Conocemos lo que ganaba un mago por actuar en la corte a finales del XVI y principios del XVII. Aunque los funcionarios no se ponen de acuerdo en el nombre del mago. En diferentes documentos que se conservan en el Archivo General de Palacio y en la Biblioteca Nacional al mago le llaman Catapurio, Catapureo o Catapure.
Tampoco coincide el «caché» en los distintos documentos de pago coinciden en la cantidad.
Por hacer juegos de manos ante Felipe III, en enero de 1587, el tal Catapurio recibió 50 reales, que equivalían a 1,700 maravedís. Es decir que un real equivalía a 34 maravedís.
Margarita de Austria era más generosa, En una Real Cédula, ordena pagar 200 reales (6800 maravedís) al hombre que hizo juegos de mano en su presencia. en Valladolid, el 20 agosto de 1603
Los precios de los productos en la época nos pueden dar una idea de lo que significaban estas cantidades. El litro de vino costaba entonces 15,5 maravedíes; una docena de huevos valía sobre 63 maravedís; un pollo sobre 55 y una gallina 127; una docena de naranjas 54, medio kilo de carnero sobre 28, al igual que una resma de papel para escribir. Un libro podía valer 286 maravedies, como era el caso de las Novelas ejemplares de Cervantes. El teatro oscilaba desde algo menos de 34 maravedís la entrada más barata a 412 maravedís la más cara. Un maestro solía cobrar por alumno, en las grandes ciudades que no en los pueblos, dos reales al mes por enseñar a leer, cuatro reales si se enseñaba a leer y escribir, y seis si se añadía la enseñanza de las cuentas.
Fuera de la Corte los magos ambulantes correrían la misma suerte de los actores que relata Rojas en su «Viaje entretenido»: «Comen asado, duermen en el suelo, beben su trago de vino, caminan a menudo, representan en cualquier cortijo y traen siempre los brazos cruzados…porque jamás cae capa sobre los hombros». ¿Cuánto cobraban cuando actuaban? El «caché» variaba desde la limosna a los seis maravedís, a veces cuatro reales y en ocasiones cobraban en especie: una hogaza, una gallina asada o una liebre cocida.
Mejor suerte tendrían los que actuaban en los corrales de comedias: Como el italiano Alberto Naselli Ganassa que, según Pellicer, incorporó los juegos de manos a las representaciones de comedias italianas en Madrid con gran éxito y notable beneficio.
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