Poseedoras de una magia y de un atractivo sin igual, estos quiméricos híbridos entre doncella y pez han inflamado la imaginación de incontables artistas, si bien en el cine no han disfrutado de la misma atención suscitada por otras bellas fatales como las vampiresas.
Por lo general, el séptimo arte se ha inclinado más por el amable y trágico retrato efectuado por Hans Christian Andersen que por los mortíferos engendros emplumados que acosaron a Odiseo.
Tal es el caso de la reciente The Mermaid (Mei ren yu, 2016) del hongkonés Stephen Chow –director, entre otros éxitos, de Kung Fu sion (Kung fu, 2004)–. En esta película una sirena llamada Shan (Yun Lin) se infiltra en tierra firme con la intención de asesinar a un exitoso empresario sin conciencia (Chao Deng) que amenaza la existencia de su pueblo. Esta producción china transforma el cuento de Andersen en un alegato ecologista en el que la denuncia de la degradación del medio ambiente y del peligro de extinción de especies marinas se ve no obstante tamizada por los amables códigos de la comedia romántica y por un mensaje facilón que canta el triunfo del amor y de la familia tradicional frente al culto al dinero.
Caracterizada además por un sentido del humor histriónico, bufonesco y en ocasiones escatológico y por una estética empalagosa y kitsch, The Mermaid se ha erigido como la película más taquillera de la historia del cine chino.
Uno de los aciertos de Piratas del Caribe: En mareas misteriosas (Pirates of the Caribbean: On Stranger Tides, Rob Marshall, 2011) fueron sus seductoras sirenas, tan hermosas como letales. Azote de piratas y navegantes de todo tipo, también tenían su corazoncito y de vez en cuando derramaban alguna lagrimilla que otra.
En Un, dos, tres… Splash (Splash, Ron Howard, 1984), Daryl Hannah salía de las aguas trocando su larga cola por un par de piernas esculturales y escandalizaba a media ciudad paseándose desnuda como si tal cosa. Suerte que ahí estaba el bueno de Tom Hanks para prestarle su chaqueta, su piso y todo lo que hiciera falta.
Claro que, mucho antes de que Daryl Hannah volviera patas arriba la aburrida vida de Tom Hanks, llegó Miranda (Ken Annakin, 1948). En esta comedia británica una sirena coquetuela (Glynis Johns) trastocaba la rutina de un hombre casado (Griffith Jones). Unos cuantos años después, la rubia actriz volvió a enfundarse el traje de mujer pez en la secuela en color Loca por los hombres (Mad About Men, Ralph Thomas, 1954).
También de 1948 data Domador de sirenas (Mr. Peabody and the Mermaid, Irving Pichel), un filme en el que una jovencísima Ann Blyth con cola de pescado arribaba a tierra poniendo un poco de picante en la existencia del maduro William Powell.
El cine mudo tampoco desdeñó el encanto de estas fantásticas criaturas. Una sirena habitual fue la nadadora australiana reciclada en estrella del cine USA Annette Kellerman. Aquí luce engalanada como Merilla, la exótica protagonista de Queen of the Sea (John G. Adolfi, 1918).
Décadas después, Esther Williams, belleza acuática por excelencia –aunque lo suyo eran las piscinas–, protagonizó un biopic sobre su vida titulado La primera sirena (Million Dollar Mermaid, Mervyn LeRoy, 1952).
Imagen superior: La sirenita Ariel © Disney.
El clásico de Andersen dio pie a dos versiones animadas muy dispares. La primera fue La sirenita (The Little Mermaid, Ron Clements y John Musker, 1989), por la que la pelirroja Ariel se sumaba al variado repertorio de princesas de la factoría Disney.
Hayao Miyazaki ofreció su particular interpretación del cuento en Ponyo en el acantilado (Gake no ue no Ponyo, 2008). En esta joyita de la Ghibli una tierna pececita ambiciona convertirse en una niña humana.
En su poética e intimista incursión en el folklore irlandés, El secreto de la isla de las focas (The Secret of Roan Inish, 1994), el cineasta John Sayles se inspiró en la novela de Rosalie K. Fry El secreto de Ron Mon Skerry. La película aborda con maestría la leyenda de las selkies, hadas que habitan en el mar ocultas bajo pieles de foca.
También se centra en la figura de la selkie La canción del mar (Song of the Sea, 2014), un filme de animación dirigido por Tomm Moore, que unos años antes realizó junto con Nora Twomey la memorable El secreto del libro de Kells (The Secret of Kells, 2009). Dotada de un fascinante estilo visual y de una historia mágica y hermosa, La canción del mar combina el regusto de los cuentos de antaño, contados al calor de la lumbre, con un encanto genuino.
Sin embargo, los aspectos terroríficos inherentes al mito de las sirenas no han gozado de la misma popularidad en el cine. Una de las escasas excepciones ha sido La criatura (Mermaid Chronicles Part 1: She Creature, Sebastian Gutierrez, 2001), un telefilme con un agradecido tufillo a serie B protagonizado por Rufus Sewell y Carla Gugino. Rya Kihlstedt fue la encargada de encarnar a la peligrosa criatura, ávida de sangre humana.
En el mismo 2001, la española Dagon, la secta del mar dispensó una pulpesca sirena de inspiración lovecraftiana, interpretada por la cordobesa Macarena Gómez. Un puro delirio de la desaparecida Fantastic Factory dirigido por Stuart Gordon y producido por Brian Yuzna, al que la presencia del gran Francisco Rabal proporcionó un insólito caché.
Pero, sin duda, una de las semblanzas más caprichosas fue la dispensada por el gallego Amando de Ossorio en Las garras de Lorelei (1974), puro fantaterror ibérico que versionaba la leyenda germánica de la ondina del Rhin en clave sexploitation. Cuando no sembraba el terror en la forma de un monstruo anfibio, Helga Liné lucía el palmito ataviada de esta guisa.
Copyright del artículo © Mª Dolores Clemente Fernández. La primera versión de este texto fue publicada por CineMaverick. Reservados todos los derechos.