Uno se da cuenta de lo poco que sabe sobre negocios cuando se entera de que estrenan una nueva entrega de Piratas del Caribe. ¿No se suponía que las secuelas de la primera película (La maldición de la Perla Negra, 2003) no habían sido del agrado del respetable, en especial la cuarta entrega (En mareas misteriosas, 2011)?
Sin duda, alguien mintió, y parece ser que las aventuras del capitán Jack Sparrow siguen teniendo demanda, porque aquí tenemos La venganza de Salazar, superproducción piratesca en la que se intenta recuperar la esencia de la primera entrega con ahínco casi científico.
El argumento principal de la película, tan saturado de personajes y subtramas como de costumbre, recuerda mucho a La maldición de la Perla Negra: de nuevo tenemos al extravagante capitán Jack Sparrow (Johnny Depp) ayudando a una pareja de tórtolos en una serie de peripecias que involucran objetos mágicos (el Tridente de Poseidón, nada menos) y la amenaza de un barco y una tripulación malditos, con un capitán que se la tiene jurada a Sparrow (nuestro Javier Bardem, gracioso y terrorífico a partes iguales, y émulo de los espectros de Guillermo del Toro).
Una vez más, tirios y troyanos serán molestados por la Marina Real británica y, como en esta saga los personajes no desaparecen, sino que se acumulan, el eterno enemigo/aliado de Sparrow, el capitán Barbossa, se mezcla en la función para ayudar y traicionar según el momento.
El dúo noruego Espen Sandberg y Joachim Rønning, responsable de la estimable película de aventuras marineras Kon-Tiki (2012), sigue paso a paso el manual de estilo “escrito” por Gore Verbinski en las primeras películas de la franquicia, efectuando un pulcro e impersonal ejercicio de imitación, tanto en lo bueno de estas películas (diseños espectaculares, cuidada dirección artística, imágenes imposibles, combinación de slapstick con acción, aventuras, terror y fantasía) como en lo menos bueno (narrativa repleta de “tropezones”, fatigadora acumulación de estímulos visuales y sonoros que terminan por saturar).
Y es que esta película, al contrario que la primera (y quizá por ello la más satisfactoria), no arriesga lo más mínimo. Es una entrega para fans, con Jack Sparrow exhibiendo sus célebres muecas y la música de Hans Zimmer sonando atronadora sin descanso durante las más de dos horas de duración (en teoría la banda sonora es obra de Geoff Zanelli, pero, salvo el ”metalero” tema de Salazar, lo demás es una remezcla de la música previa). Tal cual está el panorama industrial, Disney no va a arriesgar ni un euro en promocionar cosas diferentes (¿verdad, John Carter?).
Gusten más o menos, lo cierto es que las entregas de Piratas del Caribe, aun teniendo en cuenta su mezcla de géneros, son las únicas películas de piratas que se hacen a día de hoy (con permiso de la estupenda comedia animada ¡Piratas! (Peter Lord y Jeff Newitt, 2012), así que no queda otra que subirse a las cubiertas de La Perla Negra, El Holandés Errante, La Silenciosa Mary y las demás embarcaciones fantásticas de esta franquicia para reencontrarse con esos entrañables bellacos de agua salada que nos alegraron la infancia a base de pillaje y ron.
Sinopsis
Nueva aventura de un desafortunado Capitán Jack Sparrow, quien se encuentra con fantasmagóricos piratas liderados por su antigua némesis, el aterrador Capitán Salazar (Javier Bardem) que se escapan del Triángulo del Diablo decididos a matar a todos los piratas que surcan los mares… incluido él. La única esperanza de sobrevivir del Capitán Jack reside en la búsqueda del legendario Tridente de Poseidón, un poderoso artilugio que permite controlar los mares a quién lo posea.
El joven actor Brenton Thwaites, que interpreta a Henry en Piratas del Caribe: La Venganza de Salazar, era fan de la saga de películas desde pequeño cuando iba al colegio en Queensland, Australia. Así que se volvió loco de alegría al descubrir que no sólo le habían dado el papel del joven protagonista de la película, sino que además casi todo el rodaje sería en… ¡Queensland, Australia!
En las cuatro películas anteriores de Piratas del Caribe, el reparto y el equipo habían sufrido condiciones meteorológicas extremas en los rodajes por todo el mundo. Así que, para seguir la tradición, el rodaje en Gold Coast, Queensland, Australia, tuvo que hacer frente a las lluvias más torrenciales en 61 años por culpa de un ciclón llamado Marcia.
Aunque suene extraño, Joachim Rønning y Espen Sandberg no son los primeros noruegos que dirigen una película de piratas para Walt Disney Studios. En 1991, el estudio estrenó otra película de piratas provenientes de ese país titulada Náufragos, dirigida por Nils Gaup.
Nigel Phelps diseñó el plató que reproduce con todo lujo de detalles la ciudad de St. Martin. Su ejecución estuvo a cargo del director de supervisión de arte Ian Gracie y del coordinador de construcción Bernie Childs y se encuentra en cinco acres de terreno verde del barrio de Hinterlands en Maudsland. Es una versión artística de un pueblo colonial británico en el Caribe. Aunque la mayoría de las estructuras eran sólo fachadas, al menos dos, la de Grimes Tavern y Swift’s Chart House tenían tres dimensiones. El departamento de decorados de Beverley Dunn realizó un trabajo espectacular dotando al conjunto de un ambiente maravilloso. Algunos edificios se diseñaron para que pudieran trasladarse en su totalidad a diferentes partes del pueblo y que el pueblo pareciera de mayor tamaño.
Cada tienda del set de St. Martin tenía algunos productos expuestos en el exterior, ya fueran pulpos y calamares secos (que eran de verdad y que apestaron durante varios meses), redes, cestas, artículos de alfarería y alimentos.
Para la secuencia del atraco a un banco, se construyó un banco del siglo XVIII alrededor de un tractor mecanizado llamado Manitou. El conductor del Manitou podía ver a través de un falso frontal de plexiglás, pero nadie podía ver en su interior. De esa forma se logró que pareciera que había cuatro paredes.
La diseñadora de vestuario Penny Rose y su equipo convirtieron un plató entero de 1.858 m2 de Village Roadshow Studios en Gold Coast, Queensland, Australia en un almacén repleto de 2.000 trajes, sombreros, zapatos y accesorios, todo meticulosamente clasificado por nombres de personajes, tipos, géneros y siglos.
Para envejecer adecuadamente el vestuario, Penny Rose y su equipo utilizaron diversas técnicas innovadoras, como por ejemplo introducir las prendas en una mezcladora de cemento repleta de guijarros, utilizar ralladores de queso para gastarlos, y en algunas ocasiones, llegaron a aplicar sopletes a los materiales.
El denominado «escenario de los barcos» en Helensvale, Queensland, Australia acogió once barcos que se construyeron en bases móviles informatizadas. Algunos curiosos pudieron vislumbrar uno o dos mástiles sobresaliendo de 100 containers apilados unos encima de otros como ladrillos. Uno de los periódicos locales se aventuró a decir que los containers estaban apilados para ocultar el rodaje de alto secreto de las miradas indiscretas. De hecho, los contenedores formaban el marco de una fantástica tecnología llamada Aircover Inflatables, unas enormes pantallas azules inflables que el supervisor de efectos visuales Gary Brozenich y su equipo sustituyeron posteriormente por cielo y oleaje. Los cuatro inventores de esta tecnología fueron galardonados con un premio especial Technical Achievement en los Oscar® de 2016.
En el escenario de los barcos, la producción empleó al menos 27 «knucklebooms» (grúas tipo jirafa para elevar, cargar y manipular). También se colocó una rejilla de iluminación de 45 metros por encima de los barcos para lograr un ambiente de luz de día y sobre todo de noche. Todos los días había en funcionamiento tres Technocranes con cinco cámaras montadas sobre ellas. En total, el escenario de los barcos contó con 30-40 elementos de equipo pesado.
El diseñador de producción Nigel Phelps llamaba al barco de Salazar «portero de discoteca magullado». Él es el arquitecto de este barco que es nada menos que un castillo español flotante, con sus torres y una fortaleza en su parte posterior, con cañones que giran en cubierta y estatuas de caballeros medievales embutidos en armaduras que adornan cubiertas y exteriores. A babor, unas cabezas doradas de diablos con dos cuernos engalanan las troneras como guardianes siniestros, para intimidar aún más al enemigo de los piratas o para recordar el oscuro corazón de su capitán. En la cubierta hay grandes barriles de madera que no almacenan agua o vino para la tripulación, sino que sirven de aterradora prisión.
A pesar de que el barco del Capitán Salazar está destinado a ser una creación imaginaria y no cumple de forma estricta con los cánones de la náutica, Phelps se basó en diseños históricos para elaborar el águila de dos cabezas de la enorme vela; además, los cañones de cubierta llevan el Sello Real español y están decorados con dos delfines cada uno, un motivo habitual en los cañones franceses y españoles del siglo XVIII.
Cuando caía la noche en Helensvale, algunos canguros surgían del campo de hierba que había en la parte trasera y donde estaba instalada la enorme carpa del catering. Se dedicaban a examinar con curiosidad las extrañas idas y venidas que se producían en su vecindario.
Debido al complicado maquillaje que llevaba el hechizado Capitán Salazar, el actor Javier Bardem tuvo que soportar todos los días dos o tres horas en la silla de maquillaje. Pero cuando la hermosa Golshifteh Farahani se transformaba en la misteriosa bruja del mar Shansa, ¡se necesitaban nada menos que cuatro o cinco horas de maquillaje!
Peter Swords King, el diseñador jefe del departamento de peluquería, creó más de 1.000 pelucas para la película, y en los días más cruciales se ocupaba de 700 extras y 30 actores principales, con la ayuda de un equipo de 22 personas y otras 70 en una enorme carpa en la que atendían a personas que forman los fondos, a especialistas y a combatientes. La instalación se denominaba con humor, «la fábrica de salchichas”.
El cabrestante de la Perla Negra es el mismo que se ve en las encarnaciones anteriores del navío de la primera, segunda y tercera películas, ¡un verdadero superviviente salado de los mares! (Para los marineros de agua dulce, el cabrestante es un mecanismo que gira de forma que la cuerda o el cable puedan enrollarse a su alrededor y mover o levantar objetos pesados como el ancla de un barco).
¡En la secuencia de guillotina de la Plaza de las Ejecuciones, las dos cabezas que se desprenden de los cuerpos de sus antiguos dueños se esculpieron basándose en los directores Joachim Rønning y Espen Sandberg!
En Hastings Point, al otro lado de la frontera de Queensland en Nueva Gales del Sur, el día de rodaje empezaba con maravillosos bailes de bienvenida para el reparto y el equipo. Los interpretaban los miembros del clan Goobjingburra del pueblo Bundjalung, que llevan miles de años cuidando de esas tierras.
La estruendosa secuencia de la «boda de penalti» que se rodó en Hastings Point se convirtió en un verdadero asunto de familia para Stephen Graham (Scrum) ya que los realizadores pidieron a su mujer Hannah Walters, una consumada actriz, que encarnara a Beatrice Kelly, la futura y nada recatada novia del Capitán Jack. Alfie y Grace, los encantadores y simpáticos hijos de Graham y Walters, interpretaron a los niños de Beatrice. ¡Y los excelentes departamentos de peluquería y maquillaje se encargaron de que el clan Graham/Walters pareciera lo menos atractivo posible!
Para el ganador del Oscar® Javier Bardem, asumir el papel del Capitán Salazar fue casi un asunto de familia. Penélope Cruz, la mujer de Bardem, protagonizó la anterior película de Piratas, En mareas misteriosas, y Bardem solía visitar a menudo aquel plató.
El último día de rodaje de Javier Bardem, él y los marineros fantasmas del Capitán Salazar organizaron un flash mob de «Macarena» en el set de la Tumba de Poseidón situado en el Plató 8 de Village Roadshow Studios. Fue una forma muy divertida de celebrar sus meses de trabajo en la película.
El actor español Juan Carlos Vellido es el único intérprete que ha representado a dos personajes diferentes en dos películas de Piratas del Caribe. Fue un Capitán de Navío español en En mareas misteriosas, y en La Venganza de Salazar encarna a Lesaro, el leal Teniente del Capitán Salazar.
El 27 de mayo de 2015 el equipo australiano se dividió radicalmente en dos bandos: unos apoyaban a los Queensland Maroons y otros a los New South Wales Blues en el histórico partido de rugby que se disputó esa noche. Llevaban los colores de sus equipos en forma de chapas, cintas, bufandas y sombreros de todo tipo y se lanzaron algunas amenazas más o menos veladas. El partido se proyectó en una pantalla gigante instalada en el tanque exterior de Village Roadshow Studios. No se registraron puñetazos o disturbios cuando los Maroons ganaron el partido por un solo punto.
Se hicieron 88 versiones del preciado diario de Carina Smyth antes de elegir el que se utilizó en la película. Las cubiertas están encuadernadas en piel y el envejecimiento de las páginas se realizó siguiendo un interesante método… ¡rociándolo de café!
La botella de ron Hero del Capitán Jack Sparrow es una pieza auténtica inglesa del siglo XVIII. Además, una señora de 70 años de Brisbane realizó a mano varias sombrillas de la película. Es una de las últimas personas en todo el mundo que elabora este tipo de productos artesanos.
El traje de la bruja del mar Shansa que lleva Golshifteh Farahani necesitó para su elaboración 15 horas diarias durante una semana y el trabajo de 42 personas.
El día del «gag» de la guillotina giratoria de la secuencia de la Plaza de las Ejecuciones, cayeron varios centímetros de lluvia en el set de St. Martin. Para mantener el suelo seco durante el rodaje, el equipo tuvo que colocar varias toneladas de arena.
Cuando la producción de «La Venganza de Salazar» rodó en la espesa selva de Tamborine Mountain, tuvieron que ponerse cascos para protegerse la cabeza de los pesadísimos frutos negros que caen de los árboles centenarios. Los miembros del equipo australiano les tomaron el pelo a sus colegas norteamericanos y de otros países diciéndoles que eran «drop bears». Se trata de un bulo del folclore australiano que representa una versión depredadora y carnívora del koala que supuestamente se deja caer sobre las cabezas de víctimas inocentes desde las copas de los árboles.
Para la gigantesca operación logística del rodaje en las Islas Whitsunday se necesitaron 60 camiones que recorrieron 1.400 kilómetros desde la base de la producción en Gold Coast. Después de 40 minutos en coche y un viaje en barcaza desde el continente hasta la Isla de Hamilton, una de las localizaciones, y otra hora y media de viaje en barcaza a otras islas en las que se rodó también la película.
Cuando la producción de La Venganza de Salazar rodó en Whitehaven Beach en las Islas Whitsunday, las extrañas condiciones del tiempo y las mareas dieron lugar a una situación en la que los actores y el equipo por igual desembarcaron desde las lanchas como si se tratara de una invasión militar. Todos avanzaban con el agua hasta la cintura, el pecho o la cabeza, dependiendo de su altura y vestidos con ropa de calle. ¡No esperaban tener que ir nadando a trabajar!
Justo después de la finalización de los 93 días de rodaje en Australia, un sistema de tormentas se instaló sobre las Islas Whitsunday, la última localización del rodaje. Esta circunstancia obligó a la cancelación de todos los vuelos desde la pequeña pista de aterrizaje de la isla de Hamilton. Más de 200 miembros del reparto y del equipo tuvieron que viajar en ferry por las turbulentas aguas del Whitsunday Passage hasta el continente australiano, conducir más de dos horas hasta la ciudad de Mackay y luego viajar en avión hasta sus lugares de procedencia.
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