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Crítica: «Frozen II» (Chris Buck y Jennifer Lee, 2019)

Cuando se estrenó Frozen en 2013, parecía que ya no era necesario añadir una coma a su argumento. Aquella historia era redonda, y los rótulos finales nos brindaban una despedida feliz y definitiva.

Pero ya ven: tanto si lo disimula como si no, Hollywood nunca cierra una puerta bajo siete llaves. Por motivos que cualquiera podrá entender, un éxito descomunal implica siempre una perentoria necesidad de secuelas. Y no olvidemos que el merecido éxito de Frozen fue de los que hacen época.

A la sombra de su predecesora, Frozen II se enfrenta a un objetivo complicado: buscar novedades hasta debajo de las piedras, y por otro lado, mantener todos los ingredientes que brillaban en la primera entrega.

Manteniendo el excelente reparto de voces que se lució en la película de 2013, regresan aquí los personajes de Elsa (Idina Menzel), Anna (la estupenda Kristen Bell), Olaf (Josh Gad) y Kristoff (Jonathan Groff, recién salido de Mindhunter). El simple hecho de verlos y oírlos de nuevo en pantalla consigue que la película se encarrile desde el primer momento.

Gracias a una mezcla interesante de leyendas y folklore escandinavo, el guión vuelve la vista hacia el pasado, rastreando un secreto que atañe a los difuntos padres de las princesas de Arendelle ‒el rey Agnarr (Alfred Molina) y la reina Iduna (Evan Rachel Wood)‒. Un secreto que, además, conduce a los cuatro protagonistas hacia el bosque mágico de Ahtohallan, donde habitan los Northuldra, un pueblo obviamente inspirado en los samis que, en el mundo real, habitan la región de Laponia.

El tema de la madurez y de la aceptación de la propia identidad están en el alma del guión, como por otro lado sucede en buena parte de las producciones Disney-Pixar.

Frozen II es menos original que su predecesora, pero al mismo tiempo es más adulta y corre más riesgos al serlo. Por otro lado, explora temas que en su día fueron típicos del Studio Ghibli, y que remiten a una visión mística y panteísta de la naturaleza. Esta visión idealizada de los mares y los bosques se transmite por medio de una detallista escenografía, que hemos de agradecer a un equipo de animadores coordinado a la perfección.

En lo musical, la película me parece impecable. En este caso, su repertorio tiene un cierto toque nostálgico, con guiños a los 80. De hecho, la balada soft-rock «Lost in the Woods» no hubiera desentonado en un disco de Chicago o Starship, y la potente «Into the Unknown», llevada al límite vocal por Idina Menzel, hubiese podido figurar en cualquier LP de Journey o Foreigner (Por si no me creen, escuchen la versión que ejecuta en los títulos de crédito la banda de Brendon Urie, Panic! At The Disco).

Más previsible que arriesgada, Frozen II aborda varios géneros ‒el cuento de hadas, el drama familiar, la comedia romántica, la fantasía heroica y el musical mágico, al estilo Brigadoon‒ y de todos ellos sale bien parada.

Aunque carezca de verdadera singularidad, su excelente factura visual y su razonable puesta en escena proporcionan muy buenos momentos al espectador. Estamos ante un espectáculo colorista, vibrante y encantador, no especialmente memorable, pero muy digno del afecto que despertará entre el público al que va dirigido.

Sinopsis

Aventurarse en lo desconocido, incluso para una reina tan fuerte como Elsa, exige coraje, pasión, valor, imaginación… y tampoco vendría mal algo de magia.

Elsa tiene un don: el poder de crear hielo y nieve. Aprendió hace poco a controlar su magia, y no hace mucho que dio a conocer sus poderes a su reino después de años manteniéndolos ocultos por miedo a que la persiguieran por ser diferente. «Elsa es un personaje fascinante con una capacidad milagrosa para aprovechar el poder de la naturaleza», dice el director Chris Buck. «Siempre ha tenido una conexión especial con la naturaleza. Pero no sabe por qué».

Y aunque Elsa se sienta feliz de poder vivir con naturalidad sus poderes y estar con su hermana, Anna, sus amigos y la gente de Arendelle, algo la corroe por dentro. La directora Jennifer Lee, que también escribió el guión, dice: «Elsa escucha una voz que nadie más oye. Intenta ignorar esa voz, pero no logra acallarla. Le dice que hay cosas en su pasado que desconoce. Le promete respuestas para saber por qué es como es. Parece ser algo grandioso y misterioso, así que se ve arrastrada a encontrar esa voz».

Pero esas respuestas prometidas también representan una amenaza para el reino y para todo lo que Elsa y Anna siempre desearon, sobre todo el vínculo que las une. Así que cuando Elsa emprende un peligroso viaje hacia lo desconocido recorriendo bosques encantados y mares oscuros más allá de Arendelle, Anna decide con su hermana para ayudarla a descubrir el misterio, junto con Kristoff, Olaf y Sven. En Frozen. El reino del hielo, Elsa temía que sus poderes fueran demasiado para el mundo. En Frozen 2, espera que sean suficientes.

Según el productor Peter Del Vecho, hace mucho que estos personajes se convirtieron en algo más que personajes para los realizadores. «Es como si fueran una familia», dice. «Son entrañables porque son imperfectos y tienen inquietudes, y su historia encierra muchas más cosas. Y al igual que le ocurre a muchos escritores, no podíamos sacárnoslos de la cabeza. Así que queríamos saber más, profundizar en la relación entre las dos hermanas».

Frozen. El reino del hielo llegó a los cines en 2013. Contaba la historia de dos hermanas, de un encantador montañero y de un inolvidable muñeco de nieve que adoraba el verano. Se convirtió en la película animada más taquillera de todos los tiempos y en todo el mundo. Ganó un Premio de la Academia® a la mejor película animada del año. La emblemática canción de la película, «Let It Go», con música y letra de Kristen Anderson-López y Robert López ganó un Oscar® al mejor logro en música compuesta para el cine, canción original.

Los López regresan en Frozen 2 para la que han compuesto siete canciones originales totalmente nuevas que nos ofrecen emoción, diversión e intriga a raudales. Afirman que sus hijas fueron la inspiración de gran parte de la música de la primera película. Y lo cierto es que hay cosas que no cambian nunca.

Al igual que la primera película, inspirada en el cuento de hadas de 1845 de Hans Christian Andersen «La reina de las nieves», Frozen 2 abarca a esos personajes que pueblan los cuentos de hadas, la mitología y otras historias similares que a menudo se escribieron para explicar lo inexplicable. La historia es completamente nueva y se desarrolla tres años después de la conclusión de la primera película.

Los realizadores se propusieron conocer con mayor profundidad a los personajes principales. Querían obtener respuestas a las preguntas que quedaron en el aire después de la conclusión de Frozen. El reino del hielo. Y para conseguirlo tuvieron que estudiar a fondo tanto los cuentos de hadas como los mitos. «No nos habíamos dado cuenta de que en la primera película teníamos un mito y un cuento de hadas al mismo tiempo», dice el productor Peter Del Vecho. «Elsa era un personaje mítico, alguien que suele llevar el peso del mundo sobre sus hombros y hace cosas que el resto de nosotros no puede hacer. Además, estos personajes suelen sufrir un destino trágico. Y hubiera podido sucederle a Elsa en la primera película si no hubiera sido por Anna».

La directora Jennifer Lee dice que Anna es un personaje de cuento de hadas. «Es la optimista», dice Lee. «Son personajes muy humanos. No son mágicos, pero suelen adentrarse en los peligros de un mundo mágico. Se meten en la boca del lobo, se enfrentan a dificultades y pérdidas y deben luchar a brazo partido, pero acaban triunfando».

Para diseñar los personajes de Frozen 2, los realizadores empezaron con el aspecto que tenían en la primera película. «Queríamos mantenernos fieles al lenguaje de diseño de la primera película», dice Bill Schwab, director artístico de personajes. «Tiene que dar la impresión de que seguimos estando en el mismo mundo, pero también queremos darle un nuevo giro, creando nuevos trajes y personajes para reforzar la historia.

La tecnología que se utilizó para los personajes de Frozen. El reino del hielo ha avanzado tanto desde que se estrenó la película en 2013 que los artistas y técnicos responsables de dar vida a personajes tan conocidos como Anna y Elsa tuvieron que comenzar de cero. «Queríamos rendir homenaje a la visión original, pero podíamos mejorarla gracias a los avances tecnológicos», dice Alexander Alvarado, supervisor de desarrollo de aspecto de personajes.

Muchos de los realizadores responsables de Frozen. El reino del hielo viajaron a Noruega y estudiaron los fiordos, la arquitectura y la vestimenta, entre otras áreas, pero como Frozen 2 es la continuación de la historia que lleva a Elsa, Anna, Kristoff, Olaf y Sven lejos de Arendelle, los realizadores tuvieron que regresar a ese país. Y es lo que hicieron en septiembre de 2016, embarcándose en un viaje de dos semanas a Noruega, Islandia y Finlandia. «La belleza de esos lugares fue una fuente inagotable de inspiración», dice el productor Peter Del Vecho. «Los colores otoñales de Noruega y Finlandia, las cascadas y la asombrosa belleza de Islandia influyeron muchísimo en la realización de Frozen 2«.

La idea del contraste entre mito y cuento de hadas surgió en algún lugar entre Noruega e Islandia. «Los bosques de Noruega y Finlandia desprenden una maravillosa sensación de cuento de hadas», dice el director Chris Buck. «Islandia fue diferente. Daba una sensación de peligro, de algo mítico. Allí nos sentimos muy pequeños. Es evidente que la naturaleza manda en Islandia».

El escenario otoñal de la película ilustra otro tema importante de la historia: el cambio. Por esa razón, viajar en septiembre fue estratégico para que los realizadores se adentraran en ese follaje tan singular que Anna y Elsa podrían encontrar en sus aventuras.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © Walt Disney Animation Studios / Walt Disney Pictures. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.