Ferdinando Carulli vivió entre 1770 y 1841, es decir que fue coetáneo de Beethoven y de muchos nombres forzosamente menores que el Gran Sordo. Eran tiempos ‒como casi todos‒ de transición.
De la estrictez clásica al infinito romántico había un largo camino lleno de vértigos y enredos laberínticos. En esa movida, Carulli optó por la sensatez. Su música tiene la reticente nitidez del clasicismo y cultiva la sentimentalidad melódica del romanticismo.
Para concretar sus fórmulas, Carulli se apuntó a un renacimiento del interés por la guitarra, que en ciertos salones de París se transformó en moda y en manía. Boccherini, gracias a sus años españoles, había abierto el camino.
Sor y Aguado, en la península ibérica, guitarrearon lo suyo. En la itálica, dos nombres señeros: Paganini y Carulli. La guitarra, en efecto, es un instrumento íntimo y privado, propicio a las confidencias del corazón romántico. Acompaña bien al canto, se sostiene ante violines, violas y flautas, siempre que se la sepa mimar en cuanto a volumen. Puede desplegar melodías cuando corresponde y hasta dar lecciones de virtuosismo.
Todo esto lo supo el músico napolitano y este compacto que hoy recomiendo nos ofrece un panorama de sus habilidades. La guitarra sirve de apoyo armónico y rítmico, pero también da contrapuntos de importancia y pide espacio para sus virguerías. Unas cuantas de estas obras pueden ser tocadas por aficionados de buena preparación, entre amigos y chicas de buen ver. Otras piden un escenario recogido y un especialista. Carulli sabía lo que estaba haciendo.
Disco recomendado: Ferdinando Carulli: Duetti e Trii (Dúos Concertantes opp. 309. Trío op.9; Nocturno op.119. Dos dúos op. 137. Tríos op. 137) / G. Sasso, violín y viola. S. Cardi, guitarra. G. Sasso, flauta / STRADIVARIUS / Ref.: STR 33586 (1 CD)
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