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Chopin en Viena: la Navidad más triste, la Navidad más tierna

El dos de noviembre de 1830, un Chopin de veinte años abandonaba Varsovia con idea de hacer carrera como pianista en Europa sin imaginar que se marchaba de Polonia para siempre. Indeciso acerca de su destino final –¿Londres, París, Nueva York…?–, vía Dresde llegó a Viena, donde había cosechado un gran éxito en el verano de 1829. Sin embargo, la plácida estancia anterior se tornó en un infierno de nueve meses a causa de las circunstancias políticas. Y es el que 29 de noviembre estallaba en Varsovia la insurrección contra el zar, que sería aplastada en cuestión de meses ante la indiferencia de Francia y Gran Bretaña, que prefirieron salvaguardar sus relaciones Rusia antes de apoyar causas perdidas.

En Viena, capital de otro imperio milenario, la población juzgó con dureza el levantamiento polaco y, de la noche a la mañana, el joven compositor se vio rodeado de una inesperada hostilidad exterior.

Mientras recorría las reuniones de sociedad, entre un inconfesable desasosiego, con detalles de la vida mundana trataba de fingir calma antes sus padres –quienes, intuyendo la cercanía del conflicto, le habían apremiado a que iniciar el viaje…–: “Me arrastraron al baile y me hicieron bailar…”; “¡Aquí los valses se llaman obras! ¡Y Strauss o Lachner, que tocan para hacer bailar, directores de orquesta!”; “Vuelvo a casa hacia las diez o las once, a veces a medianoche, nunca más tarde; entonces toco, lloro, leo, miro, me río, me acuesto, apago la vela y, siempre, sueño con vosotros” (22 de diciembre de 1830). Y, sin embargo, pocos días más tarde, escribía a su amigo Jan Matuzynski: “en realidad, me siento mal, pero no se lo escribo a mis padres”; “En los salones parezco calmado, pero cuando vuelvo a casa me descargo en el piano. Sin intimidad con nadie, tengo que mostrarme amable con todo el mundo” (26 de diciembre de 1830), y, poco después: “Hoy es Año Nuevo ¡y cuán triste lo empiezo! Quizá no llegue a ver el final de todo esto” (1 de enero de 1831).

En una de estas famosas descargas, propiciada, tal vez, por la mala conciencia de su inactividad en la defensa de la patria –a la que su débil complexión física no habría aportado gran cosa, por cierto– surgió una obra revolucionaria, el Scherzo en Si menor [después, publicado como Op. 20], en que el joven compositor plasmó aquellas dos dimensiones opuestas, la incertidumbre por el transcurso de la guerra y la añoranza del hogar desde una solitaria Navidad en el extranjero.

De evidente forma tripartita y virtuosa factura –nada cómodo de tocar–, este scherzo apuntaba ya ciertas innovaciones armónicas, por ejemplo, la supresión de la tónica inicial (de carácter consonante), en favor de un acorde invertido de do sostenido menor, de áspera sonoridad (que prepara, no obstante, la cadencia II-V-I sobre la tonalidad inicial, Si menor):

Imagen superior: Chopin, Scherzo Op. 20, inicio.

Tras una primera sección escurridiza, llena de ansiedad, Chopin hizo aflorar un recuerdo de su infancia, remoto y querido, con la inesperada aparición de un canto navideño polaco, Lulajże Jezuniu [Silencio, Jesusillo], una canción de cuna para el Niño Jesús, tantas veces escuchada en el hogar familiar.

Construida con una técnica de superposición de planos, tal eran los alardes polifónicos del período romántico, según la textura heterofónica –en que un mismo material temático se escucha simultáneamente en distintos registros–, la sección central presenta el canto en la voz intermedia mientras que una campanita aguda (afinada en fa sostenido) hace resonar la nota repetida del grave en un efecto de eco que envuelve la melodía interior, molto più lento e sotto voce legato:

Imagen superior: Chopin, Scherzo n º 1 Op. 20, sección central.

En esta inédita soledad, alejado por primera vez de los suyos durante tanto tiempo, podemos imaginar al joven extranjero impresionado por la enorme catedral vienesa, entonando para sí mismo sus cantos polacos:

«Completamente solo, a medianoche, me fui hasta San Esteban [Stephansdom]. Cuando llegué, aún no había nadie. Como no había ido a misa, sino para contemplar esa hora la inmensa iglesia, me quedé en el ángulo más oscuro, al pie de un pilar gótico. Imposible describir la belleza de aquellas enormes bóvedas; reinaba el silencio; en ocasiones, únicamente las pisadas de algún sacristán, que encendía los cirios del altar mayor, interrumpían mi letargo. Detrás de mí una tumba, frente a mí, otra tumba; sólo me faltaba una por encima. La más lúgubre armonía me envolvía… como en ningún otro momento sentí mi soledad. Bebí con delicia de la fuente de emoción que era para mí esta visión grandiosa hasta el momento en que gentes y luces empezaron a fluir» (a Jan Matuzynski).

Imagen superior: Catedral de San Esteban (1832), por Rudolf von Alt.

La obra se cierra con una recapitulación de la sección inicial con una coda extremadamente virtuosa, risoluto e sempre più animato, donde la desesperación se acrecienta, una vez acallado el dulce son de la campanita navideña, con el temor de un funesto augurio, la caída de Varsovia a manos de los rusos, que finalmente tuvo lugar entre el 6 y 7 de septiembre de 1831, lo que provocó el exilio de Chopin en París hasta su muerte, en 1849.

Imagen superior: Chopin, Scherzo Op. 20, coda

En este cada día más extraño mundo que nos rodea, ojalá nunca nos falten recuerdos en que refugiarnos de las crudezas de la realidad.

Feliz Navidad para todos.

Copyright del artículo © Marta Vela. Reservados todos los derechos.

Marta Vela

Marta Vela es pianista, escritora y docente en la Universidad Internacional de La Rioja. Junto a una actividad muy intensa en diversos ámbitos artísticos –interpretación, dirección musical, gestión cultural, elaboración de contenidos audiovisuales–, sus líneas de investigación versan sobre música y literatura, interpretación y análisis, música vocal post-tridentina y música instrumental de los siglos XVIII, XIX y XX. Sus artículos han sido publicados en diversas revistas especializadas de España, Argentina, Chile, Venezuela, Colombia, México, Costa Rica y Reino Unido, entre las que destaca la "Revista de Occidente". Sus actividades artísticas han aparecido en medios de alcance nacional, Es.Radio, Cadena Cope, TVE 1, Radio Nacional de España, "El País", "El Mundo", "La Razón". En Radio Clásica ha presentado y dirigido espacios como "Temas de música" y "Música con estilo". Dos de sus libros, "Correspondencias entre música y palabra" (Academia del Hispanismo, 2019) y "Las nueve sinfonías de Beethoven" (Fórcola, 2020) le han valido sendas candidaturas, en 2020 y 2021, al Premio Princesa de Girona, en la modalidad de Artes y Letras. Asimismo, es autora de "La jota, aragonesa y cosmopolita" (Pregunta Ediciones, 2022).