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Cachalotes en España

Cada año el cachalote (Physeter macrocephalus), un mamífero marino que puede medir hasta más de 20 metros de longitud, visita las aguas españolas aunque permanece en sus profundidades. Su gran tamaño –es el animal con el mayor cerebro- y sus dientes le otorgaron en siglos pasados una mala fama de la que no es merecedor. Cazado y perseguido por el ser humano hasta los años 70, sus poblaciones son ahora vulnerables y claman su conservación.

Cuando el escritor estadounidense Herman Melville escribió en 1851 la novela Moby Dick nunca imaginó que el cachalote se fuera a convertir en el “monstruo marino” en el que se convirtió. La reputación de la gran ballena blanca, que también protagonizó varias adaptaciones al cine de la novela, sobre todo junto al actor Gregory Peck en 1956, e interpretó el papel de “Monstruo” en la película de Disney Pinocho en 1940, se remonta al Antiguo Testamento con la bestia marina Leviatán.

La pesca y captura de estos odontocetos (cetáceos con dientes) a partir del siglo XVIII fue la evidencia de su histórica mala fama. Hasta el siglo XX, tanto el espermaceti (también conocido como “esperma de ballena” que se obtiene en las cavidades del cráneo) utilizado para cosméticos, velas y lámparas de aceite, entre otros, y el aceite de cachalote, obtenido de la grasa corporal, eran muy codiciados por los balleneros en esa época.

“En España se cazaron cachalotes tanto en aguas de Gibraltar como de Galicia”, afirma Juan Antonio Raga, investigador en la Unidad de Zoología Marina del Instituto Cavanilles de Biodiversidad y Biología Evolutiva de Valencia. En la actualidad, y desde la moratoria de 1989 establecida por la Comisión Ballenera Internacional (CBI), solo Japón caza cachalote con permiso científico (diez animales por año) e Indonesia (pocos animales como captura aborigen).

A pesar de la prohibición de la captura comercial de los cetáceos, los cachalotes se enfrentan a “capturas accidentales, especialmente con artes de pesca que producen la muerte de animales en muchas regiones incluido el Mediterráneo”, advierte el investigador. Éstas no son sus únicas amenazas.

Àlex Aguilar, catedrático del departamento de biología animal y director del Instituto de Investigación de la Biodiversidad de la Universidad de Barcelona y autor del libro Chimán. La pesca ballenera moderna en la península Ibérica, indicó lo siguiente en una entrevista con Jordi Homs realizada en 2014: «A Franco le gustaba pescar, y se hizo instalar un cañón en el Azor. Lo hacía de forma deportiva y cazaba un cachalote o dos cada año, y una vez pescados los llevaba al puerto más cercano para exhibirse, y los dejaba allí, descomponiéndose, hecho que generaba unos problemas terribles a las poblaciones. Los ayuntamientos tuvieron que protestar oficialmente para que no les volvieran a llevar una bestia de aquellas. Entonces empezó a llevarlas a las factorías, ¡donde exigía que se le pagara el beneficio obtenido por la venta del aceite! (…) Curiosamente, donde existe más conciencia es en el País Vasco, donde primero se desarrolló esta pesca, y muchos pueblos tienen motivos balleneros en su escudo (Lekeitio, Zarautz, Ondarroa, etc.), a pesar de que se perdió la tradición en el siglo XVIII. En cambio, en los lugares donde en época contemporánea se ha desarrollado esta industria –la zona del estrecho y Galicia–, la actividad ballenera se circunscribió a localidades muy concretas, y aunque todavía se conserva en la memoria de la gente que trabajó en ella (la última ballena se pescó en 1985), no ha dejado ninguna otra tradición. (…) En 1978, cuando yo empecé a trabajar en este proyecto, en España no había ni un solo grupo ecologista. Los primeros empezaron a aparecer en el 80 o el 81, y más tarde. En aquellos momentos, pescar ballenas no era diferente de pescar atunes, tiburones o sardinas. Era una actividad pesquera que resultaba curiosa; pero perfectamente aceptada por la población, e impulsada por los gobiernos anteriores como una actividad comercial e industrial completamente razonable y aceptable. En los años 80 se produjo un cambio absolutamente radical de percepción. Apareció el movimiento ecologista, que adoptó la ballena como símbolo de su lucha».

La frágil situación del cachalote

Además de la caza y las capturas accidentales, la contaminación química y acústica afectan a estos mamíferos, “al igual que la ingesta de basuras (sobre todo plásticos) presentes en el mar”, añade Juan Antonio Raga.

Otra de sus grandes amenazas y que en parte ha contribuido a su reputación de “monstruo marino devorador de barcos y hombres del mar” son las colisiones con grandes embarcaciones. En el siglo XVIII y XIX los cachalotes eran capaces de hundir un barco.

El caso más famoso fue el del barco ballenero Essex procedente de la isla de Nantucket en Massachussets (EEUU) que medía 87 metros de eslora, y que fue atacado y hundido por un cachalote en aguas del Océano Pacífico en noviembre de 1820. Sólo ocho marineros sobrevivieron en botes salvavidas o en islas del Pacífico sur. El último superviviente fue rescatado en abril de 1821. Esta tragedia fue la que inspiró la novela de Melville.

Sin embargo, en la actualidad, los choques con grandes embarcaciones, “sobre todo las más rápidas”, provocan muertes en distintas regiones del mundo. En España estos incidentes suceden “en aguas de las Islas Canarias”, informa el investigador.

Por sus amenazas y la acción, a veces indirecta, del ser humano, la conservación de estos mamíferos es necesaria, aunque históricamente su imagen fue desprestigiada en la memoria popular. A pesar de la literatura y el cine, la realidad del cachalote desmiente el mito de monstruo del mar. Ahora cachalotes y ballenas han pasado a considerarse las especies abanderadas de la biodiversidad de los mares.

Localización en España: Se encuentran en aguas profundas entorno a las Islas Azores e Islas Canarias, y en el Mediterráneo en Baleares, Sicilia y Creta.

Tamaño: Es el animal dentado más grande del mundo. Un macho cachalote puede llegar a medir 20,5 metros de longitud y pesar 57 toneladas. Su cabeza mide el tercio de su longitud total y su cerebro es mayor al de cualquier animal moderno o extinto. Pesa ocho kilogramos.

Esperanza de vida: Puede vivir hasta los 70 años o más.

Crías: La gestación dura entre 14 y 16 meses y sólo nace una cría.

Alimentación: Como posee dientes (que pueden pesar hasta un kilogramo cada uno), se alimenta de peces, pulpos, rayas y calamares (calamar gigante y calamar colosal) y puede sumergirse hasta los 3.000 metros de profundidad para capturarlos.

Amenazas: La caza por parte de algunos países, las capturas accidentales, la contaminación química y acústica, la ingesta accidental de basura, y las colisiones con grandes embarcaciones.

Conservación: Su estado es vulnerable. En EE UU está en peligro de extinción.

Imagen superior: Will Falcon aka Vitaly Sokol, Wikimedia Commons.

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