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«Amor y Amistad», de Jane Austen

Uno siente como si conociese de toda la vida a Jane Austen, cuyo bicentenario, por cierto, conmemoramos en 2017. Ella, como bien sabe la legión de seguidores que cita una y otra vez su nombre, es esa escritora sutil, inteligente, perspicaz y elegante, a la que siempre volvemos cuando el mundo parece perder su cordura.

En cualquier escrutinio a la literatura inglesa, Austen no figurará como una simple referencia, sino como un universo literario con todas las de la ley, o mejor aún, como divisa de todo un periodo (no olvidemos que la Regencia se resume perfectamente en sus obras).

Para demostrarlo, hagan la prueba y comprueben cuántas veces se aplica hoy en el mundo académico y literario el término austeniano, como santo y seña de un modelo que parece inmarchitable.

Un sinnúmero de lectores adora a Austen, y esta espléndida edición de Amor y amistad contribuye a perpetuar ese culto tan merecido. Digamos, para empezar, que esta es una obra juvenil, fechada por los estudiosos en 1790. La narradora puso en práctica su vocación cuando cumplió once años, y siguió perfeccionándola, en esa fase preparatoria, hasta los diecisiete. Tres cuadernos se conservan de aquella etapa que va de 1787 a 1793, el primero de ellos en la biblioteca Bodleiana (un admirable centro de investigación de la Universidad de Oxford) y los otros dos en el Museo Británico. Como ya supondrán, en uno de esos cuadernos figura el manuscrito original de Amor y amistad.

Cabe preguntarse por qué es tan placentero este título en concreto para quienes admiramos a Austen. Pero hay otra duda aún más compleja: ¿es posible una obra substancial cuando el autor es un adolescente? En poesía, nadie lo duda, pero en narrativa este es un fenómeno bastante peregrino. Sin embargo, el caso de Austen es peculiar, y en cierto modo me recuerda al del músico Erich Wolfgang Korngold, que ya era capaz de firmar páginas extraordinarias a los once (su ballet Der Schneemann, de 1910) o a los catorce años (la overtura Schauspiel o su Sinfonietta). Con esta obra epistolar, Amor y amistad, sucede algo similar: a medida que avanzamos por sus páginas, la edad de la autora se nos olvida por completo y no condicionará a casi nadie.

El volumen que nos ocupa, aunque luce el título de la nouvelle ya mencionada, incluye otras piezas juveniles del mismo periodo. En todas ellas, brilla el espíritu entre luminoso y corrosivo de su creadora, y prevalecen las mismas cualidades que luego han permitido incorporarla al canon literario.

Insisto: no estamos ante lo mejor de Jane Austen, pero eso significa poco o casi nada si les adelanto que Amor y amistad es una lectura divertidísima, ingeniosa y, en determinados tramos, rebosante de imaginación, ironía y excentricidad. Casi podemos imaginar la diversión que supondría para la familia Austen la lectura nocturna de estas páginas felices, en las que nuestra escritora parodia los estereotipos más extremos y abundantes del romanticismo. De hecho, esa caricatura anticipa un modelo que ella se tomará más en serio cuando escriba Juicio y sentimiento.

Sinopsis

«El noble joven nos informó de que su nombre era Lindsay, aunque por razones particulares lo llamaré aquí Talbot.» He aquí una elocuente muestra de lo que Chesterton calificó como «una especie de elegancia del absurdo» al caracterizar los escritos juveniles de Jane Austen, de los que reunimos en este volumen –bajo el titulo de Amor y amistad– una completa selección por primera vez en español. En ellos encontramos todo lo que con el tiempo constituirá el universo adulto de nuestra autora: ironía, ingenio, construcción, sátira de lo romántico y despiadados comentarios sociales. Pero también un extraño talento para lo disparatado y sin sentido, y una predilección por un tipo inusitado de heroína –capaz de emborracharse, robar, asesinar, disponer de un ejército privado o ser encerrada en una mazmorra- que nunca más volveremos a encontrar. Una inventiva sin trabas y un gusto exuberante aplicados genialmente al serio propósito de una irresistible comicidad.

Jane Austen nació en 1775 en Steventon (Hampshire), séptima de los ocho hijos del rector de la parroquia. Educada principalmente por su padre, empezó a escribir de muy joven, para recreo de la familia, y a los veintitrés años envió a los editores el manuscrito de La abadía de Northanger (ALBA CLÁSICA núm. VII), que fue rechazado. Trece años después, en 1811, conseguiría publicar Juicio y sentimiento (ALBA CLÁSICA núm. LXXXVI), a la que pronto seguirían Orgullo y prejuicio (1813; ALBA CLÁSICA MAIOR núm. XLVI), Mansfield Park (1814; ALBA CLÁSICA núm. I) y Emma (1816; ALBA CLÁSICA MAIOR núm. XLIX), que obtuvieron un gran éxito. Después de su muerte, acaecida prematuramente en 1817, y que le impidió concluir su novela Sanditon, aparecería, junto con la inédita La abadía de NorthangerPersuasión (1818; ALBA CLÁSICA núm. VIII).

Satírica, antirromántica, profunda y tan primorosa como mordaz, la obra de Jane Austen nace toda ella de una inquieta observación de la vida doméstica y de una estética necesidad de orden moral. «La Sabiduría –escribió una vez- es mejor que el Ingenio, y a la larga tendrá sin duda la risa de su parte.»

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Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.