La primera vez que supe que somos monstruos fue leyendo a los quince años Soy leyenda de Richard Matheson. La última, leyendo Facebook.
Me gustan los monstruos, los inadaptados. Pero si algo he aprendido en la vida es esto: no hay peor monstruo que el colectivo. Esa masa monstruosa que afirma llamarse «personas normales».
Løvekvinnen (La leona, 2016) es un filme noruego en torno a Eva, una chica afectada con hipertricosis lanuginosa congénita: en términos coloquiales, una mujer-lobo. El drama realista es el único género que no suelo ver (por eso casi nunca estoy familiarizado con largometrajes nominados a Oscar), así que sólo puedo decir que aunque tonalmente la película responde a parámetros que yo tildaría de convencionales, tanto el tratamiento como la caracterización de su protagonista me parecieron fascinantes y muy emotivos.
Es una historia bonita, en el sentido digno de la palabra, y la alianza de Eva frente al mundo con su noble nodriza, y con un padre agrio y viudo que al principio también la rechaza, me resulta muy convincente y lo bastante honda para permitirnos chapotear gratamente en la ilusión de recuperar un poco de fe en el ser humano. Tampoco falta el circo de freaks y científicos dementes para fans de la tradición y bichos raros como yo.
La recomiendo, sobre todo a esas personas que todavía no saben que cuando señalas a un monstruo, tu dedo está curvo por muy recto que uno lo vea.
Y ese dedo señala hacia ti.
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