Una apreciación de Arnold Schönberg sobre Max Reger pica la curiosidad de cualquiera. Antes de ser leída, porque se prevé un tortazo a distancia. En efecto ¿qué diría el capitán de la escuadra vanguardista de un jugador del antiguo régimen, académico y tradicionalista?
Pues no: Schönberg lo consideraba un genio y lo admiraba por su vastedad de obra y porque, después de su muerte, nadie tenía en claro qué había significado para la música de su tiempo. En verdad, su aparente prudencia laboral unida a su infatigable trámite, no se deja situar ni en la línea brahmsiana ni en la Wagneriana, que es como decir que flota en el limbo del arte alemán.
Examinando este programa, al margen de sus agradables miniaturas que son como el reposo del guerrero (Página de álbumy Romanza), el par de sonatas incluidas, si bien no asustan a nadie en cuanto a sus soluciones armónicas –el perno del debate musical de su tiempo–, en materia de estructura resultan curiosísmas, ya que los tres movimientos se multiplican y proliferan por los matices constantes de velocidad que los conforman a la vez que los deforman. Ello, desde luego, hace a los desarrollos temáticos, que tratan de imponerse como si lucharan contra aquella estructura de tempi.
Las sonatas recuerdan a las suites barrocas pero también a las series de ocurrencias rápidas del romanticismo, sin perder la gravedad profesoral que Reger consigue guardar en todo momento.
Tenía razón Schönberg: no hay todavía nada claro en el reparto de la herencia regeriana. Era un profesor, sí, y la lista de sus discípulos brilla lo suyo. Pero un profesor ardoroso, que toca en mangas de camisa y esta mañana olvidó peinarse. Sólo cabe añadir, de momento, un elogio a los chicos de CPO por su apego a la obra de Reger y a estas exposiciones ordenadas de sus trabajos.
Disco recomendado: Max Reger (1873-1916): Sonatas para violín nos. 2 y 3, opp. 41 y 3; Albumblatt op. 87,1; Romanze Ulf Wallin, violín. Roland Pöntinen, piano / CPO / Ref.: 777445-2 (1 CD)
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