¿Satanismo y lucha libre? ¿Snuff movies y América profunda? ¿Hostias como panes y sacrificios humanos? ¿Últimos años ochenta y sectas diabólicas? ¿Qué puede salir mal? Pues nada. Dark Match (2024), del hombre que nos trajo la saga de Wolfcop, Lowell Dean, es un perfecto ejemplo de puro cine de barrio, programa doble y videoclub. Eso que ahora los gafapasta llaman grindhouse porque se lo dijo Tarantino, un pollavieja que no para de quejarse de que ya no se hacen películas como las de antes (o sea: que él ya no puede o no quiere hacer películas como las que hacía antes… ).
¡Mentira! Puede que Dark Match no aporte nada especialmente novedoso y sólo eleve al espectador a tortazo limpio, con mucha y buena sangre de la de siempre y una estupenda fotografía psicodélica, oscura y al tiempo colorista, cortesía de Karim Hussain. Pero seamos justos, ¿quién quiere reflexiones profundas, meditaciones ingeniosas, dramas familiares, estremecedores enigmas y empatía cuando puede tener luchadores enmascarados, una negraza como un castillo, espléndida Ayisha Issa, experta en artes marciales de las de verdad, soltando estopa, personajes mezquinos como el que interpreta el habitual del director Michael Eklund y maduros actores de carácter (o sea: de mal carácter) como Steven Ogg o Chris Jericho, perfecto villano de la función?
Vosotros iros a ver Presence, que yo me quedo en el sofá con el mayor combate de pressing catch jamás filmado, cortesía de Shudder, la madre del desmadre Serie B del nuevo milenio. Y eso, sin hablar del diabólico giro final. Canuxploitation para el siglo XXI. El diablo está de nuestra parte.
Sinopsis
Cuando una pequeña compañía de wrestling acepta el encargo (sospechosamente bien pagado) de realizar un bolo en un pueblo remoto, no se esperan que su cliente sea The Preacher, una antigua estrella de la lucha libre que, tras abandonar los escenarios y tornarse totalmente irrelevante, se ha erigido el líder de una secta. Lo que al principio parecía dinero fácil resultará ser una lucha por la supervivencia en forma de combates cada vez más brutales
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