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Crítica: «Burlesque» (Steve Antin, 2010)

Burlesque es una película muy aconsejable para los fans de Cher y Christina Aguilera. Pero es mucho más que eso. Dentro de sus limitaciones, la cinta de Steve Antin brinda una soberana lección de entusiasmo, colorido, sensualidad y fantasía.

Ahora que estamos en tiempos de incertidumbre, no hay un tónico más recomendable que el que propone Antin. Collares de perlas, abanicos de plumas de avestruz, luces de neón, erotismo, rhythm n’ blues y un grupo de heroínas de la noche capitaneadas por Christina Aguilera, cuya voz y magnética presencia se ven reforzadas por dos veteranos aliados: Cher y Stanley Tucci.

Burlesque es un espectáculo opulento, donde se imponen las coreografías a lo Bob Fosse, el cuerpo como terreno de expresión, las lentejuelas y la lencería de diseño.

En todo caso, también se impone un prejuicio. Aunque Christina Aguilera demuestra que puede ser una actriz solvente, el glamour de la cinta puede no bastar para ciertos espectadores, que acaso busquen novedades en un guión resuelto con elementos de un sinnúmero de musicales.

Los más jóvenes compararán Burlesque con Chicago o Moulin Rouge. Incluso habrá quien descubra la sombra de Flashdance. Pero la realidad es que la cinta bebe de dos fuentes esenciales, aún más antiguas: los montajes escenográficos de Fosse y los argumentos arquetípicos del musical más añejo, en una tradición que arranca en La melodía de Broadway (The Broadway Melody, 1929) y nos reitera una y otra vez los mismos temas: el de la aspirante que eclipsa a su predecesora, el del propietario del club que está a punto de perderlo, el de la estrella veterana que descubre y protege a su sucesora, el de la jovencita de provincias que descubre el amor y se convierte en reina del vaudeville

Fíjense que, para reforzar ese antiguo linaje, Burlesque incluye una canción como «A Guy What Takes His Time», que la pícara Mae West ya interpretó en Nacida para pecar (She Done Him Wrong, 1933).

En este sentido, el guión de Steve Antin respeta las convenciones, y además se anima con diálogos ingeniosos, que acaso provengan de dos colaboradoras no acreditadas, Diablo Cody y Susanna Grant.

Como les dije, la plástica de la cinta debe mucho a Fosse. Los bombines, los chalecos, las sillas sobre el escenario y otras señas de identidad del maestro reaparecen aquí. De hecho, incluso interviene en un breve papel Alan Cumming, que fue un Emcee prodigioso en uno de los montajes de Cabaret más memorables en la historia de Broadway.

Mientras uno se atenga a ese juego de referencias y homenajes, no tiene nada que temer. Es más: se divertirá, disfrutará de las canciones y la proyección durará lo que un suspiro.

Uno de los tópicos de la crítica actual es el que postula que el Hollywood de hoy desconoce la originalidad, y se renueva a base de clichés. Sin embargo, no parece justo dar por reciente algo que, en contra de esa opinión mayoritaria, ya sucedía en los años treinta. Sobran los ejemplos. ¿O acaso no estaban llenos de estereotipos los musicales de Busby Berkeley?

Por consiguiente, seamos justos: Burlesque recupera esa vieja fórmula y la factura con una estética de vídeo de la MTV, pero sin perder el alma en el proceso.

Aunque Stanley Tucci repita, en esencia, su papel en El Diablo viste de Prada (The Devil Wears Prada, 2006), trasluce ingenio y ternura suficientes para que a casi nadie le importe.

Créanme, desde el momento en que Christina Aguilera interpreta a viva voz el clásico de Etta James “Tough Lover”, la película conquista el corazón de los más remisos. No es desde luego, una obra redonda, pero sin duda tiene todos los ases para triunfar en la taquilla y satisfacer a buena parte del público.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de la imagen (Stephen Vaughan) © 2010 Screen Gems, Inc. Cortesía de Sony Pictures Releasing de España. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.