Judío converso en ascético fiel del catolicismo, vanguardista hermanado con Picasso y Cocteau pero adversario del surrealismo, bohemio, homosexual y laborioso, Max Jacob acabó enfermo de neumonía, en 1944, cuando los nazis se disponían a concentrarlo.
Las gestiones amistosas fueron por buen camino y llegaron tarde. Este libro (El cubilete de dados, Losada, 2006) es el que lo define dentro del revuelto panorama de la escritura francesa de la época. Redactado en 1906, con proféticas visiones de la guerra inminente y negada por la desatenta Belle Époque, fue completado en 1916.
El joven De Torre lo editó traducido en Madrid en 1924 y lo reeditó prologado en Buenos Aires en 1970. Jacob ofrece un puñado de fragmentos, que él encamina hacia el poema en prosa y es un ejercicio del arte como distracción, entretenimiento y atención débil. Desde luego, hereda el poema en prosa romántico y el formato inacabado del libro por hacer: Mallarmé.
También mallarmeano es el título: los dados que intentan abolir el azar sin conseguirlo. El texto es un campo de fragmentos: estrofas truncas, escenas, breves relatos, aforismos, gimnasia de las asociaciones libres, acaso empuje del inconsciente. No son reflexiones instantáneas a la manera de los escritores de rachas como Novalis o Lichtenberg.
Tampoco, trozos de un sistema en ruinas, como en Valéry. Más bien estamos ante los pedazos de un mundo del que sólo queda en pie un hilo conductor: la lengua. Por lo demás, los cascotes sueltos no permiten reconstruir el edificio, pura ausencia, acaso tiempo pasado. Jacob es un ejemplo de escritor inorgánico, pariente cercano de Ramón Gómez de la Serna, con sus greguerías, gollerías y falsas novelas, y de Macedonio Fernández, sus hojas sueltas encuadernadas póstumas con la última mala novela de la historia.
Item más: el Cocteau de aquellos años, el de El gallo y el arlequín, el insomne venezolano Ramos Sucre. No es mala compañía la de estos compañeros. Justamente, en carta a Jean Cocteau (19 de agosto de 1922), Max Jacob definió su tarea como «el arte de fabricar la nada con un trozo de cuerda». La distracción, la nada, el campo de exterminio: toda una época.
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