La narración inicial de Miranda Otto como Éowyn no solo une esta animación con la trilogía de Peter Jackson, sino que dota a La Guerra de los Rohirrim de un aire nostálgico que, en ese primer momento, emocionará a los más fervientes tolkienianos. De ahí en adelante, lo que se encuentra el espectador es un anime visualmente poderoso, aunque algunas subtramas y personajes secundarios se sientan como bocetos que hubieran necesitado una escritura un poco menos centrada en los momentos de acción.
Dirigida por Kenji Kamiyama, reconocido por su trabajo en Ghost in the Shell: Stand Alone Complex, esta obra busca esa faceta vibrante y contundente de la animación japonesa (esto no es El niño y la garza, para entendernos). Por supuesto, si uno la aprecia desde ese registro -con todos los estilemas del anime que viene realizándose en la última década-, sin duda disfrutará del espectáculo en pantalla grande. Pero si le pedimos a La Guerra de los Rohirrim algo más que peleas, batallas y homenajes a la estética de los films de Jackson, puede que la oferta nos resulte insuficiente. Normal: estamos ante un producto que tiene vocación guerrera. Y que además no necesita pasar por un detector de emociones para cumplir con su cometido.
Que el público prefiera esta épica a la japonesa ( o ya puestos, a la vikinga) también tiene una explicación generacional. La edad del espectador, inevitablemente, justificará que sea más o menos entusiasta durante el visionado. Y me temo que, por una cuestión de códigos, los más veteranos serán los menos proclives a ensalzar el film como una obra maestra y acaso echen en falta una pizca de lirismo y de magia.
Un relato épico con ecos shakespearianos
Ambientada dos siglos antes de los eventos de Las dos torres, el guion nos conduce al reino de Rohan, conocido por su ancestral caballería. El monarca de los rohirrim, Helm Hammerhand, interpretado por Brian Cox, personifica los valores de su linaje mientras enfrenta a los dunlendinos (los habitantes de Insengard, las Montañas Blancas y las Tierras Brunas), liderados por el vengativo caudillo Wulf (el clásico villano descreído y traicionero, con el destino en contra, encarnado por Luke Pasqualino).
El relato, repleto de espadas en alto y concepciones radicales del honor, contiene las habituales trazas de Shakespeare, filtradas en este caso por el Kurosawa de Trono de sangre. Sin embargo, pese a la nobleza de ambos referentes, puede sentirse algo bastante predecible en la estructura del film, que a veces va del punto A al punto B de forma obvia y sin apostar por los caminos tortuosos.
Por otro lado, está claro que la película se nutre de una cultura pop que va más allá de la Tierrra Media. Y en este sentido, no me sorprende que más de una crítica mencione los libros de George R.R. Martin como otra influencia a tener en cuenta.
El personaje principal es Héra, la hija de Helm, con la voz de Gaia Wise. Se trata de una figura que ofrece un contraste interesante con Wulf y con el propio Helm, aunque al final nos encontremos con una suerte de Éowyn con esteroides.
La animación como protagonista
Como les vengo diciendo, el mayor mérito de La Guerra de los Rohirrim reside en su parte visual. Desde la arquitectura hasta las armaduras, el diseño es respetuoso con lo incluido por Peter Jackson en sus películas. No es algo ajeno a esta continuidad que hayan intervenido en el proyecto Richard Taylor, el director creativo de la compañía de efectos especiales Wētā Workshop, y los ya veteranísimos ilustradores Alan Lee y John Howe.
¿Y qué decir del elenco? En su versión original, es muy sólido. Brian Cox presta su voz a Helm. Tanto él como Gaia Wise (Héra) están magníficos. Por cierto, entre los cameos, nos encontramos incluso con una reaparición de la voz de Christopher Lee.
Como ven, a la cinta no le faltan virtudes: La Guerra de los Rohirrim plantea un conflicto tenso, despiadado y feroz, y además lo hace por medio de una experiencia animada de bastante calidad. Pero si uno se fija en cómo va empaquetado el producto, la película sobresale más por sus cualidades como anime que como una pieza bien encajada en el universo narrativo de Tolkien.
Sinopsis
La película de anime original de New Line Cinema, El Señor de los Anillos: La Guerra de los Rohirrim, devuelve al público al mundo épico que cobró vida en la trilogía El señor de los anillos, basada en los venerados libros de J.R.R. Tolkien.
Bajo la dirección del galardonado cineasta Kenji Kamiyama (las series de televisión Blade Runner: Black Lotus y Ghost in the Shell: Stand Alone Complex), el talentoso elenco de voces está encabezado por Brian Cox (Succession) como Helm Hammerhand, el poderoso rey de Rohan; Gaia Wise (Un paseo por el bosque) como su hija Héra; y Luke Pasqualino (Snowpiercer) como Wulf.
Miranda Otto, quien realizó una actuación inolvidable y premiada en la trilogía El señor de los anillos, retoma su papel de Éowyn, la doncella escudera de Rohan, quien actúa como narradora del cuento.
El conjunto de voces también incluye a Lorraine Ashbourne (Bridgerton de Netflix), Yazdan Qafouri (I Came By), Benjamin Wainwright (World on Fire), Laurence Ubong Williams (Gateway), Shaun Dooley (The Witcher), Michael Wildman (Fast and Furious: Hobbs & Shaw), Jude Akuwudike (Beasts of No Nation), Bilal Hasna (Sparks) y Janine Duvitski (Benidorm).
Con Kamiyama al frente, el largometraje original está producido por la ganadora del Oscar Philippa Boyens, miembro del equipo de guionistas de las trilogías El señor de los anillos y El hobbit. La acompañan Jason DeMarco y Joseph Chou, quienes, además de sus numerosos proyectos de animación separados, colaboraron en la serie Blade Runner: Black Lotus.
Los productores ejecutivos incluyen a Fran Walsh, Peter Jackson, Sam Register, Carolyn Blackwood y Toby Emmerich. El guion es obra de Jeffrey Addiss y Will Matthews, junto a Phoebe Gittins y Arty Papageorgiou, con una historia desarrollada por Addiss, Matthews y Boyens, basada en los personajes creados por J.R.R. Tolkien.
El equipo de colaboradores creativos que regresa de la trilogía El Señor de los Anillos incluye a los ganadores del Oscar Alan Lee y Richard Taylor, junto con el estimado ilustrador de Tolkien John Howe.
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