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Contando ovejas: Denise Schmandt-Besserat y los orígenes de la escritura

En un artículo publicado por Investigación y Ciencia (agosto de 1978, nº 23, pp. 6-17), Denise Schmandt-Besseratdescribía como se gestó la invención de la escritura. La arqueóloga apuntó hipótesis nuevas al respecto, que cambiaron completamente las ideas que hasta entonces habían prevalecido.

Tanto las excavaciones hechas en Uruk por arqueólogos alemanes en 1929 y 1930 como las realizadas por estadounidenses en Nuzi (Irak) en los años veinte, revelaron la existencia de tablillas de arcilla, cocida y huecas, en forma de huevo, a las que Pierre Amiet, conservador jefe del departamento de Antigüedades Orientales del Louvre y gran especialista en asiriología, designó con una palabra en latín, bulla.

La antigüedad de estas bullae se remontaría al 6.000 A.C. Su finalidad era contener pellas de arcilla cocida, modeladas en diversas formas geométricas: esferas, cilindros, conos y tetraedros.

Imagen superior: bulla del periodo de Uruk (4000-3100 a. C.), procedente de Susa y exhibida en el Louvre.

Schmandt-Besserat descubrió que en todo Oriente Medio, desde Turquía a Pakistán y desde el Cáucaso hasta Jartum, se habían encontrado esas piezas, a las que llamó token (símbolo). Se dataron desde el 9.000 A.C. y su aparición coincidiría con la transición de las culturas de pastores recolectores a las culturas sedentarias, que surgieron por el agotamiento de la caza a causa del aumento de población.

Estas fichas (tokens en inglés), de confección costosa, se habían interpretado como objetos religiosos, piezas de juego o amuletos. Sin embargo, tenían una finalidad diferente: identificar bienes.

El almacenamiento de alimentos se volvió crucial, y provocó la necesidad de identificar los cupos de aportación de cada individuo o grupo. Cada tipo de ficha representaba una oveja, una cantidad de cereal, una vasija de aceite, etc. Las fichas se almacenaban dentro de las bullae.

Imagen superior: fichas del interior de una bulla (Marie-Lan Nguyen, 2009).

La urbanización aceleró el proceso. Las bullae servían también para los intercambios comerciales, y se marcaban con los sellos de comprador y vendedor. Esto causó un problema: si se marcaban, no podían ser destruidas para comprobar el interior. La solución fue marcar en el exterior las propias fichas.

Imagen superior: Tablilla hueca en forma de huevo, descubierta en las ruinas del palacio de Nuzi, en Mesopotamia. «El hallazgo de una tablilla hueca, en forma de huevo, en las ruinas del palacio ‒escribe Denise Schmandt-Besserat‒ reforzó la hipótesis de Leo Oppenheim [del Instituto Oriental de la Universidad de Chicago]. La inscripción que figura en la superficie de la tablilla resultó ser una lista de 48 animales. Esta tablilla hueca resonaba y, cuando se abrió cuidadosamente un extremo de la misma, se hallaron en su interior 48 fichas. Presumiblemente, esta combinación de una lista escrita y fichas contables representaba una transferencia de animales desde un servicio de palacio a otro. Desgraciadamente, no poseemos una descripción fidedigna de las fichas, que posteriormente se perdieron. Los archivos de Nuzi se datan en torno al 1.500 antes de Cristo. El gran yacimiento arqueológico elamita de Susa presenta niveles que son anteriores en más de 1.500 años. La excavación de Susa. llevada a cabo por investigadores franceses, comenzó en la década de 1880 y continúa hasta hoy. Seis años después del informe de Oppenheim (1958), Pierre Amiet, del Musée du Louvre, pudo confirmar la existencia de un sistema contable similar en Susa».

Imagen superior: cincuenta y dos fichas, representativas de las doce categorías principales, junto a su equivalente en caracteres incisos y su significado en español.

Se encontró una bulla que contenía seis fichas ovoides con surcos. Cada una de las seis fichas había sido presionada contra la superficie de la bulla. Finalmente, se terminaron abandonando las fichas y quedaron las tablillas, donde se inscribían las incisiones que hubieran correspondido a cada símbolo. Curiosamente, las tablillas de arcilla continuaron, por inercia, manteniendo una forma curva y no plana.

Imagen superior: tablilla de Uruk (c. 3200-3000 a.C.), exhibida en el Museo Británico. Las impresiones representan cifras (Jim Kuhn, CC).

Al principio, se trató de un sistema de memoria artificial que permitía que los símbolos representaran lo mismo para personas que hablaban idiomas diferentes. Poco a poco, los símbolos fueron adquiriendo significados abstractos, relacionados seguramente con los fonemas implicados en el nombre de cada cosa. El proceso duró miles de años. Lo realmente fascinante es que la escritura no nació como una interpretación ideográfica de los objetos, sino que su origen sería mucho más prosaico. La contabilidad precedió al pensamiento abstracto.

Imagen de la cabecera: Denise Schmandt-Besserat en Riad, Arabia Saudí, 2011 © Briscoe Center for American History, Universidad de Texas.

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Joaquín Sanz Gavín

Contable y licenciado en Derecho.