Tal vez eres uno de los miles de lectores que decidieron adentrarse en los mundos de N.K. Jemisin, una autora que cultiva la fantasía épica y la ficción científica con examen de conciencia incluido. ¿Y qué ha hecho Jemisin para convertirse en una de las escritoras más premiadas y elogiadas de ambos géneros?
¿Qué ha hecho? Lo que deberían hacer todos los narradores que se aproximan a un género popular: reinventarlo, escapar de la rutina y modernizarlo para todos aquellos que sienten la necesidad de ver reflejado nuestro universo ‒diverso, mestizo, complejo‒ al otro lado de ese espejo que viene a ser la literatura.
Sin los componentes tópicos de la tradición, Jemisin escapa de las referencias y de los encasillamientos. Y aquí es donde aparece el misterio de esta escritora afroamericana, ganadora ‒ahí es nada‒ de dos premios Hugo. Misterio, dije, porque a la hora de examinar la superficie de la humanidad, Jemisin podría haber optado por otros géneros más costumbristas, pero ha optado por la fantasía.
Lo cierto es que se lo agradecemos, y además mucho. Su narrativa se adhiere a nuestras emociones más profundas, y de ese modo, lo que podría ser una fórmula estándar ‒llamémosla ciencia-ficción‒, sólo relevante para los muy iniciados, se transforma en literatura a secas, sin necesidad de que ningún crítico tenga que arquear la ceja (Algo que, por desgracia, aún sucede cuando un escritor opta por fantasear más de la cuenta).
Decía Jemisin en una entrevista que no entiende por qué muchos autores de fantasía evitan la variedad de la naturaleza humana, y optan por relatar aventuras monocromáticas y monoculturales. En realidad, ella es el perfecto ejemplo de lo contrario. Su primera novela, The Killing Moon, tenía por escenario a una civilización similar a la egipcia, con toda la variedad étnica que uno pueda imaginar.
Con la misma filosofía, a su trilogía de la Sucesión le sucedió la trilogía de La Tierra Fragmentada, cuya primera entrega, La quinta estación (Ediciones B, 2017), familiarizó a los lectores con ese supercontinente, la Quietud, cuyo destino está marcado por catástrofes cíclicas, por ecosistemas hostiles y por una cultura exuberante y colorista.
El segundo libro de dicha trilogía, El portal de los obeliscos, ofrece las mismas complicaciones sociales y morales, y agita sin contemplaciones los estereotipos de la fantasía épica, por lo común impregnada de medievalismo europeizante.
En buena medida, El portal de los obeliscos es una novela apocalíptica, en la que el dolor y la melancolía quedan bien subrayados. Aunque la peripecia de las protagonistas ‒Essun y su hija perdida‒ está cargado de emociones, lo cierto es que uno se siente fascinado por los dos grandes méritos literarios de Jemisin: su estilo fluido, a ratos poético, y su inimitable habilidad para idear mundos densos y creíbles, con una imaginería fascinante.
Sinopsis
El portal de los obeliscos es la segunda parte de «La Tierra Fragmentada», serie que mezcla fantasía épica y ciencia ficción, y que ha hecho merecedora a su autora de dos Premios Hugo a la mejor novela consecutivos: 2017 por la presente y 2016 por La quinta estación (La Tierra Fragmentada 1).
Toda era tiene que llegar a su fin.
Ha dado comienzo una estación de desenlaces.
Empieza con una gran grieta roja que recorre las entrañas del único continente del planeta, una grieta que escupe una ceniza que oculta la luz del sol.
Empieza con la muerte, con un hijo asesinado y una hija perdida.
Empieza con una traición, con heridas latentes que comienzan a supurar.
El lugar es la Quietud, un continente acostumbrado a la catástrofe en el que la energía de la tierra se utiliza como arma. Y en el que no hay lugar para la misericordia.
N.K. Jemisin es una autora de Brooklyn cuyas novelas y relatos han sido candidatos en varias ocasiones a los premios Hugo y Nebula. Es especialista en creación de mundos y le interesa el «¿qué pasaría si…?». Sus trabajos se pueden encuadrar tanto en la fantasía como en la ciencia ficción, pero escapan a la clasificación de género. En su obra introduce temas como la justicia social y las complejidades del comportamiento humano. Cuando no escribe, a Jemisin le gusta el ciclismo, la aventura, los videojuegos y ejercer como psicóloga.
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