Las luces que llegan desde Estados Unidos suelen parcelar el espacio de la cultura pop hispanohablante. Por eso mismo, una telecomedia como Te quiero, Lucy (I Love Lucy, 1951-1957), tan arraigada en los gustos de aquel país, se ha convertido, también para nosotros, en un mito televisivo.
De todos modos, incluso desde el escepticismo, aquí hay margen para la admiración. No en vano, tanto Lucille Ball como su esposo, el cubano Desi Arnaz, fueron dos trabajadores incansables, y asimismo, una extraordinaria pareja de productores (Recordemos que su compañía, Desilu Productions, lanzó teleseries como Los intocables, Misión imposible y Star Trek).
En este sentido, las cualidades de Ball en el campo de la comedia son equiparables a la intuición de Arnaz en el plató. A comienzos de los cincuenta, este último promovió novedades como el uso de tres cámaras simultáneas, la presencia de espectadores en el estudio y el rodaje televisivo con película de 35 mm. (De hecho, el mítico Karl Freund fue contratado como operador del show).
El efecto cómico de Te quiero, Lucy dependía de dos factores. Por un lado, los vaivenes matrimoniales de la pareja protagonista, Ricky Ricardo (Arnaz) y Lucy (Ball): una anglosajona entrañable y un elegante cubano que, sobre todo cuando se enfadaba, soltaba vertiginosas parrafadas en español. Y por otro, la interacción entre los Ricardo y sus amigos, el matrimonio formado por los veteranos Ethel (Vivian Vance) y Fred Mertz (William Frawley).
En buena medida, la personalidad de los Ricardo se igualaba con la identidad de los Arnaz. Por desgracia, el idilio permanente que ambos vivían en ese vodevil televisivo no tenía tanto eco en la vida real. Y aunque Lucille y Desi se amaban, él tenía serios problemas con el alcohol, y de haber existido un premio a la infidelidad, lo habría ganado sin problemas.
Cuando firmaron el divorcio en 1960, para muchos espectadores fue como si se hubiera interrumpido un cuento de hadas.
Aaron Sorkin recurre a todo este material y construye una película muy consistente, en la que afloran sus rasgos de estilo (diálogos rápidos y elocuentes, montaje muy picado, sobrecarga de inteligencia y la consabida ráfaga de mensajes morales y políticos) y algunos de sus defectos (la sorkinización de los personajes hace que todos tengan siempre algo inteligente que decir).
Sin duda, el realizador cuenta con un magnífico libreto y con un reparto de primera: Nicole Kidman es Lucille Ball, Javier Bardem encarna a Desi Arnaz, J.K. Simmons y Nina Arianda dan vida a Frawley y Vance, y Tony Hale y Alia Shawkat interpretan a los dos atribulados guionistas de la serie: Jess Oppenheimer ‒que siempre estuvo a la cabeza del equipo creativo‒ y Madelyn Pugh.
Pero hay más. Aunque aplaudo el esfuerzo de Kidman y de Bardem ‒por favor, vean la cinta en versión original para apreciarlo‒, lo que más me atrae de Being the Ricardos es el modo en que reconstruye los ambientes del plató donde se producía Te quiero, Lucy. Ese retrato minucioso de lo que era la televisión en los años cincuenta resulta fascinante, y dado que hablamos de cultura pop, Sorkin ofrece aquí toda una lección de historia.
P.D. Cuando se lanzó la película, algunos medios y tuiteros anglosajones, con una condescendencia avinagrada, ampliaron la polémica de que no fuera un actor cubano el encargado de encarnar a Desi Arnaz. ¿Era un intérprete español conveniente para ese papel? ¿No suponía eso una descortesía (o algo peor) para la minoría cubana? El caso es que, como espectador, he visto a actores argentinos, cubanos, mexicanos o estadounidenses dar vida con gran talento a personajes españoles. Es lo natural, ¿no les parece? ¿Desde qué posición de superioridad se plantea esta crítica a Bardem? ¿Conocen esos inquisidores de medio pelo el vínculo que une a cubanos y españoles? Me pregunto esto sabiendo que muchos actores ingleses o australianos interpretan a personajes estadounidenses (o al revés) y nadie se plantea este tipo de bobadas. En fin, esta es la época que nos ha tocado en suerte y habrá que irse acostumbrado.
Sinopsis
Durante una semana de producción de Te quiero, Lucy –desde la lectura de guion el lunes hasta la grabación con público el viernes– Lucille Ball (Nicole Kidman) y Desi Arnaz (Javier Bardem) se enfrentan a una serie de crisis personales y profesionales que amenazan su show, sus carreras y su matrimonio. Un drama tras bastidores dirigido y escrito por Aaron Sorkin.
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