László (Adrien Brody) recorre sofocado un oscuro pasillo atestado, hasta desembocar en la cubierta del navío en el que viaja. Descubrimos en ese instante que se trata de un barco, cuando la silueta de la Estatua de la Libertad emerge gigante e invertida recortada contra el cielo, mientras László celebra su llegada a esa idealizada América, símbolo de promisión y libertad.
Cine poderoso y trascendente
The Brutalist es un excelente largometraje (3h 35m con intermedio), de hechuras épicas, una obra artística y narrativamente muy ambiciosa. Dirigida por Brady Corbet y coescrita con Mona Fastvold, la película está planificada y realizada a base de años de trabajo y una meticulosidad exquisita, cobrando un carácter monumental que hace evocar a transatlánticos fílmicos como Gigante o Érase una vez en América.
También, por su relación con el tema de la arquitectura y esa cierta esencia megalómana y trascendente que subyace en dicha disciplina, The Brutalist nos trae a la memoria, inevitablemente, la magistral obra dirigida por King Vidor y protagonizada por Gary Cooper en 1949, El manantial, inspirada en la obra de Ayn Rand.
La película respira ese aire a gran cine desde su inicio, desde los originales títulos de crédito que nos sorprenden a los cinco minutos del metraje, tras el prólogo que ya nos ha situado en contexto.
Arquitectura, vida y metafísica
Quédense con estos dos mínimos apuntes sobre la trama: László Tóth es un arquitecto formado en la famosa escuela de la Bauhaus (desmantelada física y filosóficamente por el nazismo), superviviente de un campo de concentración, que busca en los Estados Unidos el futuro que le ha sido negado en la devastada Europa.
Gracias a un potentado empresario, verá llegada su oportunidad para retomar su verdadera labor profesional. El excéntrico señor Van Buren (Guy Pearce) le encomendará el diseño y construcción de un monumental edificio. Al mismo tiempo, el arquitecto inicia los trámites para lograr que su esposa Erzsébet (Felicity Jones), retenida en la frontera austriaca, logre reunirse con él en Pensilvania.
A medida que la historia avanza, vemos caer a nuestro protagonista en una densa espiral de emociones y de giros dramáticos que, obviamente, no les adelantaré.
Una metáfora de la ambición y la resistencia
La extraña relación que mantiene con su benefactor, donde afloran el narcisismo y el abuso de poder, va trazando una dinámica tensa e incómoda que marca el espíritu del filme, y de su narrativa moralmente ambigua y contradictoria, a lo que se suma la confrontación que entraña el choque de religiones, prejuicios, y culturas.
El edificio en cuestión irá cobrando forma a medida que la trama avanza, erigiéndose indescifrable sobre la colina donde se emplaza, como un titán geométrico surgido de la tierra. Su hormigón visto, y sus formas ásperas sin concesión a lo superfluo, delatan su espíritu brutalista, quizá el más audaz e incomprendido estilo arquitectónico que nos trajera el siglo XX, como testimonio ético y estético de un tiempo duro, de resistencia, y sin espacio para la frivolidad decorativa, donde estos nuevos edificios adquirieron la apariencia de búnkeres.
La construcción se va tornando un símil de la propia historia, subrayando su carácter telúrico, escribiéndose ambas en un lenguaje críptico que poco a poco supera la comprensión racional de los protagonistas y del propio espectador, hasta adquirir un sentido decididamente metafísico.
Trascender el tiempo
En The Brutalist, la temática de la arquitectura representa simbólicamente esas grandes cuestiones que marcan todo lo que al hombre le da sentido individual y colectivo: el proyecto, la construcción, y el motivo para todo ello. Algo destinado a trascender en el tiempo.
Adrien Brody interpreta con maestría el papel de este arquitecto ficticio que parece casi un personaje real por la sofisticada elaboración del filme, no tanto por el realismo de la propia historia, como por el diseño de una biografía muy verosímil que evoca a la de tantos insignes y talentosos emigrantes judíos a tierras menos hostiles.
The Brutalist provocará filias y fobias sin matices, con toda seguridad. Pero resulta indiscutible su esencia totémica, sofocante y elemental, trasladando a lo fílmico la misma gramática moderna y contundente propia de una iglesia brutalista, donde lo pesado y lo liviano se engarzan como ese yin-yang de ángulos rectos que es el logotipo de la Escuela de la Bauhaus.
No duden en dedicarle unas horas al visionado de esta original obra. Y como complemento a ello, si tienen la suerte de vivir en Madrid, o de visitarla, háganse un tour por los innumerables y espléndidos edificios de hormigón armado visto, que siguen desconcertando a propios y extraños décadas después de haber fraguado el cemento en el encofrado.
Sinopsis
Huyendo de la Europa de la posguerra, el visionario arquitecto László Toth llega a Estados Unidos para reconstruir su vida, su obra y su matrimonio con su esposa Erzsébet tras verse obligados a separarse durante la guerra a causa de los cambios de fronteras y regímenes. Solo y en un nuevo país totalmente desconocido para él, László se establece en Pensilvania, donde el adinerado y prominente empresario industrial Harrison Lee Van Buren reconoce su talento para la arquitectura. Pero amasar poder y forjarse un legado tiene su precio…
The Brutalist es la nueva película de Brady Corbet, ganador del León de Plata a mejor dirección en el Festival de Cine de Venecia de 2024. La cinta ha sido galardonada además con tres Globos de Oro en las categorías de mejor película dramática, mejor actor dramático y mejor director, y está protagonizada por Adrien Brody (El pianista), Felicity Jones (La teoría del todo) y Guy Pearce (Memento, L.A. Confidential).
Copyright de imágenes y sinopsis © Brookstreet Pictures, Andrew Lauren Productions (ALP), Carte Blanche, Intake Films, Killer Films, Yellow Bear Films, Protagonist, Three Six Zero Group, Proton Cinema, Universal Pictures International Spain. Reservados todos los derechos.
Copyright del artículo © Fernando Mircala. Reservados todos los derechos.