Supongo que nadie elige serlo. Para convertirse en una estrella de culto, la fama y el talento suelen traer aparejado un destino más o menos trágico. Son vidas en suspenso, que pagan ese precio para convertirse en mitos.
Aunque en el mundo del rock los ejemplos abundan, el caso de Freddie Mercury resulta significativo. Exuberante, vanidoso, carismático, seductor, el líder de Queen alcanzó la gloria, pero en circunstancias vitales que ni usted ni yo querríamos.
A esto es a lo que responde el film de Bryan Singer y Dexter Fletcher: un resumen del ascenso a la fama de Queen, centrado en la figura de Mercury, con buena parte de sus luces y algunas de sus sombras. Es decir, desde su debut en los setenta hasta su intervención en el Live Aid, durante aquel mágico macroconcierto celebrado en Wembley en 1985.
Ahora la cuestión es —y ténganlo muy en cuenta a la hora de leer esta y otras reseñas—: ¿debemos valorar la calidad de esta película teniendo en cuenta referencias ajenas, o fijándonos solo en nuestras expectativas? Les digo esto porque la crítica, sobre todo de un tiempo a esta parte, empieza a seguir patrones predecibles. Desde que se lanzó el tráiler de Bohemian Rhapsody, un puñado de comentaristas anglosajones empezó a acusar al film de abrillantar la imagen de Queen, evitando los aspectos escabrosos de la vida de su líder. Hubo quien se arriesgó aún más, y tras analizar el tráiler, llegó a decir que no veríamos detalles sobre la homosexualidad del cantante. Tras los primeros pases de prensa en Inglaterra y Estados Unidos, apareció un nuevo mantra: Rami Malek está espléndido en la piel de Freddie, pero la película es fría e impersonal. Algo así como una transcripción visual de Wikipedia, se ha llegado a decir, pero sin relatar este o aquel episodio que el crítico de turno hubiera añadido. En otras palabras: «No me cuentan lo que yo, particularmente, hubiera escrito en el guión, y por eso no me gusta».
En lo que se refiere al cine, las corrientes digitales de opinión tienden a repetir (y multiplicar) lo que otros han dicho antes, sobre todo desde que existen los bots y puntuaciones virales como las de Rotten Tomatoes o IMDB. Ha sucedido con este film y ya ha sucedido antes con otros.
Pero vayamos por partes… ¿Blanquea Bohemian Rhapsody la imagen de Queen? No lo creo. El film no nos ahorra los conflictos y las tensiones en el seno de la banda, y tampoco disimula el divismo de Freddie ‒esa prima donna‒, ni su difícil relación con la prensa, con su primer manager, John Reid (Aidan Gillen), o con el inquietante Paul Prenter (Allen Leech) ¿Esconde el film la homosexualidad de Mercury? Todo lo contrario. Buena parte de la trama incide en esa perspectiva. Y desde luego, no es ni de lejos una cinta homófoba, como ha escrito algún crítico ofendido. ¿Pasa de puntillas la película sobre el desenfreno vital del cantante? Desde luego que no. Sin necesidad de caer en el mal gusto, el film no elude asuntos como la promiscuidad, la celebración de fiestas orgiásticas o el consumo de drogas.
Ya me imagino que más de un comentarista habría preferido ver sexo explícito y polvaredas de cocaína a lo Scarface, pero pensando en el tipo de público familiar para el que está pensado el film, la sutileza me parece preferible.
Es cierto que el subgénero del biopic tiende a la superficialidad y a los clichés. Con matices, en Bohemian Rhapsody ese riesgo afecta a algunos tramos de la narración. Pero en líneas generales, el guión de Anthony McCarten (El instante más oscuro, La teoría del todo) es solvente e incluye algunas partes memorables.
En lo estilístico, no soy capaz de distinguir el metraje dirigido por Bryan Singer del que dirige el cineasta que lo sustituyó tras su despido, Dexter Fletcher. Dentro de un orden, creo que la narración es homogénea y solvente. Además, no faltan algunas escenas que, sin necesidad de subrayados, van elevando el espíritu de la cinta e incluso provocan entusiasmo, contentando así a unos y a otros: a quienes esperan una antología de temas de Queen y a los que reclaman cierta substancia dramática.
En cuanto a la sensacional interpretación de Malek ‒que conviene apreciar en versión original‒, les recomiendo que echen un vistazo a cualquier entrevista a Freddie Mercury en YouTube. Así comprobarán en qué medida el actor imita a la perfección los gestos, la fisicidad y la forma de hablar del cantante. Y no sólo eso: Malek parte de esa similitud para construir, plano a plano, un personaje conmovedor, atormentado, hedonista, pansexual, vibrante y persuasivo. En definitiva, real, sobre todo en las escenas que comparte con quien fue el amor de su vida, Mary Austin (una formidable Lucy Boynton).
En todo caso, el verdadero motor de la película ‒y no nos engañemos, su gancho comercial‒ son sus escenas musicales, en general creíbles, y en algunos casos, incluso vibrantes.
Termino con un guiño: la presencia de Mike Myers en la piel de un ejecutivo de EMI bastante gruñón. En realidad, tras sus gafas, su maquillaje y su acento escocés, nos observa otro personaje: aquel festivo Wayne Campbell que, a voz en grito, cantaba “Bohemian Rhapsody” junto a sus colegas en Wayne’s World: ¡Qué desparrame! (1992).
Sinopsis
La icónica introducción de “We Will Rock You”, el galopante coro de “We Are the Champions”, la hipnótica operística de “Bohemian Rhapsody” …
¿Quién no se anima a cantar al escuchar estos himnos? ¿A quién no le resulta inevitable batir los pies ante tan emocionantes ritmos? ¿Quién puede olvidar aquel repentino clímax en el Live Aid de 1985, cuando Freddie Mercury, desfilando sobre el escenario, llevó al público a un frenético canto al unísono?
Han pasado más de 25 años desde la muerte del extravagante líder y voz principal, Freddie Mercury y la música perdura. Freddie redefinió y trascendió los estereotipos, de la misma manera que la música de Queen rehúsa ser etiquetada dentro de cualquier género tradicional. Quizá sea esta la razón por la cual el grupo es un fenómeno tan intergeneracional, multicultural y global.
Ahora, el ganador del Emmy® Rami Malek (Mr. Robot) se enfunda en un ajustado mono y coge el pie de micrófono para interpretar al rey del pop-rock en Bohemian Rhapsody, una contagiosa celebración llena de ritmo y corazón de la música de Queen y de la extraordinaria vida de su vocalista, Freddie Mercury.
Se suman a Malek en el reparto Lucy Boynton (Asesinato en el Orient Express) como Mary Austin; Gwilym Lee (Jamestown) como el guitarrista Brian May; Ben Hardy (The Woman in White) como el baterista Roger Taylor; Joseph Mazzello (Parque Jurásico- Jurassic Park) como el bajista John Deacon; Aiden Gillen (Juego de Tronos) como el primer mánager de Queen, John Reid; Tom Hollander (El infiltrado) como el abogado y posterior mánager del grupo Jim “Miami” Beach; Allen Leech (Downtown Abbey) como Paul Prenter, inicialmente el asistente de Reid y posteriormente representante personal de Freddie Mercury; Aaron McCusker (Shameless) como el novio de Freddie, Jim Hutton; y Mike Myers (Austin Powers) como Ray Foster de EMI Records.
Anthony McCarten (El instante más oscuro, La teoría del todo) escribe el guion basado en una historia de McCarten y Peter Morgan (The Crown, The Queen). La película es una producción de Graham King (Hugo, Argo) y Jim Beach (Los Krays) dirigida por Bryan Singer (X- Men, Superman Returns: el regreso), Amon Milchan (El renacido, Perdida), Denis O’Sullivan (Tomb Raider, Guerra Mundial Z), Justin Haythe (Gorrión rojo, El mensajero), Dexter Fletcher (Eddie el águila, Wild Bill), y Jane Rosenthal (The Wizard of Lies; Un niño grande) son los productores ejecutivos.
El productor Graham King decide comprar los derechos de la historia de Freddie Mercury y la banda Queen gracias a la persuasión del escritor ganador del Oscar® Peter Morgan. “Durante el rodaje de Hugo Peter me llamó y me preguntó si me gustaba el grupo Queen”, recuerda el productor. “Dije, ‘¡Sí, me encanta Queen!’ Me explicó que estaba escribiendo un guion original, que nadie poseía los derechos de su historia y que haría bien en considerar la posibilidad de participar”.
King conocía algo de la vida de Freddie Mercury ya que había crecido en Londres en los 70 y 80 y, tras mantener una larga conversación telefónica con Jim Beach, abogado de Queen, King conoció a los fundadores de la banda, el guitarrista Brian May y el baterista Roger Taylor, y se cerró el trato.
Tal y como esperaba King, May y Taylor se mostraron un tanto aprensivos al principio con respecto al proyecto, pero la trayectoria de King como productor de películas galardonadas sobre personalidades notables como Howard Hughes en El aviador y Muhammad Ali en Ali, al igual que la del ex agente de la CIA Tony Méndez con Argo, ayudó a mitigar la ansiedad de ambos. “Mi experiencia viene por grandes producciones de Hollywood, y me pareció que la historia merecía ser contada a ese nivel”, explica King. “La película es una celebración de la música a la vez que porta el legado de Queen y Freddie mostrando a las nuevas generaciones quién fue Freddie –sus orígenes en Zanzíbar, su llegada a Londres como inmigrante, los prejuicios que enfrentó durante su juventud, su timidez e inseguridades en torno a su apariencia, cómo batalló en tantos frentes, su genialidad como compositor y músico, cómo encontró a otra familia en la banda, su reinvención como un artista fuera de serie mientras seguía siendo esa persona a quien todos amaban, saliéndose con la suya a pesar de su conducta escandalosa– todo en el marco de la creación de un sonido innovador y pionero en su tiempo. El período entre 1970 y 1985 se percibió como el más importante en la historia de Freddie y la banda, y finaliza con el triunfo en el Live Aid”.
May y Taylor fueron parte del equipo durante el proceso creativo, justo la intención de King, y su participación garantiza la veracidad de la película. “La película cuenta la historia de sus vidas, y nadie la conoce mejor que ellos mismos”, explica. “Puedes leer un sinfín de libros y artículos en revistas y ver cuantos vídeos y entrevistas existan, pero, cuando realmente tienes la posibilidad de sentarte con los que pueden llevarte a través de la historia, contarte anécdotas sobre Freddie imposibles de descubrir hoy, significó todo para mí. Todos sentimos que no debíamos hacer la película al menos que todo estuviera en orden –la historia, el elenco– todo debía encajar a la perfección. Lo esencial para mí es que todos los que colaboraron se enorgullezcan de la historia, orgullosos de una película sobre sus vidas que será proyectada por todo el mundo”.
No sorprende que Freddie Mercury aún ocupe un lugar especial en el corazón de Brian May. “Hay demasiados recuerdos de Freddie”, dice con cariño. “Recuerdo esa sonrisa pícara y la chispa en su mirada. Decía cosas totalmente improcedentes y mordaces. Pero era divertido y agradable, sin una pizca de maldad. Sí que tenía pronto y solía reaccionar, pero, bajo la superficie era muy tímido y, de haber una confrontación, la emprendía y luego se desentendía. Recuerdo la gran calidez de Freddie y también que no perdía el tiempo. Estaba siempre enfocado, siempre sabía lo que esperaba sacar de cada situación. Y esa es una buena lección para aprender, en lugar de intentar complacer a todo el mundo en un momento dado”.
La película empieza y termina con la icónica actuación de Queen en el Live Aid. Live Aid fue uno de los acontecimientos culturales más importantes de los años 80, reuniendo a las mayores estrellas del firmamento en un concierto benéfico en dos escenarios: el estadio de Wembley en Londres y el estadio John F Kennedy en Filadelfia, el 13 de junio de 1985. Organizado por Bob Geldof y Midge Ure para recaudar fondos para los afectados por la hambruna en Etiopía, el concierto fue una de las mayores transmisiones por satélite de todos los tiempos, seguido por mil millones novecientas mil personas en 150 países del mundo.
La decisión de terminar la historia con esa increíble actuación en directo tuvo perfecto sentido para King y el equipo. El concierto llegó en un punto de inflexión ya que reunió a la banda tras partir Mercury a Alemania, donde grabó en solitario. También llegó cuando Mercury estaba en su momento menos productivo, bajo la influencia de Paul Prenter, rodeado de vividores que se aprovechaban de su generosidad y cayendo en una espiral descendente de abuso de drogas y alcohol.
Rami Malek les agradece enormemente a Brian May y Roger Taylor su cooperación con la producción. “Contar con Brian y Roger fue crucial”, dice el actor. “Nadie conoce su historia y esta banda mejor que ellos dos, de ahí que su perspectiva sea invaluable. Además, nos dio confianza tenerlos a nuestro lado, animándonos. Saber que estaban ahí, observando, nos puso las pilas. Resulta muy difícil poner tu historia en manos de desconocidos, pero llegamos a conocerlos realmente, y había tal nivel de confianza que no que queríamos decepcionarles”.
Cuando llegó el momento de preparar las escenas de los conciertos en directo, Malek adoptó una postura poco habitual. “Supe que tendría que cantar, hacer un acento británico, moverme por todo el escenario, y supe que necesitaría un entrenador de movimiento”, dice. “Conocí a Polly Bennett y no perdimos tiempo. Inmediatamente nos pusimos a ello”.
Como entrenadora de movimiento, Bennett ayudó al actor a interpretar cómo se movía Freddie. “El movimiento no se limita a la actuación”, explica Bennett. “Es todo cuanto el personaje es y ha sido siempre”.
Bennett empezó por analizar el legado de Freddie Mercury, especialmente lo que ella denomina su legado gestual, en donde cada recuerdo de cómo surgió cada canción influiría sobre el modo de interpretarla.
“Rami y yo llevamos a cabo este proceso con todas las canciones para pensar sobre lo que le ocurría a Freddie antes de algún momento en particular, quiere decir que su físico adoptaría una forma específica. Seguimos todos los acontecimientos que le ocurrieron entre 1950 y 1985 cuando acaba la película para analizar el impacto en su físico”.
Bennett menciona que el hecho de haber sido boxeador, golfista y corredor de fondo en su infancia repercutió en los movimientos de Freddie durante toda su vida. “Puedes verlo lanzar puñetazos en sus actuaciones, observar cómo levanta las rodillas al correr o cómo usa el pie del micrófono como si fuera un palo de golf. Todo esto son muestras de su memoria muscular. Asimismo, creció en Zanzíbar con esa cultura específica, y esto se evidencia en sus adornos y los colores que viste. También notamos pequeños trucos que empleaba para disimular sus dientes, especialmente en los primeros años, y cómo pierde ese complejo a medida que madura y tiene más seguridad, abriendo más la boca al cantar y sonriendo en el escenario”.
Su investigación también resalta el amor de Freddie hacia Liza Minelli y la película Cabaret, su interés por el trabajo del director y coreógrafo Bob Fosse y su admiración por la ópera y sus divas glamorosas al igual que sus contemporáneos Mick Jagger y David Bowie. “Rami y yo trabajamos dándole un poco de forma de Bowie por aquí o Liza Minelli por allá en sus actuaciones a principios de los 70, lo cual desapareció a medida que empezó a aceptar su homosexualidad. Hay que recordar que la homosexualidad se despenalizó cuando él apenas tenía 20 años, y esto tendría un enorme impacto sobre su sentido del espacio personal y su actitud hacia los demás. Pero a medida que compone canciones y su fama crece, se vuelve más atrevido”.
La culminación de su arduo trabajo fueron las escenas del Live Aid. “Salir al escenario del Live Aid fue sensacional”, dice Malek. “Incluso cuando no había público me destrozaban los nervios. Pero también me daban energía. Gracias a que recrearon el escenario a la perfección daba la impresión de ser real”.
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