteligente, pero ha vivido un trauma emocional y expresa su dolor a través del arte».
El actor que daría vida a Chris debía ser el agradable invitado en el seno de la familia Armitage y, a la vez, el extraño que no pinta nada allí. Los productores y el cineasta escogieron al actor británico Daniel Kaluuya para el papel. «Daniel es una auténtica estrella», dice Jordan Peele. «Tiene el don de caer bien, y se sumerge en la escena en un abrir y cerrar de ojos. Me gustó mucho cuando le vi en la serie Black Mirror y en el largometraje Sicario. Aquí casi lleva toda la película él solo».
El guionista y director construyó a la novia perfecta para nuestro protagonista con el personaje de Rose, que se siente abochornada por el comportamiento de su familia. «Siempre me pareció importante que el centro fuese una historia de amor», explica Jordan Peele. «Queremos que la pareja funcione, estamos de su lado. Rose no es perfecta, descubre algunos elementos inesperados en una relación interracial, pero se esfuerza en entender por lo que está pasando Chris. Es una mujer comprensiva, divertida, inteligente y decidida a apoyarle».
Para el papel de la joven enfermera Rose, los productores y el director escogieron a Allison Williams, una actriz cuyo trabajo en la serie Girls y en musicales les había llamado la atención. En cuanto a los papeles de los padres de Rose, el cirujano Dean y la psiquiatra Missy, ambos jubilados, los productores y el cineasta se inclinaron por dos intérpretes conocidos por trabajar en numerosas comedias. Catherine Keener, nominada al Oscar en dos ocasiones, que nos fascinó en Cómo ser John Malkovich y Capitán Phillips, y en comedias como Virgen a los 40, y Bradley Whitford, nominado a tres Globos de Oro, reconocido por sus papeles en las series El ala oeste de la casa Blanca y Transparent, así como por La cabaña en el bosque, fueron los dos actores escogidos para interpretar a dos malos nada habituales.
El último miembro de la familia inmediata de Rose es Jeremy, su hermano pequeño, muy interesado en provocar a Chris y conocerle mejor. Caleb Landry Jones, que se dio a conocer en la serie Friday Night Lights y saltó a la fama con X-Men: Primera generación, se encarga de que su personaje transmita una inexplicable y desagradable sensación que repele a Chris en el momento en que le conoce. Jordan Peele alaba al joven actor: «Caleb parece amenazante, pero a la vez es simpatiquísimo. Trabaja de maravilla y es un actor excepcional».
Las dos personas al servicio de la familia Armitage están interpretadas por Betty Gabriel, de Election: La noche de las bestias y Good Girls Revolt, en el papel de Georgina, el ama de llaves, y Marcus Henderson, de Django desencadenado y Peter y el dragón, como Walter, el jardinero. Cuando Chris los conoce, ve en ellos el reflejo del comportamiento del pueblo hacia los afroamericanos.
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