Siempre hay que volver a elogiar en Mendelssohn la conseguida conciliación entre una sensibilidad romántica y una mentalidad clásica, el sentimiento controlado por la inteligencia o, si se prefiere, una inteligencia sentimental hecha sentimentalidad inteligente. A la vez, la habilidad extrema del maestro en lograr síntesis: una experiencia sinfónica y oratorial y un aprendizaje de las grandes formas del contrapunto barroco volcadas en la magnificación de la sonoridad que emite un pequeño conjunto, en el caso el quinteto de arcos.
Ya en los comienzos de su juventud –que es como decir, de su vida, toda ella joven– encaró tal dispositivo. Contaba 21 años y ya era el autor del Octeto y de la obertura para Sueño de una noche de verano. La redacción original constaba sólo de dos movimientos. La actual data de 1830 y fue consumada en un viaje a París.
El Segundo Quinteto fue concluido en 1845, a la vez que iniciaba la composición de oratorio Elías. Es, quizás, el más típico de los dos, pues la solución sinfonizante de la sonoridad es aquí más rotunda y evidente. Sin embagro, una estética común los reúne en torno a la limpidez de las estructuras, el tratamiento del arrojo melódico y la claridad de los planos mediante el uso de una escritura donde los solistas integran el conjunto sin perder individualidad y poder, de tal guisa, matizar sus timbres distintivos. El hecho de que haya dos violas ensancha el espacio medio del quinteto y promueve una soltura en los violines que abre el lugar de ciertas decisiones en contrapunto.
En fin, que la maestría de Mendelssohn se impone más allá de los formatos y las exigencias de los desarrollos.
Disco recomendado: Felix Mendelssohn Bartholdy (1809-1847): Quintetos de cuerda Berliner Streichquintett / EUFODA / Ref.: AUDIOMAX 0533 (1 CD)
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